La combativa banda vallisoletana anuncia una gira en grandes recintos en la que repasará sus grandes éxitos, como ’20 de abril’, ‘Cuéntame un cuento’, ‘La senda del tiempo’ o ‘El emigrante’.
Más información: El Último de la Fila regresará a los escenarios en 2026 casi tres décadas después La combativa banda vallisoletana anuncia una gira en grandes recintos en la que repasará sus grandes éxitos, como ’20 de abril’, ‘Cuéntame un cuento’, ‘La senda del tiempo’ o ‘El emigrante’.
Más información: El Último de la Fila regresará a los escenarios en 2026 casi tres décadas después
El 20 de abril es una fecha que millones de personas no pueden pronunciar sin tararear automáticamente el mayor éxito de Celtas Cortos, aquella canción en la que alguien recordaba en una carta viejos tiempos de camaradería y amor adolescente.
Ese mismo día de este año, hace dos semanas y media, aparecieron en Madrid carteles con el texto “20 de abril del 90. Hola, Madrid, ¿cómo estás?”, y lo mismo en otras nueve ciudades de España. El QR impreso en ellos remitía al recién creado Instagram de la banda, donde se podía ver un breve vídeo que mencionaba su 40.º aniversario y emplazaba, a su vez, al 8 de mayo para conocer más detalles.
Hoy ya se puede revelar el motivo de tanto misterio: una gira en grandes recintos, de la mano de Live Nation, para celebrar y agradecer a sus fans esas cuatro décadas de andadura. Comenzará el 7 de febrero de 2026 en el Movistar Arena de Madrid, pasará por Valencia, Gijón, Zaragoza, Pamplona, Barcelona, Murcia, A Coruña, Bilbao y finalizará en su Valladolid natal el 18 de abril.
El de este 40.º aniversario será “un show muy potente”, adelanta a El Cultural el cantante y guitarrista de la banda, Jesús Cifuentes, “Cifu”, en la sede madrileña de la promotora de conciertos más importante del mundo. “Hemos decidido contar con ellos para esta celebración porque es una apuesta ganadora”, admite Goyo Yeves (saxo y whistle), otro de los tres miembros principales de la banda vallisoletana. El tercero de ellos es Alberto García (trombón y violín), que avisa: “No es una gira de despedida, sino una meta volante”. Ellos esperan llegar por lo menos a las bodas de oro.
Con un repertorio lleno de otras canciones inolvidables como La senda del tiempo, Cuéntame un cuento, Retales de una vida o Tranquilo majete, Celtas Cortos siempre se han considerado unos currantes de la música. Se sienten filosóficamente más cerca de esas orquestas de versiones que recorren la piel de toro de pueblo en pueblo que a las grandes estrellas. Con una diferencia: “La parte creativa es la que embellece ese dolor del kilómetro tras kilómetro”, matiza García. “Es la parte dulce de nuestro quebranto”.
En estos 40 años, han publicado 13 álbumes de estudio, media docena de recopilatorios y tres discos grabados en directo. Además, algunos miembros han transitado otros caminos musicales paralelos, caso de Cifu, que publicó en solitario el disco El Caimán Verde y otro álbum bajo el nombre Cifu y La Calaña Sound. “Poca gente tiene ese nivel de productividad, no diré eficacia, porque en el negocio musical las obras maestras no coinciden siempre con lo que te vende el marketing. En cualquier caso, nuestro volumen de trabajo es espectacular. Nadie nos podrá decir nunca que nos hemos dormido en los laureles, eso lo tengo muy claro”, saca pecho el cantante.
Las bandas de rock españolas que siguen en activo hoy con cuarenta años o más a sus espaldas “se pueden contar con los dedos de una mano”, presume Cifuentes. Así, a bote pronto, podemos citar los ejemplos de Ilegales, Barón Rojo, Obús, Seguridad Social y Hombres G, y hace unos días El Último de la Fila anunció su regreso.
Entre la melancolía y la protesta
El nombre Celtas Cortos, fruto de “una coña” de sus miembros fundadores que fumaba esa marca de tabaco, alude a la fuerte influencia de la música celta, sobre todo en sus inicios, en una marmita donde también hierven otras variantes del folk, así como el reggae, el ska y el rock urbano.
Aunque muchas de sus canciones son de protesta social y política, las más conocidas son de corte intimista y melancólico. 20 de abril o La senda del tiempo han conseguido calar más hondo en la memoria sentimental de la gente por su carácter universal. “A veces llega un momento en que te haces viejo de repente / Sin arrugas en la frente, pero con ganas de morir”, comienza la segunda de ellas. Era el lamento prematuramente melancólico de unos chavales que no podían imaginar que casi 40 años después, ya con arrugas en la frente, seguirían subiéndose a los escenarios.
“Es cierto que algunos temas nuestros tienen una impronta melancólica y nostálgica muy temprana, pero es que a esa edad también puedes decir eso, y es además un lugar común en el que mucha gente se encuentra. Pero yo no pienso que cualquier tiempo pasado fuera mejor, yo lo que quiero siempre es tirar para adelante”, afirma Cifu.
En cuanto a la vena más combativa del grupo, destacan entre las más populares canciones como “El emigrante”, la antimilitarista “¿Qué voy a hacer yo?” o el alegato anarquista y okupa “Gente distinta”.
Todas ellas parecen tener hoy más vigencia que nunca: la demonización de la inmigración polariza a la sociedad española, los fantasmas del servicio militar obligatorio y el aumento del gasto militar campan por Europa y el miedo a la ocupación es otro tema recurrente en el debate público. “Antes de pensar que en este país hay un problema con la ocupación, lo que hay que ver es que hay un problema con el precio de la vivienda y que a la gente joven le cuesta un triunfo poder despegar y tener una independencia, porque los sueldos no van acordes con el coste de la vida y porque todo eso está en manos de la gente poderosa. Entonces llega un momento en que si presionas tanto el globo, explota, porque la gente tiene una necesidad vital y básica, que además está recogida en nuestra Constitución, que es una pantomima. Y ahí está el problema, no en la ocupación, que ni siquiera es una situación mayoritaria”, opina Cifuentes.
La letra de “Gente distinta” dice literalmente: “No aceptes más sumisiones / una casa hay que ocupar, / mantener la puerta abierta / para que más puedan pasar. / Los partidos son la mierda, / los fascistas los que más. / Si de esto te das cuenta, / algo has aprendido ya”.
La canción se radiaba en las emisoras musicales y el videoclip se emitía en la MTV o Los40TV junto a otros éxitos del momento con total normalidad. ¿Cómo sería recibida una canción así en 2025? “Hoy nadie quiere meterse en esos fangos porque genera temor y estamos viviendo un momento político de mucha tensión, mucho insulto y mucha crispación. La política se está convirtiendo en un partido de rugby ciertamente sucio. Hoy es más difícil que los grupos y los cantantes se metan en este territorio farragoso, probablemente por temor a ser clasificados. Nosotros no somos de ningún partido; más que una concepción política, tenemos una concepción humanista que va en la línea de la justicia social”.

Alberto García, Jesús Cifuentes y Goyo Yeves, miembros de Celtas Cortos. Foto: Javier Salas
De la mili a Trump
“Muchas de nuestras canciones de los 90 hoy parecen proféticas. Las manos que manejan el rumbo del mundo no están dispuestas a favorecer la igualdad para que el color de la piel o de las creencias deje de ser un elemento diferenciador”, señala Cifuentes. “Nuestro inconformismo queda claro en nuestro cancionero y es algo que hemos mantenido, porque en el disco que publicamos el año pasado, El mundo del revés, también hacemos de cronistas de la sociedad que estamos viviendo”.
Sin embargo, aunque muchas de aquellas canciones de los 90 podrían haber sido escritas ayer mismo, en cambio en este último álbum hay una que ha quedado ya obsoleta: Adiós, presidente, compuesta en 2021, es un ataque frontal contra un Donald Trump que entonces acababa de ser desalojado de la Casa Blanca, pero que hoy vuelve a ocupar el despacho oval sembrando el caos con sus caprichosas y arbitrarias decisiones.
Después de haber dado más de 2.500 conciertos ante unos diez millones de personas, todavía suben al escenario “con la ilusión de siempre”, asegura Yeves. “A Jesús todavía se le agarran los nervios en el estómago”, delata su compañero. “Es cierto, aún me pasa”, admite él. «Pero dicen que a Sabina también».
Tocar para beber gratis
“Nosotros empezamos siendo un grupo de amigos estudiantes con la intención de que las cañas nos salieran gratis en los bares gracias a tocar. Eso ya era la hostia para nosotros. Y con esa premisa fuimos creciendo y cumpliendo objetivos poco a poco”, reconoce Yeves.
Aquella base sólida de “amistad, ilusión y también ingenuidad” y la ausencia de delirios de grandeza le vino bien a la banda para encarar el pelotazo que dieron en los años 90 sin dejar de tener los pies en el suelo. “Para entonces nos conocíamos ya muy bien y sabíamos que nos había costado mucho llegar ahí”.
No obstante, en estas cuatro décadas ha habido entradas y salidas de miembros, porque en una travesía tan larga es difícil que todo el mundo reme en la misma dirección durante tanto tiempo. Incluso Cifuentes abandonó el grupo temporalmente varios años, entre 2002 y 2006, para explorar otros caminos musicales. Desde su regreso, en estos veinte años la banda ha tenido una formación más o menos estable. “En aquel recorrido tan intenso que fueron los noventa, alguna gente se fue cayendo por cansancio y otros temas personales. Es verdad que la época en la que Jesús hizo también otro camino paralelo fue difícil, ya que seguimos con el nombre pero sin el cantante, algo muy arriesgado. Pero dimos unos 150 conciertos en esos tres años, que no está nada mal”, recuerda Yeves.
Además de España, Celtas Cortos giró mucho por Europa, donde han dado cerca de 300 conciertos. “Para mí una de las cosas más increíbles que nos han pasado, y de la que aquí probablemente no se tenga mucha conciencia, es todo lo que hemos girado fuera”, recuerda Cifu. “Eran principios de los noventa y la infraestructura de la música en directo aquí no tenía nada que ver con Centroeuropa. Hemos tocado en los grandes festivales que había en Francia —mientras aquí estaban empezando a funcionar los primeros— y en Alemania junto a grupos como Portishead o Nick Cave. Ahí estábamos nosotros y de eso aprendimos un montón. Lo vivimos como una auténtica aventura”.
Sin embargo, en América Latina no tuvieron la misma suerte, aunque hicieron algunos pinitos en México. “Estilísticamente no encajábamos allí. Nos decían que hacíamos ‘una música así como medieval’”, recuerda Yeves. “En cambio, en Francia y Alemania el folk rock tenía mucho peso y les resultaba muy atractivo”, recuerda García.
Relación con Valladolid
Es curioso que la banda más famosa de una ciudad que carga con el sobrenombre de “Fachadolid” sea marcadamente de izquierdas. Cifu, Goyo y Alberto coinciden en que “eso se ha quedado obsoleto”. “Aquello de Fachadolid viene de una portada de Interviú a raíz de un facha que se lió a tiros en un bar, y es verdad que respondía a un momento muy crispado de la cosa política y pistolera, pero no creo que Valladolid sea mucho más facha que Granada o Valencia”, opina García.
En 2018 incluso les dedicaron una calle que desemboca en el instituto donde estudiaron los miembros fundadores de la banda, el Delicias. Claro que eso fue cuando el alcalde era Óscar Puente, el actual ministro de Transportes, y ahora gobierna el PP con el apoyo de Vox.
“Yo he aprendido a convivir y a hacer las paces con mi ciudad, aunque es verdad que ha habido momentos de confrontación”, reconoce Cifu. “A día de hoy esos fantasmas están más en mi cabeza que en la realidad. Para mí vivir en Valladolid es un privilegio, es un sitio muy chulo, amable y accesible”.
Cuatro décadas después, los Celtas Cortos siguen escribiendo su propia senda del tiempo. Pero hay algo que permanece intacto: sus ganas de seguir tocando, de levantar la voz y de brindar con su gente. Aún es pronto, dicen, para hablar de la presencia de otros músicos amigos en esta gira que acaban de anunciar, pero nos piden trasladar un mensaje desde estas líneas: “Estáis todos invitados. Que venga a cantar el que quiera”.
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