Marina Serrano González afirma que, aunque las guerras de Ucrania y Oriente Próximo, que actualmente marcan la actualidad internacional tienen consecuencias en sus propios territorios, «su repercusión va mucho más allá de los mismos».ABC habla con la presidenta de la Asociación de Empresas de Energía Eléctrica, aelec, sobre tierras raras, hidrógeno verde o renovables. «Si España consigue ser el país más competitivo en la generación de energías limpias, como el hidrógeno renovable, va a tener una oportunidad de reindustrializarse, convertirse en un exportador de energía y atraer industria», ha destacado.¿Cómo está evolucionando la seguridad energética tras los conflictos en Oriente Próximo y Europa del Este?Cada día escuchamos nuevas noticias sobre los conflictos que están sucediendo tanto en Ucrania como en Oriente Próximo y que cada día adquieren un carácter más impredecible. Si bien estas guerras tienen consecuencias desastrosas en los territorios afectados, su repercusión va mucho más allá de los mismos. Y una de las formas en que nos afectan es a través de las disrupciones en las cadenas de suministro energético.Ya en 2021, cuando Rusia comenzó la invasión de Ucrania, hubo importantes disrupciones en el mercado del gas natural y la Unión Europea se vio obligada a tomar medidas urgentes para fortalecer su seguridad energética, principalmente a través de la independencia del gas de origen ruso.Estas medidas se englobaron en el paquete llamado REPowerEU, que supuso el primer paso de una estrategia basada en la autonomía estratégica abierta, que pretende aumentar la resiliencia del sistema energético europeo a través del impulso de las energías renovables que, además de ser de producción autóctona, se traducen en costes de la electricidad mucho más baratos, lo que impulsa la competitividad europea. Además, este plan apuesta por la constitución de alianzas estratégicas con socios fiables a través de memorandos de entendimiento para el progreso de la transición energética en los territorios de los firmantes.El Informe Draghi publicado en 2024 ya destacaba la importancia de establecer una estrategia de impulso simultáneo a la competitividad y a la descarbonización y ésta ha acabado de materializarse este año a través de la publicación del Pacto Industrial Limpio por parte de la Comisión Europea.En este contexto, los conflictos que están ocurriendo actualmente en Oriente Próximo, que están provocando disrupciones en el suministro de petróleo, no han hecho más que reforzar esta posición.Si bien esta posición estratégica es beneficiosa para toda la Unión Europea, en el caso concreto de España, este contexto supone una oportunidad única de posicionarse como un hub energético dentro de la UE, gracias al elevado recurso renovable con el que contamos. En definitiva, los conflictos que estamos viviendo en los últimos tiempos han servido para reforzar la idea de que, en un contexto geopolítico inestable como el que vivimos, la transición energética no es una opción, sino que es la única alternativa de los Estados miembros de la Unión Europea para contar con un suministro energético seguro, resiliente y sostenible.¿Qué riesgos geopolíticos conlleva la dependencia de minerales críticos para la transición energética (litio, cobalto, tierras raras)?Pese a su denominación habitual, los minerales, las materias primas críticas, los metales preciosos y las tierras raras son la base de muchos de los productos terminados que usamos en nuestra vida diaria: desde los cubiertos que utilizamos para comer, hasta los teléfonos y ordenadores portátiles, los vehículos eléctricos, las turbinas eólicas, los paneles solares y los cables eléctricos que alimentan nuestras actividades.El problema es que muchos de ellos tienen una oferta relativamente inelástica, lo que significa que los productores no pueden aumentar fácilmente la producción para satisfacer los cambios en la demanda. Esto puede generar tendencias al alza en los precios cuando la demanda crece más rápido que la oferta. El litio, por ejemplo, un material clave para producir baterías en vehículos eléctricos, registró un aumento de precio interanual del 496% en 2021 debido a interrupciones en el suministro y al aumento de la demanda.Para hacer frente a la escasez de suministros y reducir la exposición a las volatilidades de los mercados globales, las empresas intentan diversificar sus fuentes de suministro mientras exploran el almacenamiento y la compra de inventarios de reserva a los proveedores.Aumentar el reciclaje –que da lugar a materias primas secundarias– es otra solución que abre oportunidades de negocio para las empresas. El reciclaje ayuda a reducir la necesidad de minería y los costos asociados, mejora la gestión de residuos y además respalda una economía circular sostenible en múltiples sectores.Los Estados no deben cerrar oportunidades de explotación o aprovisionamiento y promover un marco normativo favorable a la circularidad y el reciclaje y a la colaboración con otros Estados y entre empresas para reforzar la seguridad de las cadenas de suministro.En la industria eléctrica tenemos varios ejemplos de materiales que son imprescindibles en el contexto de la transición energética y de los que somos muy dependientes, en la medida en que por el momento no disponemos de sustitutivos. Entre estos ejemplos, se puede citar el acero de alta calidad, que es un componente fundamental de los transformadores de tensión de las redes, el cobre que utilizamos para elaborar placas de circuito, baterías y para los cables de distribución que llevan la electricidad a los consumidores o el aluminio, que se utiliza ampliamente en la producción de turbinas eólicas. Además, no se puede olvidar el papel que otros materiales juegan en industrias muy ligadas a la transición, aunque no directamente al suministro eléctrico, como el litio necesario para la producción de baterías de vehículos eléctricos y que también es necesario para los equipos de almacenamiento que utilizamos para dotar de flexibilidad a la generación y a la operación del sistema eléctrico.A medida que Europa acelera su transición hacia el abandono de los combustibles fósiles, la demanda de estos materiales está aumentando exponencialmente. Es decir, nos enfrentamos al riesgo asociado a la concentración de las fuentes de aprovisionamiento y la Comisión Europea ha adoptado la Ley de Materias Primas Críticas (CRMA, por sus siglas en inglés). Esta ley busca dotar a la UE de las herramientas necesarias para garantizar un acceso seguro y sostenible a estas materias, principalmente mediante el establecimiento de un marco de prioridades claras de acción, como la diversificación de importaciones y la inversión en investigación e innovación.Finalmente, el impulso a una economía circular y sostenible y la diversificación de fuentes de suministro por medio de acuerdos comerciales, alianzas estratégicas y la colaboración de todos los países de la Unión.¿Qué rol juegan hoy los biocombustibles, el hidrógeno verde y la nuclear en la matriz energética futura?Todas las energías y todas las tecnologías tienen un papel que cumplir en la transición energética y deben ser empleadas y aplicadas allá donde el análisis coste-beneficio nos indique que pueden contribuir más eficazmente a los fines de descarbonización.De esta manera, en el caso del hidrógeno viene a jugar el papel de una palanca fundamental en el proceso de descarbonización de las economías europeas. Deberá tener un doble papel como agente descarbonizador en los usos no electrificables y como vector energético que permite extender el uso de las renovables con su capacidad de almacenamiento.España cuenta con todos los elementos para ser el referente de las energías renovables de Europa: sol, viento y extensión territorial y esta posición hace que España esté llamada a convertirse en un hub de producción de hidrógeno renovable.España cuenta con proyectos pioneros en la producción del hidrógeno verde, pero también para su utilización en transporte e industria y en general en toda la cadena de valor del hidrógeno renovable. El punto de destino de este en la economía mundial y europea, y española en particular, va a hacer posible que España cuente con una ventaja competitiva respecto a los países del entorno al tener acceso a energía con un precio competitivo.La configuración ideal para el desarrollo del hidrógeno es una localización cercana a los puntos de consumo, lo que requiere acceso disponible a la red eléctrica en los polos industriales. Una planificación ágil, flexible y multisectorial que recoja las necesidades del gas natural, la electricidad y el hidrógeno de manera conjunta, con un marco retributivo de redes competitivo que garantice la agilidad del desarrollo de la red. Si España consigue ser el país más competitivo en la generación de energías limpias, como el hidrógeno renovable, va a tener una oportunidad de reindustrializarse, convertirse en un exportador de energía y atraer industria. Y un país con más industria es sinónimo de un país con mejores trabajos, mayor capacidad de resistencia ante choques económicos externos, mayor productividad e innovación y, en definitiva, un país con mayor calidad de vida para los ciudadanos.En cuanto a los biocombustibles, es una opción válida para la descarbonización de la movilidad, pero es un recurso de potencial limitado.El recurso nacional disponible es insuficiente, y en ocasiones puede ser costoso de recolectar o de producir, tal como es el caso de residuos de aprovechamiento agropecuario, residuos forestales, etc. Su aprovechamiento tiene sentido en tanto el coste de su producción y uso sea inferior al de la alternativa, ya sea electricidad o hidrógeno renovable. Además, los cultivos para el aprovechamiento energético compiten con los cultivos destinados a la alimentación.Por último, ya que me preguntas por la energía nuclear, debo decir que en España contamos con un mix de producción eléctrico multi-tecnológico que aporta seguridad y fiabilidad al sistema. El debate debería ser enfocado al mejor aprovechamiento de todos los recursos disponibles, agilizando la entrada de almacenamiento en las redes eléctricas, a potenciar y contar con el pago por capacidad como ocurre en otros países de la UE y a ampliar las interconexiones. Piezas clave para garantizar la seguridad de suministro en un país que es una isla energética.¿Qué desafíos enfrentan los países productores de petróleo ante el avance de las energías renovables?Ante la realidad del cambio climático, para los países productores de petróleo caben dos opciones estratégicas: una estrategia adaptativa, asumiendo la transición energética, tratando de reducir las emisiones y aprovechando sus recursos renovables y otra de buscar la continuidad de la producción de combustibles fósiles.Los países que siguen una orientación más adaptativa persiguen desde hace tiempo la diversificación de sus economías, no solo invirtiendo en el aprovechamiento de sus recursos renovables para disminuir su dependencia del petróleo, sino tratando de desarrollar nuevas industrias y sectores no relacionados con el petróleo u otros combustibles fósiles.Es evidente que estos países tienen que utilizar los recursos provenientes de la explotación del petróleo, mientras dispongan de ellos para acelerar su transición hacia una economía más diversificada y también para, como el resto de los países, mitigar los efectos del cambio climático, protegiendo sus economías con infraestructuras más resilientes, con una gestión más eficiente de sus recursos y de su sistema energético y con el impulso a la innovación científica y tecnológica.No obstante, otros países enfocan sus estrategias a maximizar la rentabilidad de las inversiones ya realizadas en la explotación de sus recursos fósiles y orientan su investigación a mitigar sus efectos sobre el medio ambiente, pero sin una ambición compatible con compromisos de cero emisiones netas, al menos con un horizonte temporal definido. En todo caso, recurren a tecnologías que, como la captura y almacenamiento de carbono, pueden contribuir a reducir las emisiones pero que, cuando compiten con una alternativa tecnológica más eficiente en términos de potencial de descarbonización, contribuyen en menor medida a la consecución de los objetivos climáticos.¿Cómo afecta el cambio climático a la disponibilidad y control de recursos naturales estratégicos? La transición de un sistema intensivo en combustibles fósiles a uno descarbonizado y basado en la electricidad requiere el acceso a materias primas y cadenas de suministro para tecnologías limpias, como los paneles solares fotovoltaicos (FV), las turbinas eólicas, los vehículos eléctricos (VE), las baterías, los transformadores, entre otros.La demanda de estos materiales ya está en aumento. Según la Agencia Internacional de la Energía, entre 2017 y 2022, el sector energético se convirtió en el principal impulsor de la demanda de litio, cuya demanda se triplicó, al igual que la de otros materiales necesarios para la transición energética y la lucha contra el cambio climático, como el cobalto y el níquel.La producción y el procesamiento de estos recursos están actualmente concentrados en unos pocos países no pertenecientes a la UE, como China, en el caso de las tierras raras; Chile, para el cobre y la República Democrática del Congo, para el cobalto. Existen riesgos tangibles de generar nuevas dependencias para los países de la UE si no se mitigan adecuadamente mediante la diversificación de proveedores, el aumento del reciclaje de componentes y el uso de metales alternativos.Aumentar la capacidad de fabricación en Europa también conlleva desafíos. Los desarrolladores de proyectos deben enfrentarse a una legislación compleja, procesos de permisos prolongados, restricciones medioambientales y escasez de mano de obra cualificada. Esto significa que Europa necesitará realizar inversiones significativas para aumentar sus capacidades de producción en consonancia con su ambición climática, así como con sus necesidades económicas y de seguridad.Y todos estos desafíos son ineludibles, pues el cambio climático actúa como un multiplicador de amenazas. Europa se ha estado calentando el doble de rápido que el resto del mundo desde la década de 1980, lo que hace que los fenómenos meteorológicos extremos sean más severos y frecuentes. El otoño pasado, en solo ocho horas de lluvias récord, cayó en Valencia el equivalente a un año de precipitaciones.Los incendios forestales, el calor extremo, las inundaciones y las sequías están sometiendo a una presión creciente a nuestro sistema energético, el cual deberá adaptarse a un futuro más cálido. Con este objetivo, la Comisión Europea ha solicitado la realización de pruebas de resistencia para las infraestructuras energéticas críticas, a fin de reforzar la resiliencia del sistema y su preparación frente a los riesgos climáticos.El cambio climático, además de poner a prueba la resiliencia de nuestro sistema energético, acrecienta la competencia por la disponibilidad de los recursos más necesarios en el nuevo entorno que se avecina e impone la necesidad de reforzar la seguridad de las cadenas de suministro, a través de la diversificación de fuentes de energía y la reducción de la dependencia de combustibles fósiles. Esto implica aumentar la autosuficiencia energética nacional, potenciar las energías renovables y mejorar la eficiencia energética. ¿Qué desafíos enfrenta Europa para garantizar su seguridad energética mientras transita hacia energías renovables, reduce su dependencia del gas ruso y compite por el acceso a minerales críticos?Como decía anteriormente, nos encontramos en un momento de transformación profunda a nivel global que tiene implicaciones importantes en el sector energético. Las guerras en Ucrania y Oriente Próximo, junto con la urgencia climática, han empujado a la Unión Europea a replantear su modelo energético, moviéndose hacia una autonomía estratégica que lo haga más resiliente. A pesar de que la dirección en la que debemos avanzar está clara –descarbonización, autonomía estratégica y sostenibilidad–, esto no significa que la transición que estamos viviendo esté exenta de desafíos importantes.El principal reto, reconocido por la propia Comisión Europea, es el de progresar simultáneamente en la descarbonización e industrialización de la Unión. Esto implica avanzar hacia una economía climáticamente neutra sin debilitar la base industrial del continente, que es esencial para el empleo, la innovación y la autonomía estratégica. En particular, los costes de ciertos sectores energético-intensivos en Europa siguen siendo más altos que en otras regiones como Estados Unidos o China, donde el acceso a energía barata o las menores exigencias regulatorias ofrecen ventajas competitivas. En este contexto, es importante proteger a estas industrias durante la transición, para evitar su fuga a otras regiones con regulaciones más laxas o con costes energéticos menores. Medidas como el mecanismo de ajuste en frontera por carbono (CBAM) son un paso relevante en este sentido, ya que buscan garantizar condiciones de competencia equitativa, un level playing field, entre productos fabricados dentro y fuera de la UE bajo diferentes estándares medioambientales. La publicación del Pacto Industrial Limpio es una declaración de intenciones de la Comisión Europea, cuya prioridad pasa a ser, además de la descarbonización, la protección y el refuerzo de la competitividad de la industria europea. El segundo desafío que destacaría es el vinculado a las materias primas críticas, necesarias para muchos de los componentes clave de la transición energética. La electrificación requiere cantidades sustanciales de minerales como litio, cobalto, tierras raras o cobre, cuya extracción y procesamiento se encuentra muy concentrado. Para mitigar esta vulnerabilidad, es indispensable adoptar un enfoque más circular, fomentando la reutilización y el reciclaje de componentes, e invertir en tecnologías que optimicen la recuperación de materiales en todas las fases de la cadena de valor. Finalmente, el tercer desafío radica en tener una infraestructura energética capaz de adaptarse al nuevo paradigma energético. Ante el previsible crecimiento de la demanda en los próximos años, las redes eléctricas deben dimensionarse con agilidad, para poder dar respuesta al elevado volumen de peticiones de Acceso y Conexión que ya es una realidad hoy en día. Además, las redes deben modernizarse, a través de la digitalización, para adecuarse a las necesidades de un sistema cada día más descentralizado, más renovable y con más agentes. Y, por supuesto, debe haber un despliegue a gran escala del almacenamiento, que es una tecnología fundamental para optimizar el aprovechamiento de la generación renovable, y para viabilizar económicamente las inversiones.En los próximos años nos esperan grandes retos que requerirán de una actuación ágil, estratégica y conjunta, pero debemos tener muy claro que la transición energética es una oportunidad idónea para reforzar nuestra competitividad y autonomía. Marina Serrano González afirma que, aunque las guerras de Ucrania y Oriente Próximo, que actualmente marcan la actualidad internacional tienen consecuencias en sus propios territorios, «su repercusión va mucho más allá de los mismos».ABC habla con la presidenta de la Asociación de Empresas de Energía Eléctrica, aelec, sobre tierras raras, hidrógeno verde o renovables. «Si España consigue ser el país más competitivo en la generación de energías limpias, como el hidrógeno renovable, va a tener una oportunidad de reindustrializarse, convertirse en un exportador de energía y atraer industria», ha destacado.¿Cómo está evolucionando la seguridad energética tras los conflictos en Oriente Próximo y Europa del Este?Cada día escuchamos nuevas noticias sobre los conflictos que están sucediendo tanto en Ucrania como en Oriente Próximo y que cada día adquieren un carácter más impredecible. Si bien estas guerras tienen consecuencias desastrosas en los territorios afectados, su repercusión va mucho más allá de los mismos. Y una de las formas en que nos afectan es a través de las disrupciones en las cadenas de suministro energético.Ya en 2021, cuando Rusia comenzó la invasión de Ucrania, hubo importantes disrupciones en el mercado del gas natural y la Unión Europea se vio obligada a tomar medidas urgentes para fortalecer su seguridad energética, principalmente a través de la independencia del gas de origen ruso.Estas medidas se englobaron en el paquete llamado REPowerEU, que supuso el primer paso de una estrategia basada en la autonomía estratégica abierta, que pretende aumentar la resiliencia del sistema energético europeo a través del impulso de las energías renovables que, además de ser de producción autóctona, se traducen en costes de la electricidad mucho más baratos, lo que impulsa la competitividad europea. Además, este plan apuesta por la constitución de alianzas estratégicas con socios fiables a través de memorandos de entendimiento para el progreso de la transición energética en los territorios de los firmantes.El Informe Draghi publicado en 2024 ya destacaba la importancia de establecer una estrategia de impulso simultáneo a la competitividad y a la descarbonización y ésta ha acabado de materializarse este año a través de la publicación del Pacto Industrial Limpio por parte de la Comisión Europea.En este contexto, los conflictos que están ocurriendo actualmente en Oriente Próximo, que están provocando disrupciones en el suministro de petróleo, no han hecho más que reforzar esta posición.Si bien esta posición estratégica es beneficiosa para toda la Unión Europea, en el caso concreto de España, este contexto supone una oportunidad única de posicionarse como un hub energético dentro de la UE, gracias al elevado recurso renovable con el que contamos. En definitiva, los conflictos que estamos viviendo en los últimos tiempos han servido para reforzar la idea de que, en un contexto geopolítico inestable como el que vivimos, la transición energética no es una opción, sino que es la única alternativa de los Estados miembros de la Unión Europea para contar con un suministro energético seguro, resiliente y sostenible.¿Qué riesgos geopolíticos conlleva la dependencia de minerales críticos para la transición energética (litio, cobalto, tierras raras)?Pese a su denominación habitual, los minerales, las materias primas críticas, los metales preciosos y las tierras raras son la base de muchos de los productos terminados que usamos en nuestra vida diaria: desde los cubiertos que utilizamos para comer, hasta los teléfonos y ordenadores portátiles, los vehículos eléctricos, las turbinas eólicas, los paneles solares y los cables eléctricos que alimentan nuestras actividades.El problema es que muchos de ellos tienen una oferta relativamente inelástica, lo que significa que los productores no pueden aumentar fácilmente la producción para satisfacer los cambios en la demanda. Esto puede generar tendencias al alza en los precios cuando la demanda crece más rápido que la oferta. El litio, por ejemplo, un material clave para producir baterías en vehículos eléctricos, registró un aumento de precio interanual del 496% en 2021 debido a interrupciones en el suministro y al aumento de la demanda.Para hacer frente a la escasez de suministros y reducir la exposición a las volatilidades de los mercados globales, las empresas intentan diversificar sus fuentes de suministro mientras exploran el almacenamiento y la compra de inventarios de reserva a los proveedores.Aumentar el reciclaje –que da lugar a materias primas secundarias– es otra solución que abre oportunidades de negocio para las empresas. El reciclaje ayuda a reducir la necesidad de minería y los costos asociados, mejora la gestión de residuos y además respalda una economía circular sostenible en múltiples sectores.Los Estados no deben cerrar oportunidades de explotación o aprovisionamiento y promover un marco normativo favorable a la circularidad y el reciclaje y a la colaboración con otros Estados y entre empresas para reforzar la seguridad de las cadenas de suministro.En la industria eléctrica tenemos varios ejemplos de materiales que son imprescindibles en el contexto de la transición energética y de los que somos muy dependientes, en la medida en que por el momento no disponemos de sustitutivos. Entre estos ejemplos, se puede citar el acero de alta calidad, que es un componente fundamental de los transformadores de tensión de las redes, el cobre que utilizamos para elaborar placas de circuito, baterías y para los cables de distribución que llevan la electricidad a los consumidores o el aluminio, que se utiliza ampliamente en la producción de turbinas eólicas. Además, no se puede olvidar el papel que otros materiales juegan en industrias muy ligadas a la transición, aunque no directamente al suministro eléctrico, como el litio necesario para la producción de baterías de vehículos eléctricos y que también es necesario para los equipos de almacenamiento que utilizamos para dotar de flexibilidad a la generación y a la operación del sistema eléctrico.A medida que Europa acelera su transición hacia el abandono de los combustibles fósiles, la demanda de estos materiales está aumentando exponencialmente. Es decir, nos enfrentamos al riesgo asociado a la concentración de las fuentes de aprovisionamiento y la Comisión Europea ha adoptado la Ley de Materias Primas Críticas (CRMA, por sus siglas en inglés). Esta ley busca dotar a la UE de las herramientas necesarias para garantizar un acceso seguro y sostenible a estas materias, principalmente mediante el establecimiento de un marco de prioridades claras de acción, como la diversificación de importaciones y la inversión en investigación e innovación.Finalmente, el impulso a una economía circular y sostenible y la diversificación de fuentes de suministro por medio de acuerdos comerciales, alianzas estratégicas y la colaboración de todos los países de la Unión.¿Qué rol juegan hoy los biocombustibles, el hidrógeno verde y la nuclear en la matriz energética futura?Todas las energías y todas las tecnologías tienen un papel que cumplir en la transición energética y deben ser empleadas y aplicadas allá donde el análisis coste-beneficio nos indique que pueden contribuir más eficazmente a los fines de descarbonización.De esta manera, en el caso del hidrógeno viene a jugar el papel de una palanca fundamental en el proceso de descarbonización de las economías europeas. Deberá tener un doble papel como agente descarbonizador en los usos no electrificables y como vector energético que permite extender el uso de las renovables con su capacidad de almacenamiento.España cuenta con todos los elementos para ser el referente de las energías renovables de Europa: sol, viento y extensión territorial y esta posición hace que España esté llamada a convertirse en un hub de producción de hidrógeno renovable.España cuenta con proyectos pioneros en la producción del hidrógeno verde, pero también para su utilización en transporte e industria y en general en toda la cadena de valor del hidrógeno renovable. El punto de destino de este en la economía mundial y europea, y española en particular, va a hacer posible que España cuente con una ventaja competitiva respecto a los países del entorno al tener acceso a energía con un precio competitivo.La configuración ideal para el desarrollo del hidrógeno es una localización cercana a los puntos de consumo, lo que requiere acceso disponible a la red eléctrica en los polos industriales. Una planificación ágil, flexible y multisectorial que recoja las necesidades del gas natural, la electricidad y el hidrógeno de manera conjunta, con un marco retributivo de redes competitivo que garantice la agilidad del desarrollo de la red. Si España consigue ser el país más competitivo en la generación de energías limpias, como el hidrógeno renovable, va a tener una oportunidad de reindustrializarse, convertirse en un exportador de energía y atraer industria. Y un país con más industria es sinónimo de un país con mejores trabajos, mayor capacidad de resistencia ante choques económicos externos, mayor productividad e innovación y, en definitiva, un país con mayor calidad de vida para los ciudadanos.En cuanto a los biocombustibles, es una opción válida para la descarbonización de la movilidad, pero es un recurso de potencial limitado.El recurso nacional disponible es insuficiente, y en ocasiones puede ser costoso de recolectar o de producir, tal como es el caso de residuos de aprovechamiento agropecuario, residuos forestales, etc. Su aprovechamiento tiene sentido en tanto el coste de su producción y uso sea inferior al de la alternativa, ya sea electricidad o hidrógeno renovable. Además, los cultivos para el aprovechamiento energético compiten con los cultivos destinados a la alimentación.Por último, ya que me preguntas por la energía nuclear, debo decir que en España contamos con un mix de producción eléctrico multi-tecnológico que aporta seguridad y fiabilidad al sistema. El debate debería ser enfocado al mejor aprovechamiento de todos los recursos disponibles, agilizando la entrada de almacenamiento en las redes eléctricas, a potenciar y contar con el pago por capacidad como ocurre en otros países de la UE y a ampliar las interconexiones. Piezas clave para garantizar la seguridad de suministro en un país que es una isla energética.¿Qué desafíos enfrentan los países productores de petróleo ante el avance de las energías renovables?Ante la realidad del cambio climático, para los países productores de petróleo caben dos opciones estratégicas: una estrategia adaptativa, asumiendo la transición energética, tratando de reducir las emisiones y aprovechando sus recursos renovables y otra de buscar la continuidad de la producción de combustibles fósiles.Los países que siguen una orientación más adaptativa persiguen desde hace tiempo la diversificación de sus economías, no solo invirtiendo en el aprovechamiento de sus recursos renovables para disminuir su dependencia del petróleo, sino tratando de desarrollar nuevas industrias y sectores no relacionados con el petróleo u otros combustibles fósiles.Es evidente que estos países tienen que utilizar los recursos provenientes de la explotación del petróleo, mientras dispongan de ellos para acelerar su transición hacia una economía más diversificada y también para, como el resto de los países, mitigar los efectos del cambio climático, protegiendo sus economías con infraestructuras más resilientes, con una gestión más eficiente de sus recursos y de su sistema energético y con el impulso a la innovación científica y tecnológica.No obstante, otros países enfocan sus estrategias a maximizar la rentabilidad de las inversiones ya realizadas en la explotación de sus recursos fósiles y orientan su investigación a mitigar sus efectos sobre el medio ambiente, pero sin una ambición compatible con compromisos de cero emisiones netas, al menos con un horizonte temporal definido. En todo caso, recurren a tecnologías que, como la captura y almacenamiento de carbono, pueden contribuir a reducir las emisiones pero que, cuando compiten con una alternativa tecnológica más eficiente en términos de potencial de descarbonización, contribuyen en menor medida a la consecución de los objetivos climáticos.¿Cómo afecta el cambio climático a la disponibilidad y control de recursos naturales estratégicos? La transición de un sistema intensivo en combustibles fósiles a uno descarbonizado y basado en la electricidad requiere el acceso a materias primas y cadenas de suministro para tecnologías limpias, como los paneles solares fotovoltaicos (FV), las turbinas eólicas, los vehículos eléctricos (VE), las baterías, los transformadores, entre otros.La demanda de estos materiales ya está en aumento. Según la Agencia Internacional de la Energía, entre 2017 y 2022, el sector energético se convirtió en el principal impulsor de la demanda de litio, cuya demanda se triplicó, al igual que la de otros materiales necesarios para la transición energética y la lucha contra el cambio climático, como el cobalto y el níquel.La producción y el procesamiento de estos recursos están actualmente concentrados en unos pocos países no pertenecientes a la UE, como China, en el caso de las tierras raras; Chile, para el cobre y la República Democrática del Congo, para el cobalto. Existen riesgos tangibles de generar nuevas dependencias para los países de la UE si no se mitigan adecuadamente mediante la diversificación de proveedores, el aumento del reciclaje de componentes y el uso de metales alternativos.Aumentar la capacidad de fabricación en Europa también conlleva desafíos. Los desarrolladores de proyectos deben enfrentarse a una legislación compleja, procesos de permisos prolongados, restricciones medioambientales y escasez de mano de obra cualificada. Esto significa que Europa necesitará realizar inversiones significativas para aumentar sus capacidades de producción en consonancia con su ambición climática, así como con sus necesidades económicas y de seguridad.Y todos estos desafíos son ineludibles, pues el cambio climático actúa como un multiplicador de amenazas. Europa se ha estado calentando el doble de rápido que el resto del mundo desde la década de 1980, lo que hace que los fenómenos meteorológicos extremos sean más severos y frecuentes. El otoño pasado, en solo ocho horas de lluvias récord, cayó en Valencia el equivalente a un año de precipitaciones.Los incendios forestales, el calor extremo, las inundaciones y las sequías están sometiendo a una presión creciente a nuestro sistema energético, el cual deberá adaptarse a un futuro más cálido. Con este objetivo, la Comisión Europea ha solicitado la realización de pruebas de resistencia para las infraestructuras energéticas críticas, a fin de reforzar la resiliencia del sistema y su preparación frente a los riesgos climáticos.El cambio climático, además de poner a prueba la resiliencia de nuestro sistema energético, acrecienta la competencia por la disponibilidad de los recursos más necesarios en el nuevo entorno que se avecina e impone la necesidad de reforzar la seguridad de las cadenas de suministro, a través de la diversificación de fuentes de energía y la reducción de la dependencia de combustibles fósiles. Esto implica aumentar la autosuficiencia energética nacional, potenciar las energías renovables y mejorar la eficiencia energética. ¿Qué desafíos enfrenta Europa para garantizar su seguridad energética mientras transita hacia energías renovables, reduce su dependencia del gas ruso y compite por el acceso a minerales críticos?Como decía anteriormente, nos encontramos en un momento de transformación profunda a nivel global que tiene implicaciones importantes en el sector energético. Las guerras en Ucrania y Oriente Próximo, junto con la urgencia climática, han empujado a la Unión Europea a replantear su modelo energético, moviéndose hacia una autonomía estratégica que lo haga más resiliente. A pesar de que la dirección en la que debemos avanzar está clara –descarbonización, autonomía estratégica y sostenibilidad–, esto no significa que la transición que estamos viviendo esté exenta de desafíos importantes.El principal reto, reconocido por la propia Comisión Europea, es el de progresar simultáneamente en la descarbonización e industrialización de la Unión. Esto implica avanzar hacia una economía climáticamente neutra sin debilitar la base industrial del continente, que es esencial para el empleo, la innovación y la autonomía estratégica. En particular, los costes de ciertos sectores energético-intensivos en Europa siguen siendo más altos que en otras regiones como Estados Unidos o China, donde el acceso a energía barata o las menores exigencias regulatorias ofrecen ventajas competitivas. En este contexto, es importante proteger a estas industrias durante la transición, para evitar su fuga a otras regiones con regulaciones más laxas o con costes energéticos menores. Medidas como el mecanismo de ajuste en frontera por carbono (CBAM) son un paso relevante en este sentido, ya que buscan garantizar condiciones de competencia equitativa, un level playing field, entre productos fabricados dentro y fuera de la UE bajo diferentes estándares medioambientales. La publicación del Pacto Industrial Limpio es una declaración de intenciones de la Comisión Europea, cuya prioridad pasa a ser, además de la descarbonización, la protección y el refuerzo de la competitividad de la industria europea. El segundo desafío que destacaría es el vinculado a las materias primas críticas, necesarias para muchos de los componentes clave de la transición energética. La electrificación requiere cantidades sustanciales de minerales como litio, cobalto, tierras raras o cobre, cuya extracción y procesamiento se encuentra muy concentrado. Para mitigar esta vulnerabilidad, es indispensable adoptar un enfoque más circular, fomentando la reutilización y el reciclaje de componentes, e invertir en tecnologías que optimicen la recuperación de materiales en todas las fases de la cadena de valor. Finalmente, el tercer desafío radica en tener una infraestructura energética capaz de adaptarse al nuevo paradigma energético. Ante el previsible crecimiento de la demanda en los próximos años, las redes eléctricas deben dimensionarse con agilidad, para poder dar respuesta al elevado volumen de peticiones de Acceso y Conexión que ya es una realidad hoy en día. Además, las redes deben modernizarse, a través de la digitalización, para adecuarse a las necesidades de un sistema cada día más descentralizado, más renovable y con más agentes. Y, por supuesto, debe haber un despliegue a gran escala del almacenamiento, que es una tecnología fundamental para optimizar el aprovechamiento de la generación renovable, y para viabilizar económicamente las inversiones.En los próximos años nos esperan grandes retos que requerirán de una actuación ágil, estratégica y conjunta, pero debemos tener muy claro que la transición energética es una oportunidad idónea para reforzar nuestra competitividad y autonomía.
Marina Serrano González afirma que, aunque las guerras de Ucrania y Oriente Próximo, que actualmente marcan la actualidad internacional tienen consecuencias en sus propios territorios, «su repercusión va mucho más allá de los mismos».
ABC habla con la presidenta de la Asociación de Empresas de … Energía Eléctrica, aelec, sobre tierras raras, hidrógeno verde o renovables. «Si España consigue ser el país más competitivo en la generación de energías limpias, como el hidrógeno renovable, va a tener una oportunidad de reindustrializarse, convertirse en un exportador de energía y atraer industria», ha destacado.
¿Cómo está evolucionando la seguridad energética tras los conflictos en Oriente Próximo y Europa del Este?
Cada día escuchamos nuevas noticias sobre los conflictos que están sucediendo tanto en Ucrania como en Oriente Próximo y que cada día adquieren un carácter más impredecible. Si bien estas guerras tienen consecuencias desastrosas en los territorios afectados, su repercusión va mucho más allá de los mismos. Y una de las formas en que nos afectan es a través de las disrupciones en las cadenas de suministro energético.
Ya en 2021, cuando Rusia comenzó la invasión de Ucrania, hubo importantes disrupciones en el mercado del gas natural y la Unión Europea se vio obligada a tomar medidas urgentes para fortalecer su seguridad energética, principalmente a través de la independencia del gas de origen ruso.
Estas medidas se englobaron en el paquete llamado REPowerEU, que supuso el primer paso de una estrategia basada en la autonomía estratégica abierta, que pretende aumentar la resiliencia del sistema energético europeo a través del impulso de las energías renovables que, además de ser de producción autóctona, se traducen en costes de la electricidad mucho más baratos, lo que impulsa la competitividad europea. Además, este plan apuesta por la constitución de alianzas estratégicas con socios fiables a través de memorandos de entendimiento para el progreso de la transición energética en los territorios de los firmantes.
El Informe Draghi publicado en 2024 ya destacaba la importancia de establecer una estrategia de impulso simultáneo a la competitividad y a la descarbonización y ésta ha acabado de materializarse este año a través de la publicación del Pacto Industrial Limpio por parte de la Comisión Europea.
En este contexto, los conflictos que están ocurriendo actualmente en Oriente Próximo, que están provocando disrupciones en el suministro de petróleo, no han hecho más que reforzar esta posición.
Si bien esta posición estratégica es beneficiosa para toda la Unión Europea, en el caso concreto de España, este contexto supone una oportunidad única de posicionarse como un hub energético dentro de la UE, gracias al elevado recurso renovable con el que contamos.
En definitiva, los conflictos que estamos viviendo en los últimos tiempos han servido para reforzar la idea de que, en un contexto geopolítico inestable como el que vivimos, la transición energética no es una opción, sino que es la única alternativa de los Estados miembros de la Unión Europea para contar con un suministro energético seguro, resiliente y sostenible.
¿Qué riesgos geopolíticos conlleva la dependencia de minerales críticos para la transición energética (litio, cobalto, tierras raras)?
Pese a su denominación habitual, los minerales, las materias primas críticas, los metales preciosos y las tierras raras son la base de muchos de los productos terminados que usamos en nuestra vida diaria: desde los cubiertos que utilizamos para comer, hasta los teléfonos y ordenadores portátiles, los vehículos eléctricos, las turbinas eólicas, los paneles solares y los cables eléctricos que alimentan nuestras actividades.
El problema es que muchos de ellos tienen una oferta relativamente inelástica, lo que significa que los productores no pueden aumentar fácilmente la producción para satisfacer los cambios en la demanda. Esto puede generar tendencias al alza en los precios cuando la demanda crece más rápido que la oferta. El litio, por ejemplo, un material clave para producir baterías en vehículos eléctricos, registró un aumento de precio interanual del 496% en 2021 debido a interrupciones en el suministro y al aumento de la demanda.
Para hacer frente a la escasez de suministros y reducir la exposición a las volatilidades de los mercados globales, las empresas intentan diversificar sus fuentes de suministro mientras exploran el almacenamiento y la compra de inventarios de reserva a los proveedores.
Aumentar el reciclaje –que da lugar a materias primas secundarias– es otra solución que abre oportunidades de negocio para las empresas. El reciclaje ayuda a reducir la necesidad de minería y los costos asociados, mejora la gestión de residuos y además respalda una economía circular sostenible en múltiples sectores.
Los Estados no deben cerrar oportunidades de explotación o aprovisionamiento y promover un marco normativo favorable a la circularidad y el reciclaje y a la colaboración con otros Estados y entre empresas para reforzar la seguridad de las cadenas de suministro.
En la industria eléctrica tenemos varios ejemplos de materiales que son imprescindibles en el contexto de la transición energética y de los que somos muy dependientes, en la medida en que por el momento no disponemos de sustitutivos. Entre estos ejemplos, se puede citar el acero de alta calidad, que es un componente fundamental de los transformadores de tensión de las redes, el cobre que utilizamos para elaborar placas de circuito, baterías y para los cables de distribución que llevan la electricidad a los consumidores o el aluminio, que se utiliza ampliamente en la producción de turbinas eólicas. Además, no se puede olvidar el papel que otros materiales juegan en industrias muy ligadas a la transición, aunque no directamente al suministro eléctrico, como el litio necesario para la producción de baterías de vehículos eléctricos y que también es necesario para los equipos de almacenamiento que utilizamos para dotar de flexibilidad a la generación y a la operación del sistema eléctrico.
A medida que Europa acelera su transición hacia el abandono de los combustibles fósiles, la demanda de estos materiales está aumentando exponencialmente. Es decir, nos enfrentamos al riesgo asociado a la concentración de las fuentes de aprovisionamiento y la Comisión Europea ha adoptado la Ley de Materias Primas Críticas (CRMA, por sus siglas en inglés). Esta ley busca dotar a la UE de las herramientas necesarias para garantizar un acceso seguro y sostenible a estas materias, principalmente mediante el establecimiento de un marco de prioridades claras de acción, como la diversificación de importaciones y la inversión en investigación e innovación.
Finalmente, el impulso a una economía circular y sostenible y la diversificación de fuentes de suministro por medio de acuerdos comerciales, alianzas estratégicas y la colaboración de todos los países de la Unión.
¿Qué rol juegan hoy los biocombustibles, el hidrógeno verde y la nuclear en la matriz energética futura?
Todas las energías y todas las tecnologías tienen un papel que cumplir en la transición energética y deben ser empleadas y aplicadas allá donde el análisis coste-beneficio nos indique que pueden contribuir más eficazmente a los fines de descarbonización.
De esta manera, en el caso del hidrógeno viene a jugar el papel de una palanca fundamental en el proceso de descarbonización de las economías europeas. Deberá tener un doble papel como agente descarbonizador en los usos no electrificables y como vector energético que permite extender el uso de las renovables con su capacidad de almacenamiento.
España cuenta con todos los elementos para ser el referente de las energías renovables de Europa: sol, viento y extensión territorial y esta posición hace que España esté llamada a convertirse en un hub de producción de hidrógeno renovable.
España cuenta con proyectos pioneros en la producción del hidrógeno verde, pero también para su utilización en transporte e industria y en general en toda la cadena de valor del hidrógeno renovable. El punto de destino de este en la economía mundial y europea, y española en particular, va a hacer posible que España cuente con una ventaja competitiva respecto a los países del entorno al tener acceso a energía con un precio competitivo.
La configuración ideal para el desarrollo del hidrógeno es una localización cercana a los puntos de consumo, lo que requiere acceso disponible a la red eléctrica en los polos industriales. Una planificación ágil, flexible y multisectorial que recoja las necesidades del gas natural, la electricidad y el hidrógeno de manera conjunta, con un marco retributivo de redes competitivo que garantice la agilidad del desarrollo de la red.
Si España consigue ser el país más competitivo en la generación de energías limpias, como el hidrógeno renovable, va a tener una oportunidad de reindustrializarse, convertirse en un exportador de energía y atraer industria. Y un país con más industria es sinónimo de un país con mejores trabajos, mayor capacidad de resistencia ante choques económicos externos, mayor productividad e innovación y, en definitiva, un país con mayor calidad de vida para los ciudadanos.
En cuanto a los biocombustibles, es una opción válida para la descarbonización de la movilidad, pero es un recurso de potencial limitado.
El recurso nacional disponible es insuficiente, y en ocasiones puede ser costoso de recolectar o de producir, tal como es el caso de residuos de aprovechamiento agropecuario, residuos forestales, etc. Su aprovechamiento tiene sentido en tanto el coste de su producción y uso sea inferior al de la alternativa, ya sea electricidad o hidrógeno renovable. Además, los cultivos para el aprovechamiento energético compiten con los cultivos destinados a la alimentación.
Por último, ya que me preguntas por la energía nuclear, debo decir que en España contamos con un mix de producción eléctrico multi-tecnológico que aporta seguridad y fiabilidad al sistema. El debate debería ser enfocado al mejor aprovechamiento de todos los recursos disponibles, agilizando la entrada de almacenamiento en las redes eléctricas, a potenciar y contar con el pago por capacidad como ocurre en otros países de la UE y a ampliar las interconexiones. Piezas clave para garantizar la seguridad de suministro en un país que es una isla energética.
¿Qué desafíos enfrentan los países productores de petróleo ante el avance de las energías renovables?
Ante la realidad del cambio climático, para los países productores de petróleo caben dos opciones estratégicas: una estrategia adaptativa, asumiendo la transición energética, tratando de reducir las emisiones y aprovechando sus recursos renovables y otra de buscar la continuidad de la producción de combustibles fósiles.
Los países que siguen una orientación más adaptativa persiguen desde hace tiempo la diversificación de sus economías, no solo invirtiendo en el aprovechamiento de sus recursos renovables para disminuir su dependencia del petróleo, sino tratando de desarrollar nuevas industrias y sectores no relacionados con el petróleo u otros combustibles fósiles.
Es evidente que estos países tienen que utilizar los recursos provenientes de la explotación del petróleo, mientras dispongan de ellos para acelerar su transición hacia una economía más diversificada y también para, como el resto de los países, mitigar los efectos del cambio climático, protegiendo sus economías con infraestructuras más resilientes, con una gestión más eficiente de sus recursos y de su sistema energético y con el impulso a la innovación científica y tecnológica.
No obstante, otros países enfocan sus estrategias a maximizar la rentabilidad de las inversiones ya realizadas en la explotación de sus recursos fósiles y orientan su investigación a mitigar sus efectos sobre el medio ambiente, pero sin una ambición compatible con compromisos de cero emisiones netas, al menos con un horizonte temporal definido. En todo caso, recurren a tecnologías que, como la captura y almacenamiento de carbono, pueden contribuir a reducir las emisiones pero que, cuando compiten con una alternativa tecnológica más eficiente en términos de potencial de descarbonización, contribuyen en menor medida a la consecución de los objetivos climáticos.
¿Cómo afecta el cambio climático a la disponibilidad y control de recursos naturales estratégicos?
La transición de un sistema intensivo en combustibles fósiles a uno descarbonizado y basado en la electricidad requiere el acceso a materias primas y cadenas de suministro para tecnologías limpias, como los paneles solares fotovoltaicos (FV), las turbinas eólicas, los vehículos eléctricos (VE), las baterías, los transformadores, entre otros.
La demanda de estos materiales ya está en aumento. Según la Agencia Internacional de la Energía, entre 2017 y 2022, el sector energético se convirtió en el principal impulsor de la demanda de litio, cuya demanda se triplicó, al igual que la de otros materiales necesarios para la transición energética y la lucha contra el cambio climático, como el cobalto y el níquel.
La producción y el procesamiento de estos recursos están actualmente concentrados en unos pocos países no pertenecientes a la UE, como China, en el caso de las tierras raras; Chile, para el cobre y la República Democrática del Congo, para el cobalto. Existen riesgos tangibles de generar nuevas dependencias para los países de la UE si no se mitigan adecuadamente mediante la diversificación de proveedores, el aumento del reciclaje de componentes y el uso de metales alternativos.
Aumentar la capacidad de fabricación en Europa también conlleva desafíos. Los desarrolladores de proyectos deben enfrentarse a una legislación compleja, procesos de permisos prolongados, restricciones medioambientales y escasez de mano de obra cualificada. Esto significa que Europa necesitará realizar inversiones significativas para aumentar sus capacidades de producción en consonancia con su ambición climática, así como con sus necesidades económicas y de seguridad.
Y todos estos desafíos son ineludibles, pues el cambio climático actúa como un multiplicador de amenazas. Europa se ha estado calentando el doble de rápido que el resto del mundo desde la década de 1980, lo que hace que los fenómenos meteorológicos extremos sean más severos y frecuentes. El otoño pasado, en solo ocho horas de lluvias récord, cayó en Valencia el equivalente a un año de precipitaciones.
Los incendios forestales, el calor extremo, las inundaciones y las sequías están sometiendo a una presión creciente a nuestro sistema energético, el cual deberá adaptarse a un futuro más cálido. Con este objetivo, la Comisión Europea ha solicitado la realización de pruebas de resistencia para las infraestructuras energéticas críticas, a fin de reforzar la resiliencia del sistema y su preparación frente a los riesgos climáticos.
El cambio climático, además de poner a prueba la resiliencia de nuestro sistema energético, acrecienta la competencia por la disponibilidad de los recursos más necesarios en el nuevo entorno que se avecina e impone la necesidad de reforzar la seguridad de las cadenas de suministro, a través de la diversificación de fuentes de energía y la reducción de la dependencia de combustibles fósiles. Esto implica aumentar la autosuficiencia energética nacional, potenciar las energías renovables y mejorar la eficiencia energética.
¿Qué desafíos enfrenta Europa para garantizar su seguridad energética mientras transita hacia energías renovables, reduce su dependencia del gas ruso y compite por el acceso a minerales críticos?
Como decía anteriormente, nos encontramos en un momento de transformación profunda a nivel global que tiene implicaciones importantes en el sector energético. Las guerras en Ucrania y Oriente Próximo, junto con la urgencia climática, han empujado a la Unión Europea a replantear su modelo energético, moviéndose hacia una autonomía estratégica que lo haga más resiliente. A pesar de que la dirección en la que debemos avanzar está clara –descarbonización, autonomía estratégica y sostenibilidad–, esto no significa que la transición que estamos viviendo esté exenta de desafíos importantes.
El principal reto, reconocido por la propia Comisión Europea, es el de progresar simultáneamente en la descarbonización e industrialización de la Unión. Esto implica avanzar hacia una economía climáticamente neutra sin debilitar la base industrial del continente, que es esencial para el empleo, la innovación y la autonomía estratégica. En particular, los costes de ciertos sectores energético-intensivos en Europa siguen siendo más altos que en otras regiones como Estados Unidos o China, donde el acceso a energía barata o las menores exigencias regulatorias ofrecen ventajas competitivas.
En este contexto, es importante proteger a estas industrias durante la transición, para evitar su fuga a otras regiones con regulaciones más laxas o con costes energéticos menores. Medidas como el mecanismo de ajuste en frontera por carbono (CBAM) son un paso relevante en este sentido, ya que buscan garantizar condiciones de competencia equitativa, un level playing field, entre productos fabricados dentro y fuera de la UE bajo diferentes estándares medioambientales.
La publicación del Pacto Industrial Limpio es una declaración de intenciones de la Comisión Europea, cuya prioridad pasa a ser, además de la descarbonización, la protección y el refuerzo de la competitividad de la industria europea.
El segundo desafío que destacaría es el vinculado a las materias primas críticas, necesarias para muchos de los componentes clave de la transición energética. La electrificación requiere cantidades sustanciales de minerales como litio, cobalto, tierras raras o cobre, cuya extracción y procesamiento se encuentra muy concentrado.
Para mitigar esta vulnerabilidad, es indispensable adoptar un enfoque más circular, fomentando la reutilización y el reciclaje de componentes, e invertir en tecnologías que optimicen la recuperación de materiales en todas las fases de la cadena de valor.
Finalmente, el tercer desafío radica en tener una infraestructura energética capaz de adaptarse al nuevo paradigma energético. Ante el previsible crecimiento de la demanda en los próximos años, las redes eléctricas deben dimensionarse con agilidad, para poder dar respuesta al elevado volumen de peticiones de Acceso y Conexión que ya es una realidad hoy en día. Además, las redes deben modernizarse, a través de la digitalización, para adecuarse a las necesidades de un sistema cada día más descentralizado, más renovable y con más agentes. Y, por supuesto, debe haber un despliegue a gran escala del almacenamiento, que es una tecnología fundamental para optimizar el aprovechamiento de la generación renovable, y para viabilizar económicamente las inversiones.
En los próximos años nos esperan grandes retos que requerirán de una actuación ágil, estratégica y conjunta, pero debemos tener muy claro que la transición energética es una oportunidad idónea para reforzar nuestra competitividad y autonomía.
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