Jornada política del 4 de julio de 2025 | Aznar asegura en el congreso del PP que está en juego “la continuidad histórica de la nación” y Rajoy defiende que la legislatura “nunca debió arrancar”

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 El PP inicia su congreso centrado en las críticas a la corrupción del PSOE  

Análisis exprés | Aznar se queda a gusto esperando ver a Sánchez en la cárcel

La gran sesión de apertura del XXI Congreso Nacional del PP se convirtió en un aquelarre de revanchas pendientes, con distintos modos, maneras y eco diferente, según el estilo propio de los expresidentes populares, José María Aznar y Mariano Rajoy, que deberían de servir de ejemplo para los intereses de Alberto Núñez Feijóo. Ese era el plan. Feijóo lo validó, aunque no está claro si con los resultados esperados. Aznar necesitaba quedarse a gusto, como confesó más tarde, cuando no se sabía ya si había terminado su arenga a los discípulos díscolos que no acaban de cumplir con la misión encomendada. Aznar hizo de Aznar elevado a la enésima potencia, que no de expresidente, una figura institucional en la que nunca se encontró cómodo. Aznar atacó de tal manera a Pedro Sánchez, le negó cualquier legitimidad, extendió hasta tal punto la responsabilidad del jefe del Ejecutivo sobre los casos de corrupción que asolan ahora al PSOE, que al final hasta pareció menor que apuntara claramente a que debería estar ya camino de la cárcel.

Para Aznar, eso era sabido, no hay más España que la suya, una, por supuesto, indivisible, no confederal ni multinacional o multicultural. Aznar ya no quiere hablar catalán en la intimidad con el “enano” de Jordi Pujol, como le cantaron aquella noche electoral de 1996 cuando no se le atragantaban los apoyos de la extinta CiU, ni se acuerda de que el condenado Rodrigo Rato firmara los pactos del Majestic, ni de cuando él intentó proponer ministros a dirigentes de Unió, ni de los problemas de corrupción de sus exministros y de Luis Bárcenas, que dejó en herencia a Rajoy con las consecuencias que luego reportó el caso Gürtel. Aznar también tiene una memoria selectiva y este viernes rememoró el congreso de la refundación de 1990 en Sevilla para ponerle deberes a Feijóo y a todos los presentes. El auditorio más que motivado se sintió regañado. Algunas de sus invectivas más que pasión dejaron atónitos a los presentes.

Lo de Rajoy siempre es diferente. Incluso cuando quiere ser duro, para que Aznar no le deje como un acomplejado. A Rajoy el Gobierno actual de Pedro Sánchez le parece “muy malo” y que nunca debería haberse formado, pero no lo manda a prisión. No al menos en público. A Rajoy le molesta y le desagradan los pactos múltiples y Frankestein de Sánchez, los avales a leyes como la de amnistía del Tribunal Constitucional o que los servicios públicos y en particular los trenes pues no lleguen a su hora y montarse en ellos sea ahora “una aventura”. Pero el Alvia a Galicia se salió de la vía a la entrada en Santiago con su querida Ana Pastor como ministra de Transportes y murieron 82 personas. Rajoy tardó siete meses en pedir perdón por el caso Gürtel que Aznar le dejó bien asentado en las plantas más nobles de Génova 13 y otros cinco años en pagar sus consecuencias hasta que no hubo una sentencia firme por corrupción. Rajoy, al menos, no puso este viernes deberes a nadie, tampoco a Feijóo, y, sobre todo, tampoco los reprendió. A Aznar solo le faltaba la guayabera para asemejar un caudillo caribeño. Rajoy simplemente se quitó la corbata.

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