Pedro Abizanda, el sabio español de la longevidad: «Está demostrado que los 10.000 pasos no son suficientes»

«Empezamos a envejecer a partir de los 30 años» / «Los genes solo explican el 25% de los años que vamos a vivir» / «La lentitud de la marcha es el primer signo de fragilidad» / «El ejercicio físico nos da hasta 5 años más de vida con salud» / No hay ningún medicamento que alargue la vida a día de hoy»
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Cuando le preguntan a Pedro Abizanda cuál es el hábito que más alarga nuestra vida saludable y lo hace de forma más sencilla, no lo duda: «Sí o sí o sí o sí, el ejercicio«.

El subrayado hiperbólico del geriatra en su respuesta contrasta con las demás declaraciones, comedidas, del resto de la entrevista. 

Teniendo en cuenta su currículum, más nos vale grabarnos ese «sí o sí o sí o sí» en la cabeza.

Abizanda es jefe del Servicio de Geriatría de la Gerencia de Atención Integrada de Albacete, profesor titular de Geriatría en la Universidad de Castilla-La Mancha y acaba de ser nombrado director cientifico del Ciberfes. 

Se trata del Centro de Investigación Biomédica en Red sobre Fragilidad y Envejecimiento Saludable, integrado en el Instituto de Salud Carlos III, y que está formado por una veintena de grupos de investigación de universidades, hospitales, consorcios y fundaciones de todo el país.

Además, es autor de más de 100 artículos científicos y el editor del primer tratado de Medicina Geriátrica en lengua española. 

Si alguien sabe sobre longevidad y envejecimiento en nuestro país, es él. 

Aunque le fascinan los avances que ha habido en la investigación del envejecimiento en la última década y media, afirma que todavía estamos lejos de cualquier tipo de terapia rejuvenecedora.

También estamos lejos de poder medir nuestra edad biológica, así que mejor fiarnos de la que pone el DNI.

La buena noticia es que los genes solo influyen un 25-30% en nuestra longevidad, así que en nuestras manos está llegar a mayores con una salud de hierro.

Y, para hacerlo, hay algo que es imprescindible. Sí o sí o sí o sí.

Un estudio reciente señala que el cuerpo cambia a partir de los 44 años. ¿Es ahí cuando empezamos a envejecer?

No. Empezamos a envejecer desde el momento en que termina la maduración de nuestro cuerpo, que suele ser alrededor de los 30 años. Ahí es cuando empieza el fenómeno del envejecimiento: nuestro cuerpo deja de desarrollarse, de madurar, y comienza a envejecer.

Otra cosa es que haya puntos o momentos en la vida de las personas, con una cierta variabilidad, en la que ese envejecimiento puede sufrir una aceleración. Eso está descrito en el artículo que comentas, que podría ser un punto de inflexión pero no es así de estricto.

También dice que, a partir de los 60-65 años, podría aparecer el envejecimiento más fenotípico, las canas, las arrugas, etc. y, a partir de los 80, tendríamos un envejecimiento más funcional, [relacionado] con las actividades de nuestro día a día.

Pero todo esto es muy aproximado y generalizado. Realmente, el proceso de envejecimiento es continuo, lento, progresivo, desde que termina nuestra maduración. 

¿Tiene sentido diferenciar edad cronológica y biológica?

Sentido tiene porque no todo el mundo envejece igual, a la misma velocidad. Este es uno de los grandes misterios y retos del envejecimiento. 

Sin duda, la edad cronológica es clara: la que pone nuestro DNI. La edad biológica, aunque hay múltiples herramientas descritas para hacer una aproximación, todavía no hay ninguna que, de manera fehaciente, reproducible y válida sea la que tenemos que adoptar.

Se habla de relojes biológicos, de calculadoras de edad biológica… pero no es algo definitivo todavía.

Tenemos que seguir confiando en el DNI.

La edad cronológica es importante, sin duda. Sé que hay corrientes que dicen que no, que lo importante es la edad biológica, pero la cronológica también importa: no es lo mismo tener 80 años que 65.

España tiene una de las esperanzas de vida más altas, pero ¿cómo llevan los españoles el envejecimiento?

Creo que somos un país donde se envejece muy bien. Estamos siempre entre los países con mayor longevidad y, aunque algunos estudios habían descrito que no estábamos entre los países europeos con mayor expectativas de vida libre de discapacidad, que es la importante, sí que estamos entre los mejor posicionados.

El envejecimiento en España es bastante satisfactorio, en parte por los estilos de vida y, en parte, también tendrán que ver nuestros genes y los factores ambientales.

¿En qué porcentaje podemos influir en nuestro envejecimiento y cuánto depende de la genética y el azar?

Tradicionalmente, se ha dicho que los genes que heredamos de nuestros padres podrían explicar, en el momento del nacimiento, alrededor del 25-30% de los años de vida que vamos a tener. 

Eso implica que entre el 70-75% de los años que teóricamente vamos a vivir están explicados por el entorno. Cómo se modifica el genoma, los estresores ambientales, lo que comemos, nuestros estilos de vida, las infecciones que tenemos, las vacunaciones, la polución… una infinidad de factores que hoy en día se conoce como el exposoma es lo que modula la manera en que vamos envejeciendo.

Ese 70% podemos modificarlo para envejecer mejor.

Potencialmente. Hay cosas que son difíciles de modificar: el aire que respiramos, las radiaciones… Pero hay factores sobre los que claramente podemos influir.

¿Por qué tan poca gente llega a centenaria?

Porque la longevidad, a día de hoy, es una asíntota, una curva que cada vez se acerca más al cero, es decir, todos tenemos que fallecer porque la especie humana tiene una expectativa máxima de vida. 

Hoy en día esa expectativa está en los 122 años, que es la edad a la que falleció Jeanne Calment, y a medida que nos acercamos a ese punto máximo de longevidad por las características de nuestra especie animal, pues sobrevive menos gente. Es un tema biológico, de evolución pura y dura. 

Los centenarios responden a lo que llamamos envejecimiento exitoso, que son auténticos supervivientes a patologías y enfermedades. Son personas que deben de tener una genética excepcional, con unos genes protectores muy estipulados, que les permiten evitar enfermedades, evitar fragilidad, y eso les permite llegar a edades muy avanzadas de la vida.

Además, España es de los países con más centenarios. Hay lo que se llaman las zonas azules, que tienen una acumulación de centenarios por encima de lo normal. Hay cinco en todo el mundo, ahora parece que quieren sacar una sexta.

En España tenemos unas zonas de longevidad excepcional: una en Orense, pero también hay otras. No estamos mal posicionados en cuanto a centenarios.

¿Cuál es el primer signo de fragilidad en las personas?

La fragilidad está compuesta por cinco criterios. Posiblemente, el primero que suele aparecer es una lentificación en la velocidad de marcha.

El problema de la fragilidad es que hay diferentes vías de acceso: la fragilidad es como un fenotipo final. Se puede llegar a través de la pérdida de masa muscular, de temas nutricionales y pérdida de peso, a través de enfermedad crónica, problemas del sistema nervioso central y de cognición…

Pero normalmente el primer signo, y hay estudios que lo podrían detectar a los 50 años incluso, es un ligero enlentecimiento en la velocidad de marcha.

¿Qué hay que hacer si nos notamos más lentos, entonces?

Es una buena pregunta. Como siempre, ir al médico de familia. El médico de famila debe ser la entrada al sistema de salud sí o sí y deberían cribar si existe fragilidad.

Ya hay un documento del Ministerio de Sanidad en que se dan pautas a los médicos de familia para que lo hagan, con una serie de recomendaciones validadas. Si con ese análisis detectan que el problema es importante, tiene la opción de derivar al geriatra.

¿Cuál es la condición común que más afecta al envejecimiento saludable?

La fragilidad supone una antesala de la discapacidad y la dependencia. Un envejecimiento saludable es un envejecimiento sin fragilidad: son personas mayores, con buena función física (los llamamos robustos), no son lentos, tienen buena fuerza, tienen apetito, no pierden peso, realizan actividad física y se encuentran desde el punto de vista cognitivo en un estado satisfactorio. 

Son personas que realizan sus actividades físicas y mentales sin limitaciones, y sabemos que eso se puede mantener hasta edades muy avanzadas de la vida. 

Cuando empiezan a fracasar esas actividades que hemos comentado es cuando puede empezar la fragilidad, es un estado preclínico. Si esto sigue avanzando es cuando la persona mayor entra en discapacidad y en dependencia.

¿Y cuál es el cambio de hábito más sencillo y que tenga el mayor impacto en nuestra salud?

Sí o sí o sí o sí, el ejercicio físico. Debe ser una constante a lo largo de toda nuestra vida porque ya se ha demostrado que otorga entre cuatro y cinco años más de expectativa de vida libre de discapacidad.

Pero, en edades avanzadas, el ejercicio físico es todavía más importante que en edades jóvenes. Cuanto más mayor, más frágil y más importante es que las personas realicen ejercicio físico.

Se vende muchas veces que hay que caminar 10.000 pasos pero está muy demostrado que no es suficiente. Los ejercicios físicos para personas mayores tienen que ser multicomponente: es imprescindible que lleven una parte de fuerza y potencia muscular, es decir, pesas, lo que se hace en un gimnasio. 

Además, tiene que tener un componente de ejercicio de equilibrio. Solamente caminar no es suficiente.

Tiene sentido empezar a hacer ejercicio a cualquier edad, incluso con 80 años.

Desde que nacemos. Nunca es tarde: una persona de 80 años, si no lo hace, debe hacerlo. Es imprescindible y los beneficios son mayores en personas mayores que en otras jóvenes.

¿Hay algún tipo de ejercicio que sea más recomendable en personas de mediana edad?

Yo no soy experto en ejercicio físico en personas jóvenes. Las ventajas de las personas jóvenes es que, desde el punto de vista cardiorrespiratorio y cardiometabólico, tienen muchísima más tolerancia, con lo cual es más fácil que puedan realizar ejercicios aeróbicos de alta intensidad, como jugar al fútbol.

Esto, en edades avanzadas, es más complicado porque la reserva cardiorrespiratoria y cardiometabólica es menor, con lo cual se pueden hacer ejercicios aeróbicos o de entrenamiento cardiovascular, pero de forma mucho más controlada. 

La persona joven puede hacer cualquier tipo de ejercicio. La persona mayor debe tener más cuidado y estar más monitorizada.

Hay médicos que apoyan la copita de vino diaria.

Cualquier gota de alcohol es mala. Ese debe ser el mensaje que debemos trasladar los médicos.

¿Incluso en una persona de 70 u 80 años?

Las recomendaciones que debemos dar son como las del tabaco: no hay que fumar y cualquier gota de alcohol es negativa.

Mientras no existan ensayos clínicos que demuestren que esa copa de vino puede ser beneficiosa, las recomendaciones deben ser, desde el punto de vista médico y sanitario, estrictas: cero alcohol.

¿Qué opinión le merecen los biohackers, que toman varias pastillas al día, se levantan a las 4 de la mañana para hacer ejercicio, se hacen transfusiones de plasma…?

El ejercicio físico y una dieta saludable son las dos intervenciones más eficaces para tener un envejecimiento exitoso, esto es evidente.

¿El nivel de intensidad? En edades medias de la vida no está bien estandarizado. Yo huyo de los extremos. Luego tendremos que ver si, en esas personas, consiguen vivir más años y, sobre todo, más años libres de discapacidad. Pero para conocer eso de verdad hay que hacer ensayos clínicos tremendamente complejos. 

Un solo caso no es significativo: no conocemos la genética de esa persona, qué le está influyendo… No está controlado. Debemos intentar huir de los extremos y recomendar lo que sabemos: hacer ejercicio físico durante toda la vida, en personas mayores que sea multicomponente, y hacer una dieta saludable basada en la dieta mediterránea. Eso es 100% seguro.

Hay mucho dinero invertido para lograr una pastilla antienvejecimiento. 

La investigación en envejecimiento es fascinante y en los últimos 10-15 años ha vivido una revolución dramática, lo que se pensaba no modificable, como la edad o el envejecimiento, ahora sabemos que es posible que, en un futuro, se pueda modular o mejorar. 

Pero, a día de hoy, no hay ningún medicamento ni ningún componente que esté demostrado que alargue el envejecimiento libre de discapacidad, que mejore la longevidad. 

Es cierto que, desde el 2013 más o menos en que empieza todo este movimiento, hay investigaciones muy serias, con ensayos clínicos controlados y, a lo mejor, en el futuro tendremos respuestas. Pero, a día de hoy, no hay nada.

¿Sustituirá esa pastilla al ejercicio o a la alimentación sana?

Seguro que no. Será un plus. Lo que ya sabemos es que la edad es el factor de riesgo más importante de todo lo que hoy en día se consideran enfermedades crónicas o no comunicables. 

Si consiguiéramos modular la manera en que envejecemos, de manera que consiguiéramos un envejecimiento más exitoso y aumentar la longevidad cuatro o cinco años, a lo mejor reduciríamos el alzhéimer en un 40%, por ejemplo.

Empezamos a saber que esta modulación del envejecimiento puede que en un futuro sea beneficiosa para el control de muchas de las enfermedades que ahora están asociadas al envejecimiento, y puede que eso consiga que tengamos una mejor vejez libre de discapacidad, que es el único objetivo.

Pero insisto, todo esto está en investigación, que hay mucha, pero a día de hoy no podemos recomendar nada. Y, por supuesto, nunca sustituirá al ejercicio ni a la alimentación. 

 elespanol – Salud

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