La probabilidad de haber muerto por una enfermedad no transmisible, sin embargo, es casi el doble de alta en los hombres españoles.
Más información: La OMS azuza el debate de la salud de los hombres: «Ha sido ampliamente ignorada, es una cuestión fundamental» La probabilidad de haber muerto por una enfermedad no transmisible, sin embargo, es casi el doble de alta en los hombres españoles.
Más información: La OMS azuza el debate de la salud de los hombres: «Ha sido ampliamente ignorada, es una cuestión fundamental»
La probabilidad de morir por una enfermedad no transmisible a los 80 años en las mujeres españolas es del 18,8%, según un análisis de 185 países publicado en The Lancet.
Es el porcentaje más bajo tras el triángulo formado por Corea del Sur (15,4%), Japón (15,7%) y el microestado de Singapur (18,5%). Del resto de países, solo Francia se sitúa también por debajo del 20%.
Entre los hombres, en cambio, no se replica la situación. El 35,1% habrá muerto a los 80 años por una de estas patologías, lo que sitúa a España en la parte baja entre los países de altos ingresos.
Singapur registra el menor porcentaje de muertes en hombres por este grupo de patologías (29,1%). De los 25 países con más ingresos, España se sitúa en el puesto 17, por delante de Alemania o Reino Unido, pero por detrás de Francia, Suecia, Noruega o Italia.
Las enfermedades no transmisibles o crónicas, como la diabetes, el cáncer o las patologías cardiovasculares, son la principal causa de muerte en todo el mundo.
Entre 2010 y 2019, la probabilidad de morir por su causa se redujo en 152 países para las mujeres y en 147 para los hombres.
Las protagonistas de esta disminución fueron, en la mayoría de países, las enfermedades del sistema circulatorio y algunos tipos de cáncer: para ambos sexos, los de estómago y colorrectales; en los hombres, pulmón y próstata; y en las mujeres, cérvix y mama.
No obstante, esta reducción ha sido menor que la registrada en el decenio anterior, advierten los autores, liderados por Majid Ezzati, investigador del Imperial College de Londres.
En el caso español, la caída de las muertes por enfermedades crónicas en la primera década del siglo fue de 4,9 puntos porcentuales en las mujeres, ralentizándose a 2,8 puntos en el siguiente decenio.
En los hombres también se observó una ralentización, aunque la caída fue mayor en ambos periodos: 7,3 puntos entre 2001 y 2010, y 5,7 entre ese año y 2019. De hecho, a principios de siglo, prácticamente la mitad de los hombres españoles había muerto por enfermedades crónicas a la edad de 80 años.
La brecha entre hombres y mujeres «tiene que ver con los estilos de vida y los roles de género que desempeñan», explica Marta González Touya, portavoz de la Sociedad Española de Salud Pública y Administración Sanitaria (SESPAS).
«Es verdad que las mujeres han empezado a tener otros hábitos, pero, tradicionalmente, los hombres han bebido más alcohol, han consumido más tabaco y han tenido conductas de mayor riesgo».
El efecto de estos hábitos «no es inmediato, pero se ha ido perpetuando en enfermedades y riesgos a largo plazo», añade.
Sin embargo, advierte que el estudio solo se refiere a la mortalidad. «Las enfermedades crónicas son diferentes. Las de las mujeres no producen tanta muerte prematura, pero sí empeoran la calidad de vida: problemas de salud mental, lumbalgia, dolores crónicos, etc.»
Esta brecha en la mortalidad entre hombres y mujeres también se refleja en las diferencias en la esperanza de vida al nacimiento.
Según los últimos datos oficiales, correspondientes a 2023, era de 81,1 años para los hombres y de 86,3 años para las mujeres.
Hay un detalle revelador, sin embargo: los hombres viven el 76,9% de estos años libres de incapacidad, frente al 71,6% de las mujeres.
En los últimos años, mientras la diferencia en la esperanza de vida se ha mantenido prácticamente constante, el número de años de vida saludable ha crecido en los hombres españoles al doble de ritmo que en las mujeres.
«Las enfermedades cardiovasculares están igualándose mucho entre hombres y mujeres», explica Lorenzo Armenteros, portavoz de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG).
«Es probable que las mujeres vivan más porque tienen mayor resistencia a determinadas patologías crónicas. Además, no hay un cribado tan efectivo como el de mama en tumores que afectan más a hombres, como el de pulmón, y eso influye».
Estatinas y antihipertensivos
Los buenos datos en mortalidad de la primera década del siglo XXI están impulsados principalmente por los avances en los tratamientos, apunta el especialista.
En un análisis de la revista Nature, Veronica Le Nevez, del George Institute for Global Health de Sídney (Australia), destacaba cómo la amplia adopción de estatinas (para controlar el colesterol) y antihipertensivos ha reducido el riesgo de infartos e ictus.
Además, la expansión de las vacunas mejoró notablemente las perspectivas frente a la hepatitis y el cáncer de cérvix (causado en su mayoría por el virus del papiloma humano).
También contribuyeron las restricciones al tabaquismo y al consumo de alcohol, que han ayudado a reducir la mortalidad por enfermedades asociadas a dichos hábitos.
Tras este rápido avance frente a las enfermedades crónicas, Marta González considera normal que la tendencia se haya ralentizado. «Cuando no hay nada, cualquier avance parece muchísimo, y los posteriores ya cuestan mucho más».
Con todo, apunta que pueden existir otros factores que hayan influido en la desaceleración, como la contaminación, cuyo impacto en las enfermedades respiratorias y cardiovasculares es bien conocido.
Lorenzo Armenteros, por su parte, va más allá y cree que el impulso en los tratamientos de principios de siglo debería haber continuado con políticas decididas hacia la prevención de la enfermedad, y no ha sido así.
«La medicina preventiva es la más barata, pero la de menor rendimiento político. Al político le gusta mucho inaugurar un PET en un hospital, pero no tanto una campaña para promocionar buenos hábitos de sueño y educación física en los colegios».
Esta no es una cuestión únicamente de España. «Los países han mejorado en un pilar de su sistema sanitario, pero en el otro, el de los hábitos saludables, no han invertido tanto».
Por eso se muestra pesimista sobre la tendencia futura de las enfermedades no transmisibles. «Hace falta una atención primaria desarrollada. A mi especialidad se le añadió la palabra ‘comunitaria’, y esto es fundamental. La medicina tiene que ser cada vez más personalizada, sí, pero también cada vez más comunitaria».
elespanol – Salud