<p>Entre la colección de trabajos multimedia que acumula <strong>Ana Morgade</strong> (Madrid, 1979), que lo mismo hace tele y radio que teatro, música y cine, destaca ser maestra de ceremonias de <strong>‘Mentes peligrosas’</strong>, la gira de un <i>Dream Team</i> de cómicos (de Leo Harlem y Eva Hache a Hovik y Luis Piedrahita) que recorre España en plan cómicos de la legua con teléfono móvil. Han llenado diez días en Madrid y ahora aguardan Barcelona, Vitoria, San Sebastián, Zaragoza…</p>
Apareció en escena cuando las mujeres eran una rareza en la comedia y ahora disfruta el cambio como referente, aunque no se fía: «Cada vez que suena el teléfono, creo que van a despedirme»
Entre la colección de trabajos multimedia que acumula Ana Morgade (Madrid, 1979), que lo mismo hace tele y radio que teatro, música y cine, destaca ser maestra de ceremonias de ‘Mentes peligrosas’, la gira de un Dream Team de cómicos (de Leo Harlem y Eva Hache a Hovik y Luis Piedrahita) que recorre España en plan cómicos de la legua con teléfono móvil. Han llenado diez días en Madrid y ahora aguardan Barcelona, Vitoria, San Sebastián, Zaragoza…
- Muy peligrosos no parecéis. Si acaso, Hovik.
- En realidad, es mucho más peligrosa la gente que se toma en serio a sí misma que todos los cómicos juntos. Le hacemos un poco de homenaje a aquella mítica película de nuestra generación con esa Michelle Pfeiffer imponente metiendo caña a todos los chavales del instituto y, de alguna manera, lo que hemos intentado hacer es una fiesta de antiguos alumnos que ya tenemos el diploma cum laude de la Universidad de la Vida y nos reencontramos para contarnos qué tal nos ha ido.
- Esas fiestas tienen peligro y te llevas sorpresas. Hay cuentas pendientes, gente que ha envejecido muy mal…
- Sí, ese momento de volverte a ver con antiguos amigos y pensar: «¡Dios mío! ¿Tengo el mismo aspecto horrible que estoy viendo a todo el mundo?». Porque nosotros nos vemos siempre bien. Yo estoy fenomenal, ¿no?
- Impecable
- Eso creo yo, pero luego llegas allí, te saluda uno y flipas: «Dices que te llamas como mi amigo del instituto, pero ya no eres ni su sombra». De todo el espectáculo, el que mejor ha envejecido es Leo Harlem porque ya era mayor cuando yo empecé en la comedia y está exactamente igual.
- Luego, uno también se pone intenso, hace balance de la vida… ¿Estás donde soñaste estar?
- Creo que sí, estoy donde tenía que estar, pero con 14 años yo no proyectaba ni de coña que iba a tener la vida que tengo ahora. Siempre me he querido dedicar a la farándula y subirme a los escenarios es lo que a mí me bombea la sangre, pero jamás me habría imaginado que me iba a ir tan bien. Soñaba con que quizás, si tenía suerte, podría vivir dignamente de esto y no tenerlo que compaginar con ser camarera, teleoperadora, recepcionista o azafata de congresos. He sido todas esas cosas antes de que me empezara a ir bien.
- En ti conviven dos Ana Morgade: la del éxito mainstream y la underground, con proyectos pequeños como tu grupo de música, Mapache Malo, o el de improvisación, Impromadrid.
- Sí, soy como Superman y Clark Kent. La Ana con gafas y la Ana sin gafas. Siempre he tenido mogollón de oportunidades de hacer cosas brutales como esta gira de ‘Mentes Peligrosas’, que está llenando estadios, palacios de congresos y teatros inmensos. Eso es algo que no entraba ni en mis mejores sueños y lo agradezco infinito porque me permite vivir bien, pero es verdad que a mí me gusta mucho lo chiquitito, las salas pequeñas y los proyectos que no dan mucha pasta porque de ahí salen las ideas más geniales. Entonces, nunca he querido renunciar a eso. Me parece totalmente compatible y esos trabajos me recuerdan quién soy y quién he sido siempre.
- No tienes, entonces, el rollo Gollum-Smeagol, con una mitad afeándole lo que hace a la otra.
- No hay conflicto porque, entre otras cosas, todo lo que hago tiene un denominador común, que es que me lo paso muy bien currando. Lo que pasa es que no siempre con el mismo presupuesto.
- ¿Has perdido al fin el miedo al fracaso?
- ¡Qué va! Para nada. Cada vez que me llaman de cualquiera de mis trabajos, y ahora tengo seis o siete, creo que es para despedirme. Descuelgo siempre con un miedo terrible y luego es para cualquier chorrada.
- Requisitos de profesión.
- Sí, me ha pasado siempre, pero es verdad que hay que estar preparado para que te despidan en cualquier momento. No hay ningún proyecto, excepto ‘Saber y ganar’, que dure para siempre. Saber eso y tenerlo siempre en la cabeza te quita mucha responsabilidad.
- En ‘Mentes peligrosas’ participan muchas cómicas jóvenes, como Lalachús, Carolina Iglesias o Henar Álvarez. Ha mejorado la situación de la mujer en la comedia desde que tú empezaste hace 20 años.
- Cuando yo empecé, en la comedia estaban Eva Hache y la selva. No había nada más. Ahí aparecimos tres o cuatro que empezamos a sacar la cabecita y ahora, al fin, hay mogollón de cómicas que tienen visibilidad y relevancia.
- No te quiero hacer sentir mayor, pero eres una pionera.
- Es lo que hay. Cuando empecé a hablar con ellas, me decían: «Claro, es que nosotras te veíamos de niñas». Es curioso porque, en esos tiempos, yo no tenía ni idea de que éramos tan pocas porque ni siquiera lo pensaba. No teníamos tanta conciencia de las cosas. Ahora que, por suerte, han venido cómicas más jóvenes para invitarnos a las señoras de la comedia a sus podcasts es cuando, de repente, escucho frases tan bonitas como: «Yo te veía en la tele y pensaba que si tú habías llegado, yo también podía». Y yo, mientras tanto, sin tener ni idea de cómo he llegado hasta aquí y pensando que me van a echar mañana.
- ¿Al fin ha desaparecido el tópico de que las mujeres no sois graciosas?
- El mundo es el que es y el mundo es machista. Es una realidad. Hace poco he leído un libro que me ha parecido muy molón y lo estoy recomendando sin parar, ‘¿Y los hombres qué?’, de Caitlin Moran. Me encanta cómo presenta el feminismo y habla de cómo lograr que los chavales jóvenes se sientan incluidos en ese movimiento. Para mí es superimportante y algo que todavía está por cuajar, que todo el mundo entienda que el feminismo es un movimiento global y que a todo el mundo le hace la vida mejor. Eso es algo que está todavía muy en pañales y todavía hay mucha gente que no se siente apelada, que siente que no va con ellos y que sigue aferrada a viejos prejuicios, en la comedia como en todo.
- Hay una ola antifeminista en cierta juventud que no parece ir a menos.
- Es cierto y en ese tipo de casos lo más interesante es preguntar y escuchar porque, creo, la mayoría de hombres que reaccionan así es por miedo y cuando alguien está muy asustado no sirve de nada decirle que lo que está haciendo está mal o que su reacción es ridícula. Así no le ayudas a calmarse. Lo importante es decirle: «¿Qué te pasa? ¿Qué es lo que te asusta? ¿Cómo estás? Vale, vamos a hablarlo. Estoy aquí. Cuéntame». Sólo así vamos a poder entendernos.
- Hablabas antes de los podcasts. Han sido la gran vía de acceso de las cómicas.
- El mundo de la comedia ha cambiado un montón y, por suerte, ya no hay solamente una manera de que te vaya bien. Conviven mogollón de propuestas gracias a que hay muchas plataformas. Eso es guay porque al éxito ya no sólo puedes llegar a través de la televisión para todos los públicos. Puedes hacer propuestas mucho más arriesgadas que funcionan aunque no le gusten a determinadas personas que buscan lo de siempre y eligen lo que sale en los grandes medios. Lo de siempre está de capa caída y eso es muy interesante. Al mismo tiempo sigues viendo un montón de signos de discriminación para las mujeres en cualquier campo y también en la comedia. Te sigues encontrando paredes infranqueables y techos de cristal, pero ya somos muchas señoras en la comedia dando unos buenos codazos para romperlos.
- ¿Qué paredes y techos?
- En realidad, es una cultura general muy anclada a criterios masculinos de qué es gracioso y qué no y eso repercute tanto en visibilidad como en dinero. Siempre ha habido un montón de tías graciosas, lo que no tenían era ni el mismo espacio ni el mismo sueldo que los hombres, así que llega un momento en que te dedicas al underground como una militancia o te rindes y te dedicas a otra cosa, pero eso no significa que las chicas no sepan hacer humor. Lo que no saben es hacerlo sin cobrar. Al final, esto es lo de siempre: si las personas más graciosas que conoces casi todas son hombres porque son las que salen en la tele, tiendes a pensar que será por algo cuando, en realidad, es algo tan sencillo como que no le han dado la oportunidad al resto.
- Ahora que se ha llevado la comedia a la arena política, en ‘Mentes peligrosas’ estáis todos juntos: hombres, mujeres, de El Terrat, de ‘El Hormiguero’, reivindicativos, amables…
- Totalmente. Si es que nosotros nos llevamos muy bien como gremio y se nota mucho en la propia gira. Quedamos antes para llegar a los sitios, hacer un poco de turismo juntos, comer rico, cenar, tomar algo… No se va cada uno a su habitación porque de verdad nos apetece estar juntos. Actuar es el peaje que pagamos para vernos. Claro que tenemos estilos diferente y nos hacen gracia cosas distintas, pero el humor tiene un denominador común y es que cuando no puedes más, cuando estás harto de todo, cuando tienes el peor día de tu vida, si consigues reírte es como si se encendiera un interruptor en alguna parte de tu cabeza. Y eso es algo que cualquiera necesita.
- El humor lo arregla casi todo.
- Eso es: casi. Haciendo humor se puede hablar de cualquier cosa pero no en todas las conversaciones se debe hacer humor. Si vas a contarle a tu pareja algo realmente importante, puedes hacer un chiste para destensar, pero cuando llegues a lo gordo deja el humor a un lado. Ese no es el traje que te tienes que poner para esa fiesta. Y con la política pasa lo mismo. Somos seres políticos, porque vivimos en lo público y para mí la política tiene que ver con la gestión de lo público, pero de ahí a entrar en conflicto con cualquier persona que no vote lo mismo que tú va un trecho y nunca me ha parecido una buena opción. Mi experiencia es que votar igual no es una garantía para elegir amigos y pareja. Hay un montón de razones por las que la gente puede ser maravillosa o un saco de escombros. Entonces, convertir a payasos en referentes de la política no sé de quién habla peor, si de los payasos o de los políticos.
- La comedia política siempre ha existido.
- Sí, porque es importante tener una opinión sobre las cosas, uno se posiciona en la vida, pero cuando eres un personaje público no tienes por qué convertirte en un referente de todo lo que te pregunten. A veces le exigimos a cualquier persona un poco conocida que opine sobre todo con vehemencia y con contundencia y la realidad es que hay opiniones y posicionamientos que son totalmente irrelevantes. Si alguien te hace gracia, que vote diferente que tú es un motivo malísimo para que dejes de verlo.
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