China y Rusia muestran su condición de meros aliados de papel de Irán

Mientras la comunidad internacional hace votos para que la tregua en la guerra israelo-iraní se convierta en permanente, empiezan a extraerse algunas lecciones del peligroso episodio bélico. Y una de ellas es la soledad que padece el régimen integrista iraní en la esfera mundial. Ningún país árabe corrió en su ayuda, ni siquiera en el plano diplomático. Tampoco su principal aliado internacional, el régimen comunista de China, que se limitó a observar de lejos los acontecimientos durante los 12 días de conflicto. Rusia, el segundo gran aliado mundial de Irán -al menos sobre el papel- hizo gestos de ayuda, y por supuesto condenó tanto a Israel como a Estados Unidos. Horas después del ataque norteamericano, el ministro de Exteriores iraní aterrizó en Moscú para concretar la colaboración. Todo quedó en buenas palabras por parte de Putin: «Rusia está haciendo esfuerzos para prestar ayuda al pueblo iraní», dijo el presidente ruso al emisario de Teherán, según la Prensa oficial.El doble juego de Moscú tiene sentido. A Rusia le interesaba el bloqueo del Estrecho de Ormuz porque esa acción dispararía el precio del petróleo y por tanto los ingresos de Moscú. Putin también se frotaba las manos ante la perspectiva de una guerra dilatada entre Estados Unidos e Irán, que distraería por una parte la atención centrada en sus acciones militares en Ucrania, y por otra llevaría a la Casa Blanca a concentrar recursos en ese conflicto reduciendo la ayuda que envía a Ucrania.El caso de China es distinto. Hace solo dos años, tras un encuentro con el entonces presidente iraní, Ebrahim Raisi, el dictador chino, Xi Jinping, calificó de «estratégica» para Pekín la buena relación con Teherán, y se comprometió a ayudarle en su lucha contra el «matonismo» occidental. También en 2023, la mediación china fue fundamental para el acuerdo de tregua entre Irán y Arabia Saudí, enfrentados por poderes en la guerra de Yemen.Pekín condenó desde el principio los ataques de Israel y de Estados Unidos a Irán, pero lo que esperaba el régimen de los ayatolás era otro tipo de ayuda: defensa aérea y cazabombarderos, como los que posee Pekín. Al final no hubo nada, y China -que compra a Irán el 95 por ciento de su petróleo- sale por ahora de este conflicto con la categoría de ‘peso ligero’ en la escena de Oriente Próximo. Mientras la comunidad internacional hace votos para que la tregua en la guerra israelo-iraní se convierta en permanente, empiezan a extraerse algunas lecciones del peligroso episodio bélico. Y una de ellas es la soledad que padece el régimen integrista iraní en la esfera mundial. Ningún país árabe corrió en su ayuda, ni siquiera en el plano diplomático. Tampoco su principal aliado internacional, el régimen comunista de China, que se limitó a observar de lejos los acontecimientos durante los 12 días de conflicto. Rusia, el segundo gran aliado mundial de Irán -al menos sobre el papel- hizo gestos de ayuda, y por supuesto condenó tanto a Israel como a Estados Unidos. Horas después del ataque norteamericano, el ministro de Exteriores iraní aterrizó en Moscú para concretar la colaboración. Todo quedó en buenas palabras por parte de Putin: «Rusia está haciendo esfuerzos para prestar ayuda al pueblo iraní», dijo el presidente ruso al emisario de Teherán, según la Prensa oficial.El doble juego de Moscú tiene sentido. A Rusia le interesaba el bloqueo del Estrecho de Ormuz porque esa acción dispararía el precio del petróleo y por tanto los ingresos de Moscú. Putin también se frotaba las manos ante la perspectiva de una guerra dilatada entre Estados Unidos e Irán, que distraería por una parte la atención centrada en sus acciones militares en Ucrania, y por otra llevaría a la Casa Blanca a concentrar recursos en ese conflicto reduciendo la ayuda que envía a Ucrania.El caso de China es distinto. Hace solo dos años, tras un encuentro con el entonces presidente iraní, Ebrahim Raisi, el dictador chino, Xi Jinping, calificó de «estratégica» para Pekín la buena relación con Teherán, y se comprometió a ayudarle en su lucha contra el «matonismo» occidental. También en 2023, la mediación china fue fundamental para el acuerdo de tregua entre Irán y Arabia Saudí, enfrentados por poderes en la guerra de Yemen.Pekín condenó desde el principio los ataques de Israel y de Estados Unidos a Irán, pero lo que esperaba el régimen de los ayatolás era otro tipo de ayuda: defensa aérea y cazabombarderos, como los que posee Pekín. Al final no hubo nada, y China -que compra a Irán el 95 por ciento de su petróleo- sale por ahora de este conflicto con la categoría de ‘peso ligero’ en la escena de Oriente Próximo.  

Análisis

Ningún país árabe corrió en su ayuda, ni siquiera en el plano diplomático. Tampoco su principal aliado internacional, China, ni la Rusia de Putin

El presidente ruso, Vladimir Putin, se reúne con el ministro de Asuntos Exteriores iraní, Abbas Araqchi, en Moscú. REUTERS

Mientras la comunidad internacional hace votos para que la tregua en la guerra israelo-iraní se convierta en permanente, empiezan a extraerse algunas lecciones del peligroso episodio bélico. Y una de ellas es la soledad que padece el régimen integrista iraní en la esfera mundial. … Ningún país árabe corrió en su ayuda, ni siquiera en el plano diplomático. Tampoco su principal aliado internacional, el régimen comunista de China, que se limitó a observar de lejos los acontecimientos durante los 12 días de conflicto.

Rusia, el segundo gran aliado mundial de Irán -al menos sobre el papel- hizo gestos de ayuda, y por supuesto condenó tanto a Israel como a Estados Unidos. Horas después del ataque norteamericano, el ministro de Exteriores iraní aterrizó en Moscú para concretar la colaboración. Todo quedó en buenas palabras por parte de Putin: «Rusia está haciendo esfuerzos para prestar ayuda al pueblo iraní», dijo el presidente ruso al emisario de Teherán, según la Prensa oficial.

El doble juego de Moscú tiene sentido. A Rusia le interesaba el bloqueo del Estrecho de Ormuz porque esa acción dispararía el precio del petróleo y por tanto los ingresos de Moscú. Putin también se frotaba las manos ante la perspectiva de una guerra dilatada entre Estados Unidos e Irán, que distraería por una parte la atención centrada en sus acciones militares en Ucrania, y por otra llevaría a la Casa Blanca a concentrar recursos en ese conflicto reduciendo la ayuda que envía a Ucrania.

El caso de China es distinto. Hace solo dos años, tras un encuentro con el entonces presidente iraní, Ebrahim Raisi, el dictador chino, Xi Jinping, calificó de «estratégica» para Pekín la buena relación con Teherán, y se comprometió a ayudarle en su lucha contra el «matonismo» occidental. También en 2023, la mediación china fue fundamental para el acuerdo de tregua entre Irán y Arabia Saudí, enfrentados por poderes en la guerra de Yemen.

Pekín condenó desde el principio los ataques de Israel y de Estados Unidos a Irán, pero lo que esperaba el régimen de los ayatolás era otro tipo de ayuda: defensa aérea y cazabombarderos, como los que posee Pekín. Al final no hubo nada, y China -que compra a Irán el 95 por ciento de su petróleo- sale por ahora de este conflicto con la categoría de ‘peso ligero’ en la escena de Oriente Próximo.

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