Confinar antes que evacuar ante los grandes incendios: “Es mucho más seguro estar en un domicilio que huir en coche”

Los incendios que en las últimas dos semanas han golpeado con fuerza en el Baix Ebre (Tarragona) y la Segarra (Lleida) han evidenciado la creciente estrategia de los servicios de Emergencias para poner a resguardo las poblaciones amenazadas por unos fuegos cada vez más virulentos: ordenar el confinamiento domiciliario o perimetral de municipios a través de mensajes de Es-Alert, una herramienta que ahora facilita la transmisión instantánea de directrices de seguridad. “Los incendios están cambiando, con situaciones más complejas, y se han empezado a hacer más órdenes de confinamiento, y seguramente vayan a más”, recalcan fuentes de Bomberos de la Generalitat sobre la virulencia de unos incendios que llegan a alcanzar velocidades extremas de propagación.

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 Los bomberos, que restringieron la movilidad de casi 40.000 personas en los incendios de Tarragona y Lleida, advierten de que la evacuación no es la medida de protección prioritaria mientras no sea autorizada  

Los incendios que en las últimas dos semanas han golpeado con fuerza en el Baix Ebre (Tarragona) y la Segarra (Lleida) han evidenciado la creciente estrategia de los servicios de Emergencias para poner a resguardo las poblaciones amenazadas por unos fuegos cada vez más virulentos: ordenar el confinamiento domiciliario o perimetral de municipios a través de mensajes de Es-Alert, una herramienta que ahora facilita la transmisión instantánea de directrices de seguridad. “Los incendios están cambiando, con situaciones más complejas, y se han empezado a hacer más órdenes de confinamiento, y seguramente vayan a más”, recalcan fuentes de Bomberos de la Generalitat sobre la virulencia de unos incendios que llegan a alcanzar velocidades extremas de propagación.

El Grupo de Apoyo a Actuaciones Forestales (Graf) es un equipo especializado dentro de los bomberos de la Generalitat de Cataluña que se dedica a la lucha contra incendios forestales de gran magnitud, desarrollando estrategias y utilizando técnicas avanzadas para combatir y también “leer” el fuego para anticipar movimientos. Un equipo de inteligencia operativa que también analiza la fuerza del viento, la humedad y su dirección para predecir la velocidad de propagación. A partir de ahí, y en función de la orografía de la zona, se hace un cálculo del tiempo en el que las llamas pueden aproximarse a poblaciones y núcleos urbanos. Con todos los datos en la mesa, las autoridades deciden el confinamiento preventivo de vecinos, que depende de factores como la ubicación de las viviendas y si estas son “defendibles”. Son decisiones rápidas que salvan vidas. “Sobre todo, tiene que quedar claro y crear conciencia colectiva de que lo más seguro es quedarse confinado. Las evacuaciones se tienen que hacer con mucho tiempo y orden”, constatan los bomberos sobre la prioridad de confinar antes que evacuar, una práctica que, aventuran, puede “ir a más” por unos incendios que, tal y como recalca el ingeniero forestal y vicepresidente de la Fundación Pau Costa, Luis Berbiela, “alcanzan una velocidad que no permiten huida”. “De ahí que las instrucciones por parte de las autoridades haya sido la del confinamiento”, añade Berbiela.

El cambio de paradigma con el uso de la herramienta Es-Alert de aviso instantáneo a los móviles facilitó el envío de órdenes de confinamiento a casi 40.000 personas en un julio negro en Cataluña en el que han ardido ya 9.500 hectáreas y en el que fallecieron dos vecinos de la Segarra el día 2 y un técnico forestal el pasado jueves, que cayó de una zona elevada tras ser golpeado por una piedra mientras trabajaba en las últimas tareas de extinción del incendio de Paüls (Tarragona).

En el incendio del 1 de julio en la Segarra, que perteneció a los que los bomberos catalogan de sexta generación, el fuego llegó a alcanzar puntas de velocidad de 28 kilómetros por hora, una de las cifras más altas registradas. El incendio provocó la muerte por inhalación de humo del empresario agrícola Jordi Esteve, de 32 años, y uno de sus trabajadores, Omar Fabián Agudelo, de 45. Este último falleció precisamente cuando fue a socorrer al trabajador, que se había quedado en una de las granjas cuando se declaró el fuego. Regresando al municipio de Agramunt, ambos quedaron atrapados con el coche en la carretera y murieron asfixiados.

El incendio de la Segarra obligó a restringir movimientos de hasta 20.000 vecinos de una decena de municipios. Dos días después, otro incendio cercano al Club deportivo Egara de Terrassa (Barcelona) obligó a confinar durante unas horas a los usuarios del centro deportivo y a los vecinos de la urbanización Can Pi. En el incendio de Tarragona iniciado el pasado lunes, las autoridades emitieron la misma orden a 18.000 personas de las localidades de Paüls, Alfara de Carles, Xerta, Aldover y Tivenys. En este último no se produjeron fallecidos ni heridos entre la población local pese a las 48 horas de altísima tensión que se vivió. Dependiendo de la proximidad de las llamas, la orden de restricción de movimientos variaba desde la más extrema: recluirse en casa y cerrar ventanas, a la más laxa: el confinamiento municipal limitando los movimientos solo en el interior de los pueblos, cuyas salidas estaban escoltadas por patrullas de los Mossos.

La prioridad con los confinamientos, recalcan de los bomberos, es ante todo salvar vidas. “Si se saca a la gente rápido y corriendo se puede crear un caos en la carretera. Es mucho más seguro estar en casa que no en un coche”. Se busca así evitar tragedias como la ocurrida en 2017 en Pedrógão Grande (Portugal), donde fallecieron más de 62 personas, la mitad en una carretera cuando trataban de huir en coche. “Es una situación que realmente puede crear el caos y terror: que muchos coches salgan y que queden atrapados”, inciden los bomberos, que recalcan que la restricción de movimientos es clave también para despejar la carretera y evitar obstaculizar los trabajos de extinción.

“Los grandes desastres se han producido porque la gente ha huido en vez de confinarse. Frente a la duda, si tu caso no es de chapa claro, es prioritario recluirse. Se pueden vivir situaciones de pánico al ver llegar el humo. Pasarás un mal momento, pero será más seguro que no una huida” recalcan los cuerpos de extinción. Es una directriz que ya recoge el Infocat, el plan de la Generalitat para hacer frente las emergencias forestales: “En caso de incendio forestal, el confinamiento es la medida de protección por defecto, salvo que se ordene la evacuación”, incide el documento, actualizado en 2024. El informe recalca que la orden de evacuación se dará si la proximidad del incendio en la población crea un peligro inminente para las personas y el confinamiento “no sea seguro” por factores como la ausencia de franjas de protección perimetral de las viviendas o la tipología (el material) de estas.

Viviendas “defendibles”

Los expertos consultados recalcan la importancia en la era de la emergencia climática de preparar los inmuebles para que sean “defendibles” ante las llamas y al mismo tiempo espacios seguros en los que recluirse. Hay un factor que juega a favor: el material de construcción con el que generalmente están hechas las viviendas en España, de piedra o ladrillo, minimiza el riesgo de que ardan. Ferran Dalmau es ingeniero forestal y director de la consultoría Medi XXI GSA, especializada en ingeniería forestal y que diseña metodologías para proteger núcleos de población enclavadas en zonas boscosas. Dalmau, que también forma parte de la Fundación Pau Costa, lanza una pregunta que cualquier persona que resida en zonas vulnerables debería plantearse: “¿Es mi casa un sitio donde me puedo confinar en caso de incendio forestal?”.

Para responderla, habría que comprobar si los árboles del jardín están separados por al menos seis metros y están lejos de la fachada, evitar también materiales inflamables como pérgolas o vallas de brezo seco y alejar las reservas de leña de la vivienda, entre otras medidas. “Tenemos el derecho a que se nos proteja ante una catástrofe, pero también tenemos la obligación de consagrar el deber de cautela y de autoprotección. No es opcional. El abandono de zonas agrícolas pone en riesgo a las personas. Si miramos los datos, estos nos indican que no tenemos más incendios que antes, pero sí que en algunos casos son más intensos y que se nos escapan de control. Los síntomas de enfermedad son cada vez más evidentes. El cambio climático no es una religión en la que se pueda creer o no. Es un hecho científico acreditable”.

Los bomberos destacan y agraden públicamente la respuesta las órdenes de confinamiento del último incendio en Tarragona, que en algunos casos se alargaron hasta 48 horas. “Fue ejemplar. No se produjo ninguna víctima, ni ninguna quemadura, porque la gente entendió la medida y la cumplió. En el municipio de Xerta, por ejemplo, hubo una tensión terrible en la madrugada del martes. La gente veía que el fuego podía llegar y, sin embargo, se quedaron confinados en casa. La conciencia general está cambiando, y eso es una buena noticia. Si la sociedad no respondiera, iríamos por mal camino”.

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