<p class=»ue-c-article__paragraph»>Como en los casos del papel albal, o la aspirina, o los kleenex, o el Tupperware de la merienda, Netflix ha logrado el raro y exclusivo privilegio de la metonimia. La marca se ha apropiado del producto y sentarse delante de cualquier televisión servida en <i>streaming </i>es ya, para desesperación de la competencia, ver Netflix (no hemos llegado aún a <i>netflixear</i>, pero si a imitadores evidentes como Flixolé). <strong>Ted Sarandos (Long Branch, Nueva Jersey, 1964),</strong> de paso por España, parece saberlo consciente de que en poco más de cuarto de siglo (27 años exactamente) ha pasado de outsider a cabeza del establishment de una industria entregada al placer eufórico de la crisis permanente. El actual coCEO de la empresa de la N mayúscula empezó repartiendo dvds enfundados en un sobre rojo (el equivalente a doblar camisas) y hoy es la voz de la plataforma, para bien o para mal, en boca de todos con 700 millones de espectadores repartido en 190 países. Para unos es el demonio (pensadores como el alemán Byung Chul Han señalan a las series y su consumo bulímico como el síntoma de todos los Apocalipsis modernos); para otros, la salvación democratizadora y global, y para el resto -los más flemáticos- el lugar de <i>Strangers things, El juego del calamar </i>o <i>La casa de papel.</i></p>
Con ocasión del décimo aniversario de su llegada a España, el consejero delegado de la plataforma de la N mayúscula repasa con EL MUNDO los nuevos retos de la compañía, el susto vivido con el descalabro bursátil de 2022, la intensa relación con los Oscar, el episodio con Karla Sofía Gascón, el futuro de las salas de cine y hasta su debut como actor en la serie The Studio
Como en los casos del papel albal, o la aspirina, o los kleenex, o el Tupperware de la merienda, Netflix ha logrado el raro y exclusivo privilegio de la metonimia. La marca se ha apropiado del producto y sentarse delante de cualquier televisión servida en streaming es ya, para desesperación de la competencia, ver Netflix (no hemos llegado aún a netflixear, pero si a imitadores evidentes como Flixolé). Ted Sarandos (Long Branch, Nueva Jersey, 1964), de paso por España, parece saberlo consciente de que en poco más de cuarto de siglo (27 años exactamente) ha pasado de outsider a cabeza del establishment de una industria entregada al placer eufórico de la crisis permanente. El actual coCEO de la empresa de la N mayúscula empezó repartiendo dvds enfundados en un sobre rojo (el equivalente a doblar camisas) y hoy es la voz de la plataforma, para bien o para mal, en boca de todos con 700 millones de espectadores repartido en 190 países. Para unos es el demonio (pensadores como el alemán Byung Chul Han señalan a las series y su consumo bulímico como el síntoma de todos los Apocalipsis modernos); para otros, la salvación democratizadora y global, y para el resto -los más flemáticos- el lugar de Strangers things, El juego del calamar o La casa de papel.
El Mogul, que se decía antes, visitó la semana pasada Madrid con motivo del décimo aniversario de la metonimia en castellano. Fue hace 10 años cuando Netflix se estableció en España y hace seis desde que abriera los estudios en la localidad madrileña de Tres Cantos. Ahora, según las cifras de la propia empresa, el mundo entero consume más de 5.000 millones de horas de contenido Netflix creado directamente por toda la geografía hispana. Poco antes de anunciar una inversión de 1.000 millones en España hasta 2028, Sarandos repasó con EL MUNDO los nuevos retos de la compañía, su viejo conflicto con Cannes, el susto vivido con el descalabro bursátil de 2022, la obsesión por lograr el Oscar, el episodio con Karla Sofía Gascón, el futuro de las salas de cine y hasta su debut como actor en la serie The Studio que se puede ver en… Apple TV+, basta con encender Netflix. Y no es confusión, sino metonimia.
- La última vez que le vi fue en The Studio…
- Eso quiere decir que la última vez que me vio fue en el baño de hombres [la escena discurre ahí].
- ¿Cómo deberíamos entender su debut como actor en una cadena de la competencia?
- Simplemente, Seth Rogen es buen amigo. Me mandó el guion y me dijo que, si me hacía gracia y podía cuadrarlo en mi agenda, que lo hiciera. Así que, al final, saqué tres o cuatro horas para rodar esa escena con él. El episodio fue divertido, la broma también, y espero que mi interpretación estuviera a la altura.
- Visita España porque son ya diez años los que Netflix ha pasado en España. ¿Qué papel juega España en la visión global de la empresa y en comparación a otros países europeos?
- España es fundamental en la cultura narrativa de Netflix a escala mundial. Desde Las chicas del cable, nuestra primera serie española, hemos recorrido un largo camino. La casa de papel fue un ejemplo claro del alcance cultural que puede tener Netflix cuando apuesta por buenas historias, vengan de donde vengan. Logró un número de espectadores enorme y, además, favoreció el turismo en España. Hizo que muchos empezaran a ver el país como un destino atractivo para rodajes internacionales. Creo que fue uno de los motivos que animaron a invertir en el centro de producción audiovisual internacional de Tres Cantos, que ha funcionado muy bien a la hora de atraer rodajes tanto nacionales como internacionales. Hoy, España lidera la producción en Europa, solo por detrás del Reino Unido. Y todo empezó con la necesidad de hacer una prueba que demostrase que era posible. Creo que Netflix y La casa de papel fueron precisamente eso.
- No la llama Money Heist, su título internacional.
- Para mí es La casa de papel. Soy un poco purista con eso.
- Le hago la pregunta de antes al revés. ¿Y qué ha aportado Netflix a España?
- Hemos rodado producciones originales en todas las comunidades autónomas; en 200 ciudades y pueblos. Hemos invertido una cantidad enorme de recursos en el país porque creo que España ofrece un entorno muy favorable para la inversión. El Gobierno ha sabido encontrar el equilibrio perfecto entre incentivos y condiciones laborales atractivas para atraer rodajes y, además, entiende muy bien aspectos complicados de la producción internacional, como el control de pasaportes y otras cuestiones logísticas. Se han tenido en cuenta todos esos factores, y eso ha hecho de España uno de los mejores lugares para trabajar. Me parece increíble el efecto que han tenido estas producciones en el turismo local. Incluso ha quedado claro que si eres alguien que cuenta historias y no vives en Madrid, ya no tienes que mudarte para trabajar. Puedes contar tu historia desde tu región. Todo eso ha contribuido a que España sea una parte tan relevante de nuestra trayectoria. Un gran ejemplo es Élite, que ya va por su octava temporada. Es la serie internacional más longeva que hemos producido. Así que estamos muy orgullosos del trabajo y de lo que representa para nuestra propia historia.
«Claro que hemos perdonado a Karla… No hay ningún tipo de resentimiento. Hay que ser magnánimos»
- Si menciono el nombre de Karla Sofía Gascón, ¿qué es lo primero que piensa? ¿La ha perdonado?
- Creo que hay que ser magnánimos. Todos cometemos errores, unas veces por lo que sentimos y otras por no saber elegir el momento. Hay que mirar las cosas con cierta perspectiva. Y sí, claro que perdonamos. No hay ningún tipo de resentimiento.
- ¿Ha cambiado Netflix su política sobre el uso de redes sociales por parte de sus empleados desde el caso Karla?
- No, no tenemos ninguna estrategia en ese sentido. Lo único que hay que procurar es que si vas a aparecer en titulares durante la temporada de premios, que sea por tu interpretación. Esa sería una buena estrategia.
- ¿Cree que Hollywood fue injusto con Karla y con Emilia Pérez?
- Ser la película más nominada fue un logro histórico. Pero esta es una industria muy voluble. Las nominaciones suelen premiar el trabajo, pero los premios a veces reflejan el estado de ánimo del sector en ese momento. Es difícil preverlo. Lo único que puedes hacer es dar lo mejor de ti. El trabajo tiene que ser incuestionable.
- ¿Y cree que Netflix fue un poco injusto con Karla al no permitirle acudir a ciertos actos o hablar en ellos?
- No se le prohibió nada. Apoyamos muchísimo la película y apoyamos muchísimo a Karla. Su interpretación me pareció extraordinaria. Es, sin duda, un momento que quedará para la historia de los Oscar.
- Ya que hablamos de los Oscar, toca hablar del deseo, quizá obsesión, de Netflix de ganar el premio a mejor película que sigue sin llegar.
- No sé de dónde viene eso. ¿Que si nos gustaría ganar el Oscar a mejor película? Pues claro; pero no entiendo por qué lo presentan como algo exclusivo de Netflix. Cualquier empresa que produce películas y las presenta a los Oscar querría ganarlo. Nosotros queremos que lo ganen los creadores. Y pienso en Jane Campion o en Wes Anderson… El único Oscar que ha ganado Wes ha sido por una película de Netflix. Las nominaciones de los hermanos Coen o de Martin Scorsese demuestran que nuestro recorrido es bastante firme. También con David Fincher. Algunos de los mejores directores del mundo han hecho con nosotros obras que se reconocieron con nominaciones. Me encantaría verlos ganar, claro. A todos. Sin olvidar Roma, de Alfonso Cuarón.
- ¿Qué balance hace de las películas producidas por Netflix desde Beasts of No Nation, de Cary Fukunaga, en 2015?
- Llevamos seis años produciendo películas originales. Y cuando te paras a pensar en quién está detrás de ellas descubres, por ejemplo, que Mank es quizá la película más impresionante de David Fincher. De eso estoy convencido. El irlandés, de Martin Scorsese, está a la altura de sus mejores trabajos. Lo que Scorsese ha hecho en esta película con respecto al cine sobre la mafia es, en cierto modo, el equivalente a lo que hizo Clint Eastwood con Sin perdón en el western. Todo responde a una apuesta muy clara: asumir riesgos con creadores de primer nivel y darles los recursos que necesitan para hacer el mejor trabajo de su carrera. Me sigue sorprendiendo que Scorsese se hubiera pasado 15 años intentando sacar adelante El irlandés y no encontrase financiación para hacerla. Y ahora, en noviembre, estrenamos Frankenstein, de Guillermo del Toro, y por la misma razón. ¿Qué más tiene que demostrar Del Toro para que lo dejen hacer una película de monstruos? Llevaba 13 años intentando hacerla. Todos los estudios lo rechazaron. Y, de nuevo, creo que va a redefinir el género. Cuando echo la vista atrás y repaso todas esas películas, creo que el trabajo habla por sí solo.
- Me pregunto qué tipo de cinéfilo es Ted Sarandos. ¿Con qué películas creció? ¿Qué tipo de películas aspira a producir? Hoy vemos en Hollywood ese contraste, cada vez más acusado, entre las grandes superproducciones y las películas independientes cada vez más pequeñas.
- Hay un hueco en el mercado para un tipo de películas intermedias. Pienso en los dramas centrados en personajes, como los que se hacían en los 70, que eran muy populares y funcionaban bien en taquilla. También al revés: había películas comerciales que ganaban el Oscar, como Rocky, por ejemplo. Mucha gente olvida que Rocky fue una película premiada por la Academia. Yo quiero que hagamos películas que la gente quiera ver una y otra vez, de las que se hable, que te apetezca volver a ver, que te acompañen. Películas que definan la carrera de quien las ha hecho. Para mí, ese es el objetivo.
«¿Que si nos gustaría ganar el Óscar a mejor película? Pues claro; pero no entiendo por qué lo presentan como algo exclusivo de Netflix»
- ¿Y con qué películas creció?
- Me crié en Phoenix (Arizona) y en aquella época era una ciudad pequeña. Ahora es bastante grande. Teníamos unos multicines donde se proyectaban las películas más comerciales. Si querías ver algo fuera del circuito, como un documental o una película en otro idioma, había un solo cine que estaba a unos 45 minutos en autobús de mi casa. Hice ese viaje muchas veces. Yo estudié periodismo, y aunque conocía el cine de otros países, no tenía acceso a él. Recuerdo haber ido dos noches seguidas a ver Shoah, el documental de Claude Lanzmann de nueve horas. Fueron dos trayectos de ida y dos de vuelta en autobús; cuatro en total. Por cómo cuadraba el horario, llegaba justo a tiempo, y me tocaba sentarme en primera fila. Imagínese cómo me quedaba el cuello después de cuatro horas y media [ríe] viendo un documental sobre el Holocausto subtitulado. Tenía muchas ganas de ver cine y muy pocas opciones, pero en general veía cine comercial, ya fuera en autocines o en multicines. Recuerdo ver ¡Jo, qué noche!, de Scorsese y pensar: «Esto no es solo una tele grande, esto es arte». De pequeño veía cine de todo tipo. Recuerdo que el verano de su estreno me fui con mis amigos al cine a ver Aterriza como puedas… ¡32 veces!
- Lleva un cuarto de siglo al frente de Netflix, ¿cuáles diría que han sido los momentos claves? Pienso en la caída en bolsa de 2022, por ejemplo.
- Aquello fue horrible. Diría que ha habido dos instantes decisivos: la creación de Qwikster [la empresa que se hizo cargo del alquiler físico cuando se lanzó la empresa en streaming] y la caída de la bolsa de 2022 que mencionaba. Lo que tienen en común es que no hubo ninguna interrupción real en el negocio. No cambió el plan ni el modelo de empresa. El día anterior no ocurrió nada que justificase lo que pasó. Siempre hemos visto la evolución de Netflix como un recorrido a largo plazo. Y esos baches van y vienen. Cuando eres joven, crees que todo va siempre hacia arriba. Pero cuando echas la vista atrás, ves que hay subidas y bajadas. Y, con perspectiva, te das cuenta de que en los momentos bajos es donde más se aprende. Así que ahora lo veo desde ese punto de vista: ¿qué aprendimos de nosotros mismos? Que sabemos resistir, adaptarnos, movernos rápido, transmitir confianza tanto dentro como fuera de la empresa. El rumbo a largo plazo sigue intacto. Lo que cambió fue el relato, no el negocio. Tener perspectiva y perseverancia es fundamental. Y para eso hay que pasar por momentos buenos y malos.
- Escuchándole me viene a la mente el documental sobre Carlos Alcaraz que programa Netflix. Hay un capítulo que se titula Disfrutar sufriendo. ¿Comparte esa idea?
- No estoy a favor de romantizar el sufrimiento. Creo que es parte de la experiencia humana, y depende de ti que saques algo en limpio de ello. Puedes dejar que sea algo únicamente negativo, pero también puedes sacar una lección.
- ¿Llegó a temer por el futuro de la compañía cuando, por ejemplo, Disney o Warner anunciaron que lanzaban sus propias plataformas?
- En realidad ya lo veíamos venir. Por eso empezamos a producir nuestras propias series y películas. Teníamos claro que, si a nosotros nos iba bien, todo el mundo querría entrar en este negocio… y dejaría de vendernos sus contenidos. Yo creía que iba a ocurrir incluso antes. Creí que se moverían más rápido de lo que lo hicieron. Algo parecido ocurrió en nuestros primeros años, cuando Netflix era solo una empresa de alquiler de dvd por correo. En aquel entonces, Blockbuster era la marca de entretenimiento más potente del mundo… y tardaron cuatro años en poner dvds en sus estanterías. No hablo ya de suscripciones por correo, sino simplemente de alquilar dvds en sus tiendas. Cuatro años. Me sigue sorprendiendo lo lentos que pueden ser los grandes actores del sector. Tal vez se acomodan demasiado en su posición y dejan de innovar o de tomarse en serio a la competencia. Para nosotros fue una lección: no cometer ese error. Así que sí, esperábamos que Disney, Warner y todos los demás acabasen entrando… pero pensábamos que lo harían antes.
«El verano que se estrenó me fui con mis amigos al cine a ver Aterriza como puedas... ¡32 veces!»
- Leí una entrevista en Variety donde hablaba de las diferencias entre Netflix y Apple o HBO… Diría incluso que criticaba -aunque con matices- a otras plataformas.
- No era mi intención. Supongo que me sale así sin querer. [ríe]
- Repito la pregunta: ¿cuál sería la gran diferencia entre Netflix y el resto?
- Creo que en este sector lo fundamental es tener algo que ver. Y muchos de nuestros competidores tienen un problema de falta de contenidos. Nosotros hemos sabido responder a las expectativas de nuestros suscriptores: ofrecemos buenas películas y buenas series. A veces, cuando llegan al octavo capítulo y saben que solo quedan dos, ya se están preguntando qué van a ver después. Y nosotros tenemos algo bueno preparado para ese momento. Invertimos pronto y, cuando el sector se ralentizó un poco, no frenamos. Muchos competidores, en su carrera por obtener beneficios, recortaron sus catálogos, y eso les ha perjudicado a la larga. Nosotros tenemos claro que debemos aportar valor constantemente. Y nos exigimos mucho con ese indicador: cómo van las visualizaciones y la interacción en Netflix. Esa es nuestra principal diferencia. No vale con tener algo bueno dos veces al año. La gente ve televisión todas las noches. Y no es por poner a nadie en mal lugar, como decía, pero me preguntaba cuál es la diferencia y esa lo es.
- Otra pregunta recurrente es la que hace referencia a la crisis de las salas. Recuerdo que cuando entrevisté a Christopher Nolan hace unos años fue muy contundente al respecto y muy crítico con las plataformas en general y con Netflix en particular…
- A mí me encanta ir al cine. Y tengo suerte: vivo en Los Ángeles, donde es muy fácil ir a una sala. Si vives en una gran ciudad, puedes hacerlo sin problema. Pero si no, es complicado. Es caro, poco práctico y la gente tiene muchas otras opciones. Así que, si te gusta ir al cine, genial. Es difícil de superar una peli de cine un viernes por la noche. Pero para mucha gente, eso es algo difícil de lograr. Lo que más me enorgullece de Netflix es haber creado un modelo que garantiza que se sigan haciendo películas… y que la gente pueda verlas. Este es un dato tomado solo de los Estados Unidos, pero solo el 4 % de la población va al cine todas las semanas. En los años 40 era el 70 %. La diferencia es abismal. La gente tiene muchas más opciones ahora. La buena noticia es que se siguen viendo muchas películas. Más de 700 millones de personas en todo el mundo -en más de 300 millones de hogares suscritos a Netflix- ven una media de siete películas mensuales. Eso está muy bien. En un mundo en el que puedes ver lo que quieras en cualquier pantalla, que se vean siete películas al mes dice mucho de lo que hemos contribuido a la salud del largometraje.
- ¿Se imagina produciendo una película de Christopher Nolan en el futuro? Ese sí sería un punto de inflexión.
- Me alegra que la gente vaya al cine y que las salas sigan existiendo. Pero no es nuestro negocio. Nosotros hacemos películas para ofrecérselas a nuestros suscriptores en Netflix. Algunas las estrenamos también en cines como parte de nuestra estrategia de estreno. Participamos activamente en festivales de cine de todo el mundo. Pero, sinceramente, me importa menos cómo y dónde ve la gente las películas que el hecho de que las vean y les entusiasmen.
- ¿Cómo definiría su relación con Cannes?
- De muy buena. Simplemente, no podemos llevar nuestras películas allí si no pueden competir. Así que vamos a Venecia. Pero, eso sí, adoro Cannes. Tengo muy buena relación con Thierry Frémaux [el director]; pero las normas son las normas. Cuando cambien los plazos exigidos [el tiempo que debe transcurrir entre el estreno en salas a su explotación en plataformas] volveremos.
«No vale con tener algo bueno dos veces al año. La gente ve televisión todas las noches»
- Hablemos un poco del algoritmo. Es una herramienta para que el espectador elija lo que quiere ver, pero también es más que una herramienta: es un concepto. A veces parece que todo lo malo de la sociedad tiene que ver con él. Decide lo que vemos, lo que hacemos…
- Creo que a quienes les gusta el cine, o el contenido audiovisual en general, siempre les viene bien un poco de ayuda para encontrar algo que les encante. Es importante, porque el tiempo es limitado y la oferta es enorme. Recuerdo cuando trabajaba en un videoclub. Me asombraba ver cuánto tardaba la gente en elegir una película: 30, 40 minutos, incluso una hora, leyendo carátulas. Pero, claro, querían elegir bien. A veces porque era su plan del sábado por la noche y no hay tantos sábados en la vida. Esa necesidad de elegir bien sigue ahí. Lo que ha aportado internet es la posibilidad de hacerlo entre miles, decenas de miles o millones de títulos, y la tecnología que ayuda a elegir es, para mí, la parte más potente. Porque el contenido ya llegaba a las teles hace tiempo, pero ahora se puede elegir. Como suelo decir: lo único peor que una lista con cien películas es una con mil. Pero si alguien me ayuda a encontrar algo que me guste de verdad, se lo agradezco. Ahora bien: no me escondas cosas porque crees que no me van a gustar. Nosotros no lo hacemos: lo nuevo en Netflix, el Top 10… todo está ahí. Puedes encontrar lo que quieras.
- Pero no me negará que el algoritmo es la excusa perfecta para evitar contenidos arriesgados dejando solo a la vista lo más convencional.
- No, es justo lo contrario. Mis gustos, por ejemplo, se alejan un poco de lo más popular. Y mi lista en Netflix está llena de cosas que me gustan y que no son lo más convencional. Si solo ves ese tipo de contenido, el sistema te mostrará más de lo mismo. Pero si dejas de verlo, también dejará de sugerírtelo. Creo que es una herramienta muy útil para un público ávido de encontrar algo bueno que ver. Al final, todo el mundo busca lo mismo: mejores instrumentos para elegir. Y ahora ha entrado en juego otro actor, no tan nuevo, pero sí muy relevante: la inteligencia artificial.
- ¿Y qué papel cree que puede tener la IA en todo esto?
- En el ámbito de la recomendación es estupenda. Llevamos años usando aprendizaje automático para mejorar eso. Y en lo que se refiere a la IA generativa, creo que es útil como herramienta para creadores, no como herramienta creativa en sí misma. En las manos adecuadas, permitirá contar grandes historias de formas que antes eran impensables. Mire El irlandés, por ejemplo. El motivo por el que muchos estudios dijeron que no al proyecto de Martin Scorsese fue que necesitaba una tecnología capaz de rejuvenecer a los actores sin ponerles sensores ni pelotas de ping-pong en la cara. Los actores no querían rodar así. Decían: «Cuando exista una tecnología que no necesite todo eso, lo hacemos». Así que fui a ILM (Industrial Light & Magic) y les pregunté si podían conseguirlo. Ya estaban trabajando en ello. Aprobamos la película aun sabiendo que esa tecnología aún no estaba lista, con la esperanza de que funcionara en la posproducción. Fue carísimo. Por eso la película costó tanto. Rodrigo Prieto, que es el director de fotografía, tuvo que crear unos equipos de cámaras supercomplejos. Eran enormes, como seis cámaras acopladas entre sí para poder rodar con esa tecnología. Acabamos de producir su primera película como director, Pedro Páramo, en México. Ha usado una herramienta de IA para rejuvenecer a los actores. Y todo el presupuesto de esa película era inferior al que se destinó solo al rejuvenecimiento en El irlandés. No podría haber hecho Pedro Páramo sin esas herramientas. Y hablamos solo de cinco años de diferencia. Ha sido un avance enorme que nos ayuda a hacer mejores películas. Y recalco lo de mejores, porque está bien que sea más rápido, más barato… pero si no mejora lo que haces, entonces no es innovación.
«No hemos percibido ninguna injerencia, ni un aumento de la censura, ni nada parecido sobre lo que yo pueda pronunciarme»
- Vive en Los Ángeles y la sede de Netflix se encuentra en Los Gatos. ¿Cómo juzga las deportaciones de inmigrantes y las consiguientes protestas que están sucediendo en California? Y otra pregunta más sobe política: ¿Cómo valora esta especie de guerra cultural que estamos viviendo? ¿Cree que puede afectar al contenido de las películas? Desde la administración Trump vemos diariamente un ataque contra la idea misma de libertad de expresión que es el principio de toda creación y de Hollywood.
- No creo que yo sea la persona más indicada para hablar de este presidente ni de su Gobierno, salvo para señalar que la creación de historias y el arte de narrar son, sin duda, un reflejo de su época. Basta con observar cómo ha variado el tono de las películas en distintos momentos políticos a lo largo de la historia, y estoy seguro de que ahora pasará algo similar. En cualquier caso, no hemos percibido ninguna injerencia, ni un aumento de la censura, ni nada parecido sobre lo que yo pueda pronunciarme.
- Al principio hablábamos del éxito de las series hechas en España, pero podríamos hablar también de la producción coreana o de los dramas nigerianos o las comedias románticas turcas… ¿Cómo cree que Netflix ha reescrito la geografía de la producción contemporánea?
- Lo más importante es que hemos creado un modelo de negocio que garantiza que se sigan haciendo películas y que se puedan seguir viendo. Eso, por sí solo, ya es motivo de celebración. La inversión de 1.000 millones en España para los próximos cuatro años es una muestra de nuestro compromiso continuado con el trabajo que hacemos aquí.
Cultura