Ian Bremmer (Chelsea, 1969) lleva décadas analizando el mundo desde múltiples perspectivas. Sin embargo, una en concreto acapara hoy las cábalas del fundador y presidente de Eurasia, la consultora de riesgo político más influyente: la de Donald Trump , aún más ante el encuentro este jueves con el líder chino Xi Jinping . Bremmer atiende a ABC durante la cumbre anual de la firma en Tokio, Gzero Summit, y sus intricadas respuestas entreveran la pasión intelectual con el desasosiego existencial ante un mundo que nunca ha dejado de cambiar, pero que ahora parece hacerlo a peor.–Es un buen momento para dedicarse a este negocio.–Sí, por desgracia.Noticia Relacionada estandar Si Trump anuncia un acuerdo comercial con Corea del Sur, que invertirá 350.000 millones de dólares en EE.UU. Jaime Santirso Washington reduce al 15% los aranceles al sector automotriz surcoreano–Ante un escenario de transición de poder, Estados Unidos ha decidido retirarse del orden internacional que creó y lideró, al tiempo que menoscaba a todos sus aliados. Dado que estamos en Japón, quizá sea apropiado caracterizar este proceso como un ‘seppuku’ geopolítico. Como experto, ¿es usted capaz de encontrarle sentido?–Veo muchos beneficios a corto plazo. Parte del problema es que la orientación del sistema político estadounidense y de Trump personalmente es cortoplacista. EE.UU. es el país más poderoso del mundo, y si estás dispuesto a usar tu poder contra otros países, ellos encontrarán la manera de llegar a un acuerdo. Así, estamos viendo acuerdos comerciales asimétricos a favor de EE.UU., con promesas de invertir enormes sumas de dinero, como en Japón, o de explotar sus minerales críticos, como en Ucrania. Es decir, Trump tiene la capacidad de obtener los resultados que desea a corto plazo. Personalmente, creo que a largo plazo habrá muchos daños. Trump considera que la ley de la selva es buena para EE.UU. porque es el más poderoso, pero comete dos errores. El primero es que, incluso si eres el máximo depredador, no atacas a todos los demás animales simultáneamente. Con el tiempo empezarán a protegerse. Cuando esta mañana dije que EE.UU. no es confiable, todos estuvieron de acuerdo conmigo. No lo dirán públicamente, pero lo piensan, y a largo plazo eso no es bueno, no quieres que tus aliados piensen eso. La segunda razón es que EE.UU. no es China, no está estructurado políticamente para desplegar ese poder como lo hacen los chinos. Ellos tienen un sistema sin controles ni equilibrios sobre el líder, muy consolidado, mientras que EE.UU. se beneficia de tener un conjunto de instituciones alineadas con sus valores. El país que más se beneficiará de un regreso a la ley de la selva será China.Surcoreanos agitan banderas durante una concentración de bienvenida al presidente Donald Trump AFP–Durante la Administración Biden, una línea divisoria recorría el mundo: aquella que separaba democracias y autoritarismos. China, por el contrario, intenta trazar otra entre países desarrollados y en desarrollo. ¿Dónde está la de Trump?–Entre EE.UU. y todos los demás. –En ese sentido, ¿resulta exagerado hablar de una etapa neoimperialista?–No necesariamente. Sí hay ciertos elementos en la interacción con Venezuela o Colombia, pero no un uso sistemático de la fuerza militar, ni siquiera una instrumentalización económica. Lo que EE.UU. está haciendo es renegociar todos sus acuerdos en términos más beneficiosos para sí mismo. Todo son anuncios, todo es «eres el mejor presidente de todos los tiempos». Quiero decir, sus acuerdos comerciales son muy similares a «terminar la guerra entre Armenia y Azerbaiyán». No estaban luchando, pero él terminó la guerra. O Tailandia y Camboya. Hay un nivel de farsa en todo esto. El emperador está desnudo. Y yo, personalmente, no puedo soportarlo. He construido toda mi carrera, mi negocio, mi identidad, sobre el hecho de ser honesto respecto a lo que veo. Trato de entenderlo y de ayudar a la gente a entenderlo porque me gustaría evitar una III Guerra Mundial. Así que cuando veo un sistema que está evolucionando hacia la complicidad, hacia asentir y guiñar el ojo sin decir lo que todos sabemos que es verdad, me resisto activamente. Taiwán ha sido durante mucho tiempo un punto de fricción en las relaciones entre Estados Unidos y China AFP–El gran hito de la gira asiática de Trump es su encuentro con Xi Jinping y la posibilidad de un acuerdo. ¿Podría ponerle precio a Taiwán?–Los chinos desean un acuerdo amplio que incluya cuestiones políticas. Lo han planteado muchas veces. En concreto, les gustaría que el acuerdo incluyera una discusión sobre Taiwán, porque saben que a Trump no le importa. Cree que está lejos, no quiere gastar mucho dinero para defenderlos y los taiwaneses no aportan lo suficiente. Ya vemos lo que dice sobre Taiwán. Lo que les gustaría sería que EE.UU. declarara de forma proactiva que se opone a la independencia de Taiwán e, incluso más allá, que aceptara la reunificación pacífica, lo cual me parece poco plausible. Pero, a cambio, ofrecerían mucho: una inversión masiva de más de un trillón de dólares en sectores no estratégicos. Hablamos de comprar productos agrícolas, gas natural, componentes, aviones y otras cosas. Y además hacerlo a corto plazo, para que tenga un impacto en las próximas elecciones, en lugar de hacer un gran anuncio que luego tarda años y años en concretarse. Soy escéptico respecto a la posibilidad de que eso funcione, porque en EE.UU. hay mucha resistencia a aceptar inversiones chinas y porque Trump no está dispuesto a ir demasiado lejos en el tema de Taiwán. Pero la cuestión es que EE.UU. no quiere un conflicto a corto plazo, esto lo he escuchado directamente de la Administración Trump. El presidente considera que EE.UU. necesita mucha más capacidad de influencia en materia de tierras raras y minerales críticos, algo en lo que están trabajando con urgencia pero que llevará tiempo, y una política coordinada con sus aliados para responder a China, lo que requiere un nivel de esfuerzo y confianza que todavía no se ha producido. Trump ha dicho a su equipo que no quiere pelear en una posición de debilidad. En otras palabras, el periodo hasta las próximas elecciones debería ser comparativamente tranquilo en lo que a China y EE.UU. respecta. Ahora bien, eso no quiere decir que no habrá errores.–Defiende que Trump ha desatado una revolución interna, cuya dimensión usted ha comparado con la Perestroika de Mijaíl Gorbachov o la Reforma y Apertura de Deng Xiaoping. ¿Cuál es su objetivo? ¿Teme que la democracia estadounidense esté en peligro?–El objetivo es garantizar que la utilización del sistema político como arma contra Trump no pueda volver a ocurrir jamás. Él cree que casi lo asesinaron porque lo llamaban fascista y no le asignaban seguridad suficiente. Cree que lo expulsaron de plataformas y lo arrestaron de manera irregular. Y, por cierto, probablemente tenga razón en gran parte, aunque la forma en la que responde no es la adecuada. Ahora él quiere asegurarse de que tal cosa no pueda volver a suceder. Así que su revolución política será exitosa si consigue que el Partido Demócrata pierda la capacidad de emplear esas herramientas contra él. Eso implicaría el fin de los controles y equilibrios sobre el poder ejecutivo, el fin de la independencia del Estado administrativo, y la imposibilidad de que el Partido Demócrata llegue al poder para perseguir a Trump. Esos son los tres objetivos de su revolución política.–Ante la imprevisibilidad de Trump, su consejo general a cualquier Gobierno consiste en mantenerse alejado del foco de su cólera. Ahora bien: hay algunos, como el español, que parecen posicionarse ahí de manera deliberada, en particular en materia del gasto en defensa, para emitir un mensaje de consumo interno. ¿Cómo interpreta la posición de España?–Bueno, para España no importa tanto porque la principal disputa que tiene con EE.UU. se canaliza a través de Bruselas. En competencias comerciales los españoles no necesitan tener una relación directa con Trump. Eso lo resolverán, o no, con Ursula von der Leyen y compañía . De modo que, en ese sentido, ustedes son algo así como un aprovechado [«free rider»], al haber cedido cierto grado de soberanía a una organización supranacional. No tienen realmente una disputa respecto a Rusia y Ucrania porque están muy lejos, de modo que también se aprovechan en ese asunto, lo cual me parece irresponsable, pero bueno… Obviamente están completamente en desacuerdo con el resto de Europa y con Trump en materia de inmigración, y eso lo aplaudo, porque creo que es beneficioso para España y para la economía española, aunque podría haber una reacción negativa. En resumen, no estoy seguro de que importe mucho, probablemente haya espacio para que unos pocos países sigan esa línea. Mire, Narendra Modi pudo plantar cara a Trump no solo porque es un contrapeso último frente a China, sino también porque India casi no comercia con EE.UU. Así que si EE.UU. hubiera querido golpearles con fuerza, el impacto en el PIB habría sido marginal. Creo que España está en una posición similar. Ian Bremmer (Chelsea, 1969) lleva décadas analizando el mundo desde múltiples perspectivas. Sin embargo, una en concreto acapara hoy las cábalas del fundador y presidente de Eurasia, la consultora de riesgo político más influyente: la de Donald Trump , aún más ante el encuentro este jueves con el líder chino Xi Jinping . Bremmer atiende a ABC durante la cumbre anual de la firma en Tokio, Gzero Summit, y sus intricadas respuestas entreveran la pasión intelectual con el desasosiego existencial ante un mundo que nunca ha dejado de cambiar, pero que ahora parece hacerlo a peor.–Es un buen momento para dedicarse a este negocio.–Sí, por desgracia.Noticia Relacionada estandar Si Trump anuncia un acuerdo comercial con Corea del Sur, que invertirá 350.000 millones de dólares en EE.UU. Jaime Santirso Washington reduce al 15% los aranceles al sector automotriz surcoreano–Ante un escenario de transición de poder, Estados Unidos ha decidido retirarse del orden internacional que creó y lideró, al tiempo que menoscaba a todos sus aliados. Dado que estamos en Japón, quizá sea apropiado caracterizar este proceso como un ‘seppuku’ geopolítico. Como experto, ¿es usted capaz de encontrarle sentido?–Veo muchos beneficios a corto plazo. Parte del problema es que la orientación del sistema político estadounidense y de Trump personalmente es cortoplacista. EE.UU. es el país más poderoso del mundo, y si estás dispuesto a usar tu poder contra otros países, ellos encontrarán la manera de llegar a un acuerdo. Así, estamos viendo acuerdos comerciales asimétricos a favor de EE.UU., con promesas de invertir enormes sumas de dinero, como en Japón, o de explotar sus minerales críticos, como en Ucrania. Es decir, Trump tiene la capacidad de obtener los resultados que desea a corto plazo. Personalmente, creo que a largo plazo habrá muchos daños. Trump considera que la ley de la selva es buena para EE.UU. porque es el más poderoso, pero comete dos errores. El primero es que, incluso si eres el máximo depredador, no atacas a todos los demás animales simultáneamente. Con el tiempo empezarán a protegerse. Cuando esta mañana dije que EE.UU. no es confiable, todos estuvieron de acuerdo conmigo. No lo dirán públicamente, pero lo piensan, y a largo plazo eso no es bueno, no quieres que tus aliados piensen eso. La segunda razón es que EE.UU. no es China, no está estructurado políticamente para desplegar ese poder como lo hacen los chinos. Ellos tienen un sistema sin controles ni equilibrios sobre el líder, muy consolidado, mientras que EE.UU. se beneficia de tener un conjunto de instituciones alineadas con sus valores. El país que más se beneficiará de un regreso a la ley de la selva será China.Surcoreanos agitan banderas durante una concentración de bienvenida al presidente Donald Trump AFP–Durante la Administración Biden, una línea divisoria recorría el mundo: aquella que separaba democracias y autoritarismos. China, por el contrario, intenta trazar otra entre países desarrollados y en desarrollo. ¿Dónde está la de Trump?–Entre EE.UU. y todos los demás. –En ese sentido, ¿resulta exagerado hablar de una etapa neoimperialista?–No necesariamente. Sí hay ciertos elementos en la interacción con Venezuela o Colombia, pero no un uso sistemático de la fuerza militar, ni siquiera una instrumentalización económica. Lo que EE.UU. está haciendo es renegociar todos sus acuerdos en términos más beneficiosos para sí mismo. Todo son anuncios, todo es «eres el mejor presidente de todos los tiempos». Quiero decir, sus acuerdos comerciales son muy similares a «terminar la guerra entre Armenia y Azerbaiyán». No estaban luchando, pero él terminó la guerra. O Tailandia y Camboya. Hay un nivel de farsa en todo esto. El emperador está desnudo. Y yo, personalmente, no puedo soportarlo. He construido toda mi carrera, mi negocio, mi identidad, sobre el hecho de ser honesto respecto a lo que veo. Trato de entenderlo y de ayudar a la gente a entenderlo porque me gustaría evitar una III Guerra Mundial. Así que cuando veo un sistema que está evolucionando hacia la complicidad, hacia asentir y guiñar el ojo sin decir lo que todos sabemos que es verdad, me resisto activamente. Taiwán ha sido durante mucho tiempo un punto de fricción en las relaciones entre Estados Unidos y China AFP–El gran hito de la gira asiática de Trump es su encuentro con Xi Jinping y la posibilidad de un acuerdo. ¿Podría ponerle precio a Taiwán?–Los chinos desean un acuerdo amplio que incluya cuestiones políticas. Lo han planteado muchas veces. En concreto, les gustaría que el acuerdo incluyera una discusión sobre Taiwán, porque saben que a Trump no le importa. Cree que está lejos, no quiere gastar mucho dinero para defenderlos y los taiwaneses no aportan lo suficiente. Ya vemos lo que dice sobre Taiwán. Lo que les gustaría sería que EE.UU. declarara de forma proactiva que se opone a la independencia de Taiwán e, incluso más allá, que aceptara la reunificación pacífica, lo cual me parece poco plausible. Pero, a cambio, ofrecerían mucho: una inversión masiva de más de un trillón de dólares en sectores no estratégicos. Hablamos de comprar productos agrícolas, gas natural, componentes, aviones y otras cosas. Y además hacerlo a corto plazo, para que tenga un impacto en las próximas elecciones, en lugar de hacer un gran anuncio que luego tarda años y años en concretarse. Soy escéptico respecto a la posibilidad de que eso funcione, porque en EE.UU. hay mucha resistencia a aceptar inversiones chinas y porque Trump no está dispuesto a ir demasiado lejos en el tema de Taiwán. Pero la cuestión es que EE.UU. no quiere un conflicto a corto plazo, esto lo he escuchado directamente de la Administración Trump. El presidente considera que EE.UU. necesita mucha más capacidad de influencia en materia de tierras raras y minerales críticos, algo en lo que están trabajando con urgencia pero que llevará tiempo, y una política coordinada con sus aliados para responder a China, lo que requiere un nivel de esfuerzo y confianza que todavía no se ha producido. Trump ha dicho a su equipo que no quiere pelear en una posición de debilidad. En otras palabras, el periodo hasta las próximas elecciones debería ser comparativamente tranquilo en lo que a China y EE.UU. respecta. Ahora bien, eso no quiere decir que no habrá errores.–Defiende que Trump ha desatado una revolución interna, cuya dimensión usted ha comparado con la Perestroika de Mijaíl Gorbachov o la Reforma y Apertura de Deng Xiaoping. ¿Cuál es su objetivo? ¿Teme que la democracia estadounidense esté en peligro?–El objetivo es garantizar que la utilización del sistema político como arma contra Trump no pueda volver a ocurrir jamás. Él cree que casi lo asesinaron porque lo llamaban fascista y no le asignaban seguridad suficiente. Cree que lo expulsaron de plataformas y lo arrestaron de manera irregular. Y, por cierto, probablemente tenga razón en gran parte, aunque la forma en la que responde no es la adecuada. Ahora él quiere asegurarse de que tal cosa no pueda volver a suceder. Así que su revolución política será exitosa si consigue que el Partido Demócrata pierda la capacidad de emplear esas herramientas contra él. Eso implicaría el fin de los controles y equilibrios sobre el poder ejecutivo, el fin de la independencia del Estado administrativo, y la imposibilidad de que el Partido Demócrata llegue al poder para perseguir a Trump. Esos son los tres objetivos de su revolución política.–Ante la imprevisibilidad de Trump, su consejo general a cualquier Gobierno consiste en mantenerse alejado del foco de su cólera. Ahora bien: hay algunos, como el español, que parecen posicionarse ahí de manera deliberada, en particular en materia del gasto en defensa, para emitir un mensaje de consumo interno. ¿Cómo interpreta la posición de España?–Bueno, para España no importa tanto porque la principal disputa que tiene con EE.UU. se canaliza a través de Bruselas. En competencias comerciales los españoles no necesitan tener una relación directa con Trump. Eso lo resolverán, o no, con Ursula von der Leyen y compañía . De modo que, en ese sentido, ustedes son algo así como un aprovechado [«free rider»], al haber cedido cierto grado de soberanía a una organización supranacional. No tienen realmente una disputa respecto a Rusia y Ucrania porque están muy lejos, de modo que también se aprovechan en ese asunto, lo cual me parece irresponsable, pero bueno… Obviamente están completamente en desacuerdo con el resto de Europa y con Trump en materia de inmigración, y eso lo aplaudo, porque creo que es beneficioso para España y para la economía española, aunque podría haber una reacción negativa. En resumen, no estoy seguro de que importe mucho, probablemente haya espacio para que unos pocos países sigan esa línea. Mire, Narendra Modi pudo plantar cara a Trump no solo porque es un contrapeso último frente a China, sino también porque India casi no comercia con EE.UU. Así que si EE.UU. hubiera querido golpearles con fuerza, el impacto en el PIB habría sido marginal. Creo que España está en una posición similar.
Ian Bremmer (Chelsea, 1969) lleva décadas analizando el mundo desde múltiples perspectivas. Sin embargo, una en concreto acapara hoy las cábalas del fundador y presidente de Eurasia, la consultora de riesgo político más influyente: la de Donald Trump, aún más ante el encuentro … este jueves con el líder chino Xi Jinping. Bremmer atiende a ABC durante la cumbre anual de la firma en Tokio, Gzero Summit, y sus intricadas respuestas entreveran la pasión intelectual con el desasosiego existencial ante un mundo que nunca ha dejado de cambiar, pero que ahora parece hacerlo a peor.
–Es un buen momento para dedicarse a este negocio.
–Sí, por desgracia.
–Ante un escenario de transición de poder, Estados Unidos ha decidido retirarse del orden internacional que creó y lideró, al tiempo que menoscaba a todos sus aliados. Dado que estamos en Japón, quizá sea apropiado caracterizar este proceso como un ‘seppuku’ geopolítico. Como experto, ¿es usted capaz de encontrarle sentido?
–Veo muchos beneficios a corto plazo. Parte del problema es que la orientación del sistema político estadounidense y de Trump personalmente es cortoplacista. EE.UU. es el país más poderoso del mundo, y si estás dispuesto a usar tu poder contra otros países, ellos encontrarán la manera de llegar a un acuerdo. Así, estamos viendo acuerdos comerciales asimétricos a favor de EE.UU., con promesas de invertir enormes sumas de dinero, como en Japón, o de explotar sus minerales críticos, como en Ucrania. Es decir, Trump tiene la capacidad de obtener los resultados que desea a corto plazo. Personalmente, creo que a largo plazo habrá muchos daños. Trump considera que la ley de la selva es buena para EE.UU. porque es el más poderoso, pero comete dos errores. El primero es que, incluso si eres el máximo depredador, no atacas a todos los demás animales simultáneamente. Con el tiempo empezarán a protegerse. Cuando esta mañana dije que EE.UU. no es confiable, todos estuvieron de acuerdo conmigo. No lo dirán públicamente, pero lo piensan, y a largo plazo eso no es bueno, no quieres que tus aliados piensen eso. La segunda razón es que EE.UU. no es China, no está estructurado políticamente para desplegar ese poder como lo hacen los chinos. Ellos tienen un sistema sin controles ni equilibrios sobre el líder, muy consolidado, mientras que EE.UU. se beneficia de tener un conjunto de instituciones alineadas con sus valores. El país que más se beneficiará de un regreso a la ley de la selva será China.
AFP
–Durante la Administración Biden, una línea divisoria recorría el mundo: aquella que separaba democracias y autoritarismos. China, por el contrario, intenta trazar otra entre países desarrollados y en desarrollo. ¿Dónde está la de Trump?
–Entre EE.UU. y todos los demás.
–En ese sentido, ¿resulta exagerado hablar de una etapa neoimperialista?
–No necesariamente. Sí hay ciertos elementos en la interacción con Venezuela o Colombia, pero no un uso sistemático de la fuerza militar, ni siquiera una instrumentalización económica. Lo que EE.UU. está haciendo es renegociar todos sus acuerdos en términos más beneficiosos para sí mismo. Todo son anuncios, todo es «eres el mejor presidente de todos los tiempos». Quiero decir, sus acuerdos comerciales son muy similares a «terminar la guerra entre Armenia y Azerbaiyán». No estaban luchando, pero él terminó la guerra. O Tailandia y Camboya. Hay un nivel de farsa en todo esto. El emperador está desnudo. Y yo, personalmente, no puedo soportarlo. He construido toda mi carrera, mi negocio, mi identidad, sobre el hecho de ser honesto respecto a lo que veo. Trato de entenderlo y de ayudar a la gente a entenderlo porque me gustaría evitar una III Guerra Mundial. Así que cuando veo un sistema que está evolucionando hacia la complicidad, hacia asentir y guiñar el ojo sin decir lo que todos sabemos que es verdad, me resisto activamente.
AFP
–El gran hito de la gira asiática de Trump es su encuentro con Xi Jinping y la posibilidad de un acuerdo. ¿Podría ponerle precio a Taiwán?
–Los chinos desean un acuerdo amplio que incluya cuestiones políticas. Lo han planteado muchas veces. En concreto, les gustaría que el acuerdo incluyera una discusión sobre Taiwán, porque saben que a Trump no le importa. Cree que está lejos, no quiere gastar mucho dinero para defenderlos y los taiwaneses no aportan lo suficiente. Ya vemos lo que dice sobre Taiwán. Lo que les gustaría sería que EE.UU. declarara de forma proactiva que se opone a la independencia de Taiwán e, incluso más allá, que aceptara la reunificación pacífica, lo cual me parece poco plausible. Pero, a cambio, ofrecerían mucho: una inversión masiva de más de un trillón de dólares en sectores no estratégicos. Hablamos de comprar productos agrícolas, gas natural, componentes, aviones y otras cosas. Y además hacerlo a corto plazo, para que tenga un impacto en las próximas elecciones, en lugar de hacer un gran anuncio que luego tarda años y años en concretarse. Soy escéptico respecto a la posibilidad de que eso funcione, porque en EE.UU. hay mucha resistencia a aceptar inversiones chinas y porque Trump no está dispuesto a ir demasiado lejos en el tema de Taiwán. Pero la cuestión es que EE.UU. no quiere un conflicto a corto plazo, esto lo he escuchado directamente de la Administración Trump. El presidente considera que EE.UU. necesita mucha más capacidad de influencia en materia de tierras raras y minerales críticos, algo en lo que están trabajando con urgencia pero que llevará tiempo, y una política coordinada con sus aliados para responder a China, lo que requiere un nivel de esfuerzo y confianza que todavía no se ha producido. Trump ha dicho a su equipo que no quiere pelear en una posición de debilidad. En otras palabras, el periodo hasta las próximas elecciones debería ser comparativamente tranquilo en lo que a China y EE.UU. respecta. Ahora bien, eso no quiere decir que no habrá errores.
–Defiende que Trump ha desatado una revolución interna, cuya dimensión usted ha comparado con la Perestroika de Mijaíl Gorbachov o la Reforma y Apertura de Deng Xiaoping. ¿Cuál es su objetivo? ¿Teme que la democracia estadounidense esté en peligro?
–El objetivo es garantizar que la utilización del sistema político como arma contra Trump no pueda volver a ocurrir jamás. Él cree que casi lo asesinaron porque lo llamaban fascista y no le asignaban seguridad suficiente. Cree que lo expulsaron de plataformas y lo arrestaron de manera irregular. Y, por cierto, probablemente tenga razón en gran parte, aunque la forma en la que responde no es la adecuada. Ahora él quiere asegurarse de que tal cosa no pueda volver a suceder. Así que su revolución política será exitosa si consigue que el Partido Demócrata pierda la capacidad de emplear esas herramientas contra él. Eso implicaría el fin de los controles y equilibrios sobre el poder ejecutivo, el fin de la independencia del Estado administrativo, y la imposibilidad de que el Partido Demócrata llegue al poder para perseguir a Trump. Esos son los tres objetivos de su revolución política.
–Ante la imprevisibilidad de Trump, su consejo general a cualquier Gobierno consiste en mantenerse alejado del foco de su cólera. Ahora bien: hay algunos, como el español, que parecen posicionarse ahí de manera deliberada, en particular en materia del gasto en defensa, para emitir un mensaje de consumo interno. ¿Cómo interpreta la posición de España?
–Bueno, para España no importa tanto porque la principal disputa que tiene con EE.UU. se canaliza a través de Bruselas. En competencias comerciales los españoles no necesitan tener una relación directa con Trump. Eso lo resolverán, o no, con Ursula von der Leyen y compañía. De modo que, en ese sentido, ustedes son algo así como un aprovechado [«free rider»], al haber cedido cierto grado de soberanía a una organización supranacional. No tienen realmente una disputa respecto a Rusia y Ucrania porque están muy lejos, de modo que también se aprovechan en ese asunto, lo cual me parece irresponsable, pero bueno… Obviamente están completamente en desacuerdo con el resto de Europa y con Trump en materia de inmigración, y eso lo aplaudo, porque creo que es beneficioso para España y para la economía española, aunque podría haber una reacción negativa. En resumen, no estoy seguro de que importe mucho, probablemente haya espacio para que unos pocos países sigan esa línea. Mire, Narendra Modi pudo plantar cara a Trump no solo porque es un contrapeso último frente a China, sino también porque India casi no comercia con EE.UU. Así que si EE.UU. hubiera querido golpearles con fuerza, el impacto en el PIB habría sido marginal. Creo que España está en una posición similar.
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