La Armada ha encargado al astillero público Navantia un estudio de viabilidad sobre la construcción del primer portaviones español convencional; es decir, aquel en el que pueden tomar los aviones rodando por la pista. Hasta ahora, los portaaeronaves que ha tenido la Armada Española (Dédalo, Príncipe de Asturias o Juan Carlos I) solo permiten operar a los aviones de toma vertical, lo que plantea un problema, pues limita las opciones actuales a un único modelo: el F-35 Bravo estadounidense, el único caza operativo con capacidad de aterrizaje vertical y despegue en corto (STVOL).
El futuro buque permitiría operar a los cazas que toman rodando por la pista y no solo a los de despegue vertical
El futuro buque permitiría operar a los cazas que toman rodando por la pista y no solo a los de despegue vertical

La Armada ha encargado al astillero público Navantia un estudio de viabilidad sobre la construcción del primer portaviones español convencional; es decir, aquel en el que pueden tomar los aviones rodando por la pista. Hasta ahora, los portaaeronaves que ha tenido la Armada Española (Dédalo, Príncipe de Asturias o Juan Carlos I) solo permiten operar a los aviones de toma vertical, lo que plantea un problema, pues limita las opciones actuales a un único modelo: el F-35 Bravo estadounidense, el único caza operativo con capacidad de aterrizaje vertical y despegue en corto (STVOL).
Fuentes de la Armada advierten que la dependencia de un único modelo de avión supone una vulnerabilidad, no solo política, sino también industrial, ya que la compañía fabricante, Lockheed Martin, podría dejar de producirlo por falta de rentabilidad o tener problemas en la cadena de suministro. Eso ha llevado a los responsables de la Marina de Guerra a apostar porque uno de los tres buques portaaeronaves previstos en el plan Armada 2050, que fija sus objetivos de capacidades para mediados de este siglo, tenga capacidad de toma convencional.
El estudio encargado a Navantia y financiado con fondos propios de la Armada deberá concretar las características técnicas del buque, desde la longitud de la pista hasta el desplazamiento, aunque se estima que rondará las 40.000 toneladas, un 50% más que el Juan Carlos I LHD, el mayor buque de la Armada Española, y podrá embarcar una treintena de aeronaves, entre aviones y helicópteros. Además, se estudiará la incorporación de una catapulta electromagnética para el lanzamiento y recuperación de los aviones. Fuentes militares sostienen que, desde el punto de vista tecnológico, el diseño y construcción de un portaviones convencional es menos complejo que el de una fragata y multiplica la capacidad de proyección del poder naval a larga distancia.
La Marina de Guerra se enfrenta a la necesidad de sustituir sus aviones de despegue vertical Harrier AV8B, a los que tendrá que dar de baja a finales de esta década al concluir su vida operativa y haber dejado de fabricarse. Para no perder su aviación de ala fija, la única opción que hay en el marcado es el F-35B, de los que necesita adquirir 12 unidades, con opción para otras seis. El Ministerio de Defensa aún no ha dado luz verde a esta adquisición, no solo por su alto coste sino por la apuesta política en favor de la industria europea. La decisión final dependerá de que el caza estadounidense sea también el modelo elegido para sustituir a los F-18 del Ejército del Aire, lo que permitiría negociar la compra de un número mayor de aparatos, a mejor precio y con mayor participación de empresas españolas.
El proyecto de la Armada de contar con un portaviones convencional abre el abanico de posibilidades, ya que permitiría optar por otra versión del F-35, la Charlie, o por un modelo europeo, como el Rafale M francés.
En cualquier caso, las fuentes consultadas explican que se trata de un proyecto embrionario y que, una vez concluido el estudio de viabilidad, el Gobierno deberá tomar una decisión. Su financiación, agregan, sería posible con 2,1% del PIB que España se ha comprometido a invertir en defensa. El tiempo necesario para hacer realidad un proyecto de esta envergadura ronda entre 10 y 15 años.
De momento, la Armada espera que en las próximas semanas se ponga a flote el S-82, el segundo de la serie S-80, con 18 meses de retraso sobre el calendario inicial, y que en octubre se pongan en marcha los programas contemplados en el Plan Industrial de Seguridad y Defensa dotado con 10.471 millones. Entre ellos, el nuevo buque para misiones de inteligencia y guerra electrónica.
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Responsable de la información sobre diplomacia y política de defensa, Casa del Rey y Vox en EL PAÍS. Licenciado en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) en 1982. Trabajó también en El Noticiero Universal, La Vanguardia y El Periódico de Cataluña. Experto en aprender.
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