El último pleno de este periodo de sesiones en el Congreso fue muy ordinario en todos los sentidos. El tono y tenor de casi las 17 preguntas de control al Gobierno y de las dos interpelaciones se concentraron, como lleva sucediendo ya meses, en todo tipo de variaciones sobre los escándalos de corrupción relacionados con el caso Ábalos-Cerdán-Koldo que ha anegado la labor, la gestión y el prestigio del Gabinete socialista de Pedro Sánchez. El PP, que copa la mayor parte de esos interrogatorios, adereza cualquier referencia a esa investigación con alusiones a prostitutas y puteros, consciente de la repercusión social y mediática de las frases grabadas entre varios de los principales protagonistas de esa trama. La secretaria general del PP, Cuca Gamarra, agregó a esa estrategia un componente electoral al advertir al Gobierno tan tocado por este caso de que debe temer “la próxima conversación de un ministro comprando a una mujer” y de que “hablen los españoles, especialmente que hablemos las mujeres”. El acoso se esparció también hacia las ministras de Sumar, a las que desde las bancadas del PP gritaron a coro para retratarlas como “cómplices”.
El PP se lanza al voto de las mujeres ante los escándalos de prostitución que rodean el caso Cerdán-Ábalos
El último pleno de este periodo de sesiones en el Congreso fue muy ordinario en todos los sentidos. El tono y tenor de casi las 17 preguntas de control al Gobierno y de las dos interpelaciones se concentraron, como lleva sucediendo ya meses, en todo tipo de variaciones sobre los escándalos de corrupción relacionados con el caso Ábalos-Cerdán-Koldoque ha anegado la labor, la gestión y el prestigio del Gabinete socialista de Pedro Sánchez. El PP, que copa la mayor parte de esos interrogatorios, adereza cualquier referencia a esa investigación con alusiones a prostitutas y puteros, consciente de la repercusión social y mediática de las frases grabadas entre varios de los principales protagonistas de esa trama. La secretaria general del PP, Cuca Gamarra, agregó a esa estrategia un componente electoral al advertir al Gobierno tan tocado por este caso de que debe temer “la próxima conversación de un ministro comprando a una mujer” y de que “hablen los españoles, especialmente que hablemos las mujeres”. El acoso se esparció también hacia las ministras de Sumar, a las que desde las bancadas del PP gritaron a coro para retratarlas como “cómplices”.
En ausencia de Pedro Sánchez, en la cumbre de la OTAN en La Haya, la última sesión de control al Gobierno de este periodo de sesiones se volcó sobre la vicepresidenta primera, la socialista María Jesús Montero, y la vicepresidenta segunda, la líder de Sumar, Yolanda Díaz. La número dos del PP, Cuca Gamarra, enumeró a Montero todas las turbias derivadas del caso Cerdán-Ábalos para retratar al sanchismo como un régimen “corrupto” pergeñado “para robar desde el primer día”. También la acusó de tener miedo ante todo lo que quede por venir.
María Jesús Montero rebatió ese temor y le espetó a Gamarra la ristra de mejoras aplicadas desde que Sánchez llegó a La Moncloa frente a las actuaciones más oscuras e irregulares del último Gobierno de Mariano Rajoy. Gamarra eligió para terminar ese duelo esa presunción de que el Ejecutivo socialista sigue “en vilo” ante “la psicosis” del próximo informe de la UCO o la grabación con alguna mujer comprada por algún dirigente del PSOE. La vicepresidenta aprovechó ahí para anticipar lo que más tarde replicó en las interpelaciones monográficas sobre la corrupción del PP y Vox y les llamó a votar a favor del nuevo intento que el PSOE prepara para septiembre con la ley que propondrá la abolición de la prostitución.
El diputado de Vox José María Figaredo se atrevió en su pregunta a exigir a Montero que no hablase de feminismo “tras llenar España de violadores” al sacarlos a la calle como resultado de rebajas de sentencias en algunos juzgados por la aplicación de la ley del solo sí es sí. No olvidó, el diputado ultra, repetir como en casi todas sus intervenciones que Montero y su Ministerio de Hacienda “exprimen a los españoles fiscalmente” en ocasiones hasta con el 50% de las retenciones de sus salarios. Montero, ahí, aprovechó para reprochar que Vox se permita hablar de feminismo cuando lo combate y no condena las agresiones a las mujeres víctimas en un día que había comenzado con el segundo minuto de silencio de la semana en el Congreso, en esta ocasión por el asesinato de una mujer y a su hijo en la localidad valenciana de Algemesí.
Ante el nivel recurrente de alusiones a la prostitución achacadas al Gobierno y el PSOE, Montero enfatizó más tarde en la interpelación de Vox y Figaredo, pero mirando hacia la bancada socialista: “Cualquier compañero consumidor de prostitución no tiene cabida en el PSOE, ¿se atrevería usted a decir lo mismo?”. También aseguró que no existe ningún salario en España al que se grave el 50% de sus ingresos.
En el cenagal debate sobre corrupción y puteros hubo algunos incisos, como cuando la diputada de ERC, Teresa Jordá, recalcó de nuevo la queja de la falta de ejecución presupuestaria y de inversiones en Cataluña. O cuando la secretaria general de Podemos, Ione Belarra, cada jornada más áspera con sus excompañeros de Gabinete, presentó a Sánchez como el perpetrador de “la mayor traición a la gente trabajadora” por acudir a la cita de la OTAN para negociar la repercusión en el PIB de la inversión en Defensa y al que exigió que saque a España de esa “organización criminal y terrorista” para acabar enervando así a los escaños del PP: “Fuck Trump y fuck OTAN”.
El popular Elías Bendodo, el vicesecretario de Política Autonómica del PP, regresó al guion programado, en este caso para provocar a la vicepresidenta Díaz al retratarla como un miembro más de un Gobierno corrupto “manchada del mismo barro sanchista” y “abrasado con ministros que mercadean con prostitutas”. A la líder de Sumar, que en esta ocasión sí se presentó en la sesión frente a su comentada ausencia de la semana pasada, esa referencia a su limpieza le desagradó especialmente y enfatizó: “Yo soy una persona muy ética”. Más tarde agregó: “Yo no robo, soy una persona muy limpia, nosotras no robamos, somos un espacio limpio”. Esa proclama le sirvió más tarde a otra diputada del PP, Noelia Núñez, para concluir que Díaz se diferenciaba así del otro partido de la coalición en el Gobierno, el PSOE, aunque dedujese que su intención al permanecer en el cargo es buscarse un hueco en las próximas listas electorales socialistas.
Los diputados del PP apostillaron la intervención de Yolanda Díaz, como hicieron al final ante otra ministra de Sumar, con gritos a coro de “¡cómplices, cómplices, cómplices!”. La consigna pactada para apuntillar las respuestas de los miembros del Gobierno fue “¡dimisión, dimisión, dimisión!”. La presidenta de las Cortes, Francina Armengol, y de su suplente, el vicepresidente Alfonso Rodríguez Gómez de Celis, apenas aplacaron nada ante los ánimos levantiscos de numerosos diputados populares, que fueron llamados al orden y reprendidos de nuevo por sus insultos y desprecios sin ninguna consecuencia.
La popular Ester Muñoz, muy arriba en el PP y en estas sesiones, le afeó a Díaz que su ética le permitiera “estar sentada y rodeada” con excompañeros del Gabinete “corruptos y puteros” que “con dinero público contrataron a prostitutas en empresas públicas”. Díaz remachó con su lema de que “no todos los políticos” son iguales y recurrió a la cultura política mamada en su casa para ensalzar que a su Ministerio no ha llamado jamás ningún corruptor y sí trabajadores.
A esas alturas, a la sesión aún le faltaban las invectivas sin presunción de inocencia de Miguel Tellado, y otros cuatro diputados del PP y Vox contra el ministro de Presidencia, Justicia y Relaciones con las Cortes, Félix Bolaños, para el que el juez Juan Carlos Peinado reclama la imputación el Supremo en su condición de aforado por el caso de la contratación de una asesora de la esposa del presidente, Begoña Gómez, y al que la popular Cayetana Álvarez de Toledo le regaló cinco epitafios. El clima abochornado había subido ya tanto en el pleno que el panzer popular del hemiciclo hasta se quedó por una vez corto.
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