Opinión, por José Antonio Lobato Opinión, por José Antonio Lobato
España es un país asolado por las siete plagas de Egipto. Que por recuerdo de aquella maldición bíblica vamos ahora a traer a colación a los judíos. El sanchismo y sus socios se han despojado de una máscara más. Se acabó ya el carnaval y comienza el circo. Su verdadera faz muestra ya descarnadamente su profundo antisemitismo. Se ha podido palpar en varias ciudades de Castilla y León de cerca, con disturbios y agitación callejera so pretexto que en la celebración del evento deportivo “La Vuelta” participaba el equipo Israel-Premier Tech.
La guerra que mantiene Israel contra los gazatíes está siendo cruel, con el saldo de muerte y hambre para millares de inocentes bajo los que se parapetan los terroristas de Hamás. Tiraron estos pistoleros la primera piedra atacando a sus vecinos israelíes, con disparos indiscriminados incluso a niños y captura de rehenes, que aún mantienen en cautividad. No pocos árabes palestinos han demostrado a lo largo de la historia reciente una abominación atávica contra los judíos. La mítica premier de Israel Golda Meir esculpió una célebre frase: “Cuando los árabes amen a sus hijos, más de lo que nos odian a nosotros, entonces tendremos paz”.
El ahora primer ministro está mostrando mano tan férrea contra los palestinos, que el legendario ministro de Defensa israelí Moshé Dayan es una monjita ursulina en comparación con Benjamín Netanyahu. El militar de la victoria en la campaña del Sinaí, era reconocido por el parche en el ojo que ocultaba una herida de guerra causada en Siria cuando combatía contra el régimen títere de la Francia de Vichy, aliado de la Alemania hitleriana y la Italia del fascismo. Ningún otro pueblo ha sido masacrado con tanta saña por el nazismo como los judíos. Conviene no olvidarlo, sin que quepa justificación alguna de la desproporción del castigo de Netanyahu.
España está lastrada por un viejo discurso antisemita. La antigua Hispania fue antijudía en los reinados visigóticos, en la Al-Ándalus musulmana y en los primeros reinos cristianos. La aversión contra el judaísmo es en España más vieja que el hilo negro y continúa. Lo último, lo más de lo más es el rostro fuera de sí de Irene Montero, un calco de la niña posesa de la película “El Exorcista”, para reventar el acontecimiento ciclista en Madrid.
En la historia de España siempre tan convulsa y al borde del síncope cardíaco, el cenit del antisemitismo y la agresividad contra el pueblo judío culminó con la actitud represiva desplegada por la Inquisición que causó la expulsión colectiva de las comunidades hebreas en 1492. Los judíos y más tarde el Estado de Israel, grabaron a fuego el nombre de España entre los países más antisemitas del mundo. Por eso el embajador israelí Abba Eban, explicó en la ONU en 1949 que su recién nacido país no aceptaría a la dictadura de Franco en la comunidad internacional, ya que el régimen franquista mantuvo un alineamiento ideológico con los países totalitarios del “Tercer Reich”.
En estas novelas anti judaicas interminables y por entregas, saga más extensa que las del padre Luis Coloma, el personaje central del último folletín es Pedro Sánchez que ordena a su ministro Grande-Marlaska la inacción para que “La Vuelta” en Madrid se convierta en directo y ante el mundo en un penoso espectáculo no ya para pedir una deseable paz en Gaza, sino para sin separar el trigo de la paja demonizar a todos los israelíes, sean pacíficos o belicosos como Netanyahu.
Pedro Sánchez ha emprendido una cruzada contra Israel con tal frenesí antijudío como el Inquisidor Torquemada. Sánchez se va a enterar de lo que vale un peine. Cuando entre en escena el Mossad, la agencia de inteligencia exterior de Israel, van a aparecer hasta los papelajos del cuadre de contabilidad de los prostíbulos de su suegrísimo Sabiniano Gómez y libramientos de pago ordenados por doña Begoña. Paracetamol a manta para el dolor de cabeza.
elespanol – Castilla y León