Las mujeres de la trama: objetos sexuales o enemigas a eliminar

A las 12.30 de la tarde, mientras se escriben estas líneas, un hombre con camiseta de tirantes negra se bebe medio litro de cerveza en una mesa de un bar de carretera. Mira de reojo a la puerta, que apenas cruza un puñado de hombres más la mañana de este viernes. Hay otro en una situación idéntica, en una mesa de al lado. No se hablan entre ellos. Y dos más en la barra. Las únicas mujeres de este establecimiento, las camareras, que igual sirven alcohol que una habitación a 80 euros la noche. Un precio quizá excesivo, como resaltan decenas de clientes descontentos en Internet, para un hostal “de mala muerte”, “con manchas en las paredes”, humedades y pelos, según las fotografías que muestran, en un punto perdido en la carretera M50 de Madrid. En este hostal tenía una reserva para mayo el que fuera ministro de Transportes y mano derecha del presidente Pedro Sánchez, José Luis Ábalos, según encontró la Guardia Civil en el registro en su casa. Y es entre estas paredes desconchadas y escaleras salpicadas de colillas, donde se escribe el último capítulo sórdido de la decadencia de quien fuera uno de los políticos más poderosos de España.

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 En los audios, los implicados hablan de ellas bien como rivales para actuar con impunidad o bien como amantes  

A las 12.30 de la tarde, mientras se escriben estas líneas, un hombre con camiseta de tirantes negra se bebe medio litro de cerveza en una mesa de un bar de carretera. Mira de reojo a la puerta, que apenas cruza un puñado de hombres más la mañana de este viernes. Hay otro en una situación idéntica, en una mesa de al lado. No se hablan entre ellos. Y dos más en la barra. Las únicas mujeres de este establecimiento, las camareras, que igual sirven alcohol que una habitación a 80 euros la noche. Un precio quizá excesivo, como resaltan decenas de clientes descontentos en Internet, para un hostal “de mala muerte”, “con manchas en las paredes”, humedades y pelos, según las fotografías que muestran, en un punto perdido en la carretera M50 de Madrid. En este hostal tenía una reserva para mayo el que fuera ministro de Transportes y mano derecha del presidente Pedro Sánchez, José Luis Ábalos, según encontró la Guardia Civil en el registro en su casa. Y es entre estas paredes desconchadas y escaleras salpicadas de colillas, donde se escribe el último capítulo sórdido de la decadencia de quien fuera uno de los políticos más poderosos de España.

“Nadie aguanta el análisis de su vida privada”, dijo José Luis Ábalos el jueves en una entrevista en la Cadena SER. España entera lleva asistiendo días a los detalles más íntimos de la alcoba del exministro, a la vez que se enteraba de cómo rascaban cientos de miles de euros de sus cuentas públicas. Cada audio del informe de la Guardia Civil se reproducía con pudor, cada mensaje confirmaba una sospecha. Porque lo revelado va más allá de un caso de corrupción que acorrala al Gobierno de Sánchez, con dos de sus hombres de confianza investigados en el Supremo. Porque todo el mundo ha constatado que ese espécimen de hombre de club de alterne, que algunos se empeñan en disimular sobre la moqueta y los micrófonos, puede dirigir las carteras más importantes de este país mientras debate en ese mismo despacho si le gusta más “la colombiana nueva” o la Carlota, “que se enrolla que te cagas”.

Hay quien puede defender que nadie se lo esperaba. Pero ellas, algunas mujeres que aparecen en los audios de la trama, habían dado algunas pistas. “Adriana va a por ti, pero claro que sí. Y Maritcha, ten cuidado con Maritcha”, le advertía Koldo García a Santos Cerdán en uno de los audios revelados de febrero de 2022. Adriana Lastra era número dos del PSOE y Maritcha Ruiz Mateos, directora de Comunicación del partido. Las dos, según las grabaciones, habían sido advertidas por Carolina Perles, exmujer de Ábalos y madre de dos de sus cinco hijos. Ábalos podía mentir a todos, pero no por tanto tiempo a su tercera exmujer, que halló en 2019 correos electrónicos entre su entonces esposo y una de sus amantes, Jésica R., en los que se hablaba del alquiler de un piso de lujo en la plaza de España de Madrid (que costaba más de 2.700 euros al mes), pagos mensuales de poco más de 1.000 euros y dos trabajos en empresas públicas (Ineco y Tragsasec) a las que nunca fue a trabajar, según admitió ella misma ante el Supremo.

A veces, para estos hombres fuertes del Gobierno, las mujeres de la trama eran una ciudad. Un país. Hasta un señor. No fueran a confundirse en los pagos de alquileres y mensualidades. Así, Jésica era “España” y otra de ellas, Claudia M., era “Gijón”. Jésica estaba guardada en el móvil de Ábalos como “Jesús Rodríguez 20 Minutos”. Una medida de seguridad, la de cambiarle el nombre por uno masculino, poco efectiva: la imagen de una mujer espectacular coronaba cada mensaje de WhatsApp investigado por la Guardia Civil.

De una manera similar, Claudia M. obtuvo un puesto de trabajo en Logirail, una filial de Renfe, entre 2019 y 2022. La Guardia Civil apunta a que fue colocada también con la intermediación de Koldo García a petición de su jefe, Ábalos, quien supuestamente mantenía una relación sentimental con esa mujer. Ella ha reconocido que les pidió trabajo, pero que no eran pareja. Aunque en otros mensajes revelados de la investigación señalan que Ábalos le pagó restaurantes, hoteles y hasta una cita en una peluquería antes de ir a cenar a La Chalana, centro de operaciones de la trama, según la investigación.

Claudia y Jésica, enchufadas por Ábalos, según el sumario. Y Nicoleta, a petición de Koldo García a Cerdán en otra empresa pública dependiente de Adif. “No solo hay que valer para follar. Ella, la pobre, está en el paro. Se quiere ir a vivir a Valencia”, le dice Koldo García. “Te lo pido a ti, que le consigamos un trabajo en Valencia”. En un momento de la conversación en 2022, Cerdán le muestra su disposición a colaborar para la contratación: “Tú le miras lo de la empresa, dime ‘oye, aquí o allí’ y da un toque. Más fácil”, responde Cerdán.

También otra mujer, la entonces esposa de Koldo, Patricia Uriz en el mismo año, fue contratada por una empresa vinculada a una de las constructoras de la trama, Áridos Anfersa, a la que según el informe nunca acudió a trabajar. La Guardia Civil registró unas 10 nóminas de 1.300 euros, lo mismo que recibía Jésica. Enchufes con el salario mínimo para no desentonar.

Uno escucha a un ministro, a un asesor del Gobierno y al hasta hace poco secretario de Organización del PSOE acordando contratos públicos millonarios en Logroño y en Sevilla a cambio de mordidas. Y a la vez, organizando con la misma implicación una reunión discreta, según calificaban Koldo García y José Luis Ábalos, con un grupo de mujeres. “Ariatna está bien, está perfecta“, comentaba Koldo García. “Y la colombiana”, apostillaba el entonces ministro como si se tratara de la organización de una cumbre.

Las mujeres aparecen en los audios de dos únicas maneras: o bien porque había una motivación sexual y eran premiadas por ello, o porque eran el enemigo. “Lo que hizo fue hacerle la vida imposible”, opina Cerdán sobre la exmujer de Ábalos. “¡Jefe, te está llamando Nadia [Calviño], la hija de puta esa!”, le dice el 18 de noviembre de 2020 Koldo García a Ábalos sobre la entonces ministra de Economía. Hay una excepción, en la que se mezcla un piropo con una petición de favor que apunta a tráfico de influencias: “Joder, pues cuando te he visto con el pantalón de traje así, estás buenísima”, le decía Koldo en uno de los audios a Isabel Pardo de Vera, en esa fecha (2020), presidenta de Adif.

Así han desfilado por los tribunales y la prensa nacional un rosario de ellas, con la cara tapada, pañuelo en la cabeza, gafas de sol, vidas marcadas por las decisiones de unos hombres que aparentaban controlarlo todo. Saberlo todo. Que presumían poseerlas, como a Ariatna o Carlota, como quien dispone de un rancho.

La última mujer que ha irrumpido en la red ha sido Anaís D., quien fue actriz porno, imagen de revistas como FHM, gogó de discoteca, modelo y amiga de Ábalos. Con ella estaba el día que la Guardia Civil registró su casa de Valencia poco antes de que todo estallara, el 10 de junio, a las 8.50 horas. Ábalos le pidió permiso a los agentes para que ella pudiera salir a sacar al perro mientras ellos buscaban lo que la mujer escondía en sus pantalones. La pillaron. La cachearon. Y ahora sus fotos desnuda, con las piernas abiertas en una silla, han acaparado las portadas de una decena de diarios digitales.

Ábalos decidió romper su silencio el jueves. Y además de reconocer que había sido “gilipollas” y acusar a sus socios, Koldo García y Santos Cerdán, como los verdaderos urdidores de una trama de corrupción que ha supuesto el enésimo golpe al hígado del Gobierno que juró defender, mostró por última vez lo que media España ya había escuchado en las grabaciones. Ni siquiera la mujer que le iba a hacer el último favor en un momento desesperado merecía más respeto, una excusa más elaborada. Y ante las preguntas de un periodista de la Cadena SER sobre el registro, zanjó: “Me crecen los enanos con la chica esta”.

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