Las inversiones en energías renovables están adquiriendo una relevancia estratégica creciente en España, reflejo de una transformación profunda del modelo energético nacional. «Esta evolución responde tanto a factores climáticos como a consideraciones económicas y geopolíticas», afirma Iván Sánchez Saugar, director del Programa de Energías Renovables del IEB y Socio en PwC España. Desde el punto de vista climático, España se ha comprometido a alcanzar la neutralidad climática en 2050, en línea con los Acuerdos de París. «Este compromiso garantiza un marco de continuidad y profundidad para las inversiones en el sector a medio y largo plazo», resalta. En el plano económico, el desarrollo de las energías renovables tiene implicaciones clave «en seguridad energética, proyección internacional, innovación y empleo y beneficio para el consumidor», puntualiza. La inversión en energías renovables en España ha estado históricamente enfocada en tecnologías consolidadas, como la eólica y la fotovoltaica. Sin embargo, «en los últimos años se ha observado un creciente interés por soluciones emergentes que complementan la transición energética y responden a los nuevos retos del sistema eléctrico», explica Sánchez Saugar. En cuanto a las nuevas tecnologías complementarias y emergentes en las que se está invirtiendo, el profesor del IEB habla del almacenamiento energético, «uno de los sectores con mayor potencial de crecimiento a corto plazo»; de las redes de transmisión, cuyo refuerzo y modernización «son condiciones indispensables para canalizar adecuadamente la potencia renovable instalada» y el hidrógeno verde, en donde España «se posiciona como uno de los principales hubs europeos para la producción de hidrógeno verde». En conjunto, el panorama de inversión en renovables en España «está evolucionando hacia un enfoque más diversificado y tecnológico, que no solo busca ampliar la capacidad de generación, sino también garantizar la estabilidad, flexibilidad y sostenibilidad del sistema energético», puntualiza Sánchez Saguar. A la hora de invertir en activos renovables, indica que los inversores deben considerar diversas variables clave que garanticen una inversión rentable y sostenible. Entre ellas destacan el marco legal y regulatorio, la disponibilidad de infraestructura y conexión a la red, así como la complejidad burocrática y los permisos necesarios. En lo que respecta al marco legal y regulatorio, «es fundamental comprenderlo en profundidad, ya que las políticas gubernamentales y los incentivos fiscales pueden influir significativamente en la viabilidad de los proyectos», subraya. En el caso de España, los cambios regulatorios del pasado han tenido un impacto considerable en los inversores, «por lo que es crucial mantenerse informado sobre posibles modificaciones futuras», añade.Noticia Relacionada estandar Si La alargada sombra del ‘greenwashing’ oscurece la inversión sostenible Alberto VelázquezAdemás de estos factores, también señala que deben evaluarse otros aspectos como la disponibilidad y calidad de los recursos naturales, los costes estimados, el rendimiento esperado, así como los riesgos tecnológicos y de desarrollo asociados a este tipo de activos. «Por último, en lo que se refiere a la financiación, los inversores pueden apoyarse en diversos instrumentos públicos, tanto en forma de subvenciones como en forma de créditos complementarios a los ofrecidos por la banca comercial», resalta. Inversor minorista«En un contexto donde el dinero busca propósito y las personas reclaman más control sobre su patrimonio, las inversiones en renovables se han convertido en una alternativa cada vez más relevante para el inversor minorista», comienza por resaltar Fernando Dávila, CEO y cofundador de Crowmie, la fintech española que busca democratizar el acceso a inversiones sostenibles en energías renovables. Fundada en 2022, cree que muchas personas están dejando atrás el modelo tradicional y entrando por primera vez en activos reales, tangibles y estratégicos como la energía «porque ofrecen tres elementos difíciles de encontrar juntos: estabilidad, rentabilidad y propósito». Dávila cree que este tipo de inversiones pueden tener un papel decisivo en la transición energética. «Para descarbonizar la economía, necesitamos multiplicar la inversión en infraestructuras limpias. Y eso requiere más capital del que pueden movilizar los fondos institucionales», recuerda. Y es ahí donde el inversor particular cobra un protagonismo inédito. «Su dinero puede desbloquear proyectos que, de otro modo, tardarían años en ejecutarse. No es una participación simbólica: es una contribución real a la velocidad y escala del cambio», puntualiza. En el caso de Crowmie, cualquier persona puede invertir desde 5.000 euros en sistemas de autoconsumo industrial o almacenamiento energético (BESS).En esta plataforma trabajan bajo un modelo de inversión adaptado al inversor individual. «No abrimos un proyecto si no pasa por nuestro filtro de seguridad, rentabilidad y trazabilidad», afirma su CEO y cofundador. Cada oportunidad es evaluada con una due diligence 360°: «Validamos el consumo energético del cliente, su solvencia, la viabilidad técnica y legal, se firman los contratos (PPA, EPC y O&M), y preparamos el modelo financiero», añade. Solo cuando el proyecto cumple todos los criterios, «lo tokenizamos y abrimos a inversión. El inversor accede a la documentación, a la posibilidad de invertir, a un ‘dashboard’ en nuestra plataforma y a la posibilidad de liquidez mediante nuestro mercado propio», puntualiza.Resultados y una visión comprometida con el futuro Entre los inversores minoristas en energías renovables destacan profesionales entre 30 y 55 años, con cierta capacidad de ahorro. «No son especuladores. No buscan hacerse ricos de la noche a la mañana. Buscan una forma de generar ingresos sin sobresaltos, mientras apoyan algo que consideran importante: la transición ecológica, la independencia energética, el bienestar colectivo», cuenta el CEO de Crowmie. «No se trata solo de maximizar beneficios, sino de saber que su inversión está contribuyendo a una transición energética justa, sostenible y participativa», apunta el CEO de Fundeen.En Crowmie identifican dos tipos de activos que destacan por su capacidad de generar flujos estables, escalabilidad y alineación con las nuevas necesidades del sistema energético: el autoconsumo industrial y los sistemas de almacenamiento energético. «Ambos ofrecen una excelente combinación de rentabilidad, liquidez y seguridad, aunque con perfiles de riesgo diferentes», apunta Dávila. Por su parte, Nacho Bautista, CEO y cofundador de Fundeen, cree necesario seguir fomentando la adopción de las inversiones en energías renovables entre el gran público inversor. «Su evolución está marcada por un creciente interés en modelos financieros más sostenibles, en los que el impacto ambiental positivo se combina con una rentabilidad atractiva», recalca y asegura que uno de los factores que más peso está adquiriendo es el binomio rentabilidad-riesgo. «Este tipo de proyectos ofrece rentabilidades estables y razonables en el medio-largo plazo, en un contexto regulado, previsible y tecnológicamente consolidado. Esa estabilidad, junto con la posibilidad de participar en proyectos tangibles vinculados a la producción de energía, los hace especialmente atractivos frente a activos más volátiles», afirma el cofundador de Fundeen. Este tipo de modelo de coinversión ciudadana han abierto la puerta a miles de pequeños y medianos inversores. «Lo que antes estaba reservado para grandes fondos institucionales, hoy está al alcance de cualquier persona que quiera invertir desde 500 euros en adelante en la transición energética», aclara.Bautista apunta a la energía solar fotovoltaica como protagonista de las inversiones en renovables, «tanto en su modalidad en suelo como sobre cubierta. Los inversores valoran su madurez, predictibilidad y el marco regulatorio que la acompaña», resalta. También están creciendo en interés proyectos más innovadores, «como los de movilidad eléctrica, almacenamiento energético y comunidades energéticas locales, que responden a un nuevo paradigma de participación ciudadana y descentralización energética», añade. Indica también que existe una tendencia clara hacia la diversificación, tanto en el tipo de tecnología como en el modelo de inversión. «En este sentido, los inversores muestran especial atención a esquemas de ‘ crowdfunding ‘ (equity) y ‘crowdlending’ (deuda), que permiten adaptarse a distintos perfiles de riesgo y objetivos financieros». Las inversiones en energías renovables están adquiriendo una relevancia estratégica creciente en España, reflejo de una transformación profunda del modelo energético nacional. «Esta evolución responde tanto a factores climáticos como a consideraciones económicas y geopolíticas», afirma Iván Sánchez Saugar, director del Programa de Energías Renovables del IEB y Socio en PwC España. Desde el punto de vista climático, España se ha comprometido a alcanzar la neutralidad climática en 2050, en línea con los Acuerdos de París. «Este compromiso garantiza un marco de continuidad y profundidad para las inversiones en el sector a medio y largo plazo», resalta. En el plano económico, el desarrollo de las energías renovables tiene implicaciones clave «en seguridad energética, proyección internacional, innovación y empleo y beneficio para el consumidor», puntualiza. La inversión en energías renovables en España ha estado históricamente enfocada en tecnologías consolidadas, como la eólica y la fotovoltaica. Sin embargo, «en los últimos años se ha observado un creciente interés por soluciones emergentes que complementan la transición energética y responden a los nuevos retos del sistema eléctrico», explica Sánchez Saugar. En cuanto a las nuevas tecnologías complementarias y emergentes en las que se está invirtiendo, el profesor del IEB habla del almacenamiento energético, «uno de los sectores con mayor potencial de crecimiento a corto plazo»; de las redes de transmisión, cuyo refuerzo y modernización «son condiciones indispensables para canalizar adecuadamente la potencia renovable instalada» y el hidrógeno verde, en donde España «se posiciona como uno de los principales hubs europeos para la producción de hidrógeno verde». En conjunto, el panorama de inversión en renovables en España «está evolucionando hacia un enfoque más diversificado y tecnológico, que no solo busca ampliar la capacidad de generación, sino también garantizar la estabilidad, flexibilidad y sostenibilidad del sistema energético», puntualiza Sánchez Saguar. A la hora de invertir en activos renovables, indica que los inversores deben considerar diversas variables clave que garanticen una inversión rentable y sostenible. Entre ellas destacan el marco legal y regulatorio, la disponibilidad de infraestructura y conexión a la red, así como la complejidad burocrática y los permisos necesarios. En lo que respecta al marco legal y regulatorio, «es fundamental comprenderlo en profundidad, ya que las políticas gubernamentales y los incentivos fiscales pueden influir significativamente en la viabilidad de los proyectos», subraya. En el caso de España, los cambios regulatorios del pasado han tenido un impacto considerable en los inversores, «por lo que es crucial mantenerse informado sobre posibles modificaciones futuras», añade.Noticia Relacionada estandar Si La alargada sombra del ‘greenwashing’ oscurece la inversión sostenible Alberto VelázquezAdemás de estos factores, también señala que deben evaluarse otros aspectos como la disponibilidad y calidad de los recursos naturales, los costes estimados, el rendimiento esperado, así como los riesgos tecnológicos y de desarrollo asociados a este tipo de activos. «Por último, en lo que se refiere a la financiación, los inversores pueden apoyarse en diversos instrumentos públicos, tanto en forma de subvenciones como en forma de créditos complementarios a los ofrecidos por la banca comercial», resalta. Inversor minorista«En un contexto donde el dinero busca propósito y las personas reclaman más control sobre su patrimonio, las inversiones en renovables se han convertido en una alternativa cada vez más relevante para el inversor minorista», comienza por resaltar Fernando Dávila, CEO y cofundador de Crowmie, la fintech española que busca democratizar el acceso a inversiones sostenibles en energías renovables. Fundada en 2022, cree que muchas personas están dejando atrás el modelo tradicional y entrando por primera vez en activos reales, tangibles y estratégicos como la energía «porque ofrecen tres elementos difíciles de encontrar juntos: estabilidad, rentabilidad y propósito». Dávila cree que este tipo de inversiones pueden tener un papel decisivo en la transición energética. «Para descarbonizar la economía, necesitamos multiplicar la inversión en infraestructuras limpias. Y eso requiere más capital del que pueden movilizar los fondos institucionales», recuerda. Y es ahí donde el inversor particular cobra un protagonismo inédito. «Su dinero puede desbloquear proyectos que, de otro modo, tardarían años en ejecutarse. No es una participación simbólica: es una contribución real a la velocidad y escala del cambio», puntualiza. En el caso de Crowmie, cualquier persona puede invertir desde 5.000 euros en sistemas de autoconsumo industrial o almacenamiento energético (BESS).En esta plataforma trabajan bajo un modelo de inversión adaptado al inversor individual. «No abrimos un proyecto si no pasa por nuestro filtro de seguridad, rentabilidad y trazabilidad», afirma su CEO y cofundador. Cada oportunidad es evaluada con una due diligence 360°: «Validamos el consumo energético del cliente, su solvencia, la viabilidad técnica y legal, se firman los contratos (PPA, EPC y O&M), y preparamos el modelo financiero», añade. Solo cuando el proyecto cumple todos los criterios, «lo tokenizamos y abrimos a inversión. El inversor accede a la documentación, a la posibilidad de invertir, a un ‘dashboard’ en nuestra plataforma y a la posibilidad de liquidez mediante nuestro mercado propio», puntualiza.Resultados y una visión comprometida con el futuro Entre los inversores minoristas en energías renovables destacan profesionales entre 30 y 55 años, con cierta capacidad de ahorro. «No son especuladores. No buscan hacerse ricos de la noche a la mañana. Buscan una forma de generar ingresos sin sobresaltos, mientras apoyan algo que consideran importante: la transición ecológica, la independencia energética, el bienestar colectivo», cuenta el CEO de Crowmie. «No se trata solo de maximizar beneficios, sino de saber que su inversión está contribuyendo a una transición energética justa, sostenible y participativa», apunta el CEO de Fundeen.En Crowmie identifican dos tipos de activos que destacan por su capacidad de generar flujos estables, escalabilidad y alineación con las nuevas necesidades del sistema energético: el autoconsumo industrial y los sistemas de almacenamiento energético. «Ambos ofrecen una excelente combinación de rentabilidad, liquidez y seguridad, aunque con perfiles de riesgo diferentes», apunta Dávila. Por su parte, Nacho Bautista, CEO y cofundador de Fundeen, cree necesario seguir fomentando la adopción de las inversiones en energías renovables entre el gran público inversor. «Su evolución está marcada por un creciente interés en modelos financieros más sostenibles, en los que el impacto ambiental positivo se combina con una rentabilidad atractiva», recalca y asegura que uno de los factores que más peso está adquiriendo es el binomio rentabilidad-riesgo. «Este tipo de proyectos ofrece rentabilidades estables y razonables en el medio-largo plazo, en un contexto regulado, previsible y tecnológicamente consolidado. Esa estabilidad, junto con la posibilidad de participar en proyectos tangibles vinculados a la producción de energía, los hace especialmente atractivos frente a activos más volátiles», afirma el cofundador de Fundeen. Este tipo de modelo de coinversión ciudadana han abierto la puerta a miles de pequeños y medianos inversores. «Lo que antes estaba reservado para grandes fondos institucionales, hoy está al alcance de cualquier persona que quiera invertir desde 500 euros en adelante en la transición energética», aclara.Bautista apunta a la energía solar fotovoltaica como protagonista de las inversiones en renovables, «tanto en su modalidad en suelo como sobre cubierta. Los inversores valoran su madurez, predictibilidad y el marco regulatorio que la acompaña», resalta. También están creciendo en interés proyectos más innovadores, «como los de movilidad eléctrica, almacenamiento energético y comunidades energéticas locales, que responden a un nuevo paradigma de participación ciudadana y descentralización energética», añade. Indica también que existe una tendencia clara hacia la diversificación, tanto en el tipo de tecnología como en el modelo de inversión. «En este sentido, los inversores muestran especial atención a esquemas de ‘ crowdfunding ‘ (equity) y ‘crowdlending’ (deuda), que permiten adaptarse a distintos perfiles de riesgo y objetivos financieros».
Las inversiones en energías renovables están adquiriendo una relevancia estratégica creciente en España, reflejo de una transformación profunda del modelo energético nacional. «Esta evolución responde tanto a factores climáticos como a consideraciones económicas y geopolíticas», afirma Iván Sánchez Saugar, director del Programa de Energías Renovables del IEB y Socio en PwC España. Desde el punto de vista climático, España se ha comprometido a alcanzar la neutralidad climática en 2050, en línea con los Acuerdos de París. «Este compromiso garantiza un marco de continuidad y profundidad para las inversiones en el sector a medio y largo plazo», resalta. En el plano económico, el desarrollo de las energías renovables tiene implicaciones clave «en seguridad energética, proyección internacional, innovación y empleo y beneficio para el consumidor», puntualiza.
La inversión en energías renovables en España ha estado históricamente enfocada en tecnologías consolidadas, como la eólica y la fotovoltaica. Sin embargo, «en los últimos años se ha observado un creciente interés por soluciones emergentes que complementan la transición energética y responden a los nuevos retos del sistema eléctrico», explica Sánchez Saugar. En cuanto a las nuevas tecnologías complementarias y emergentes en las que se está invirtiendo, el profesor del IEB habla del almacenamiento energético, «uno de los sectores con mayor potencial de crecimiento a corto plazo»; de las redes de transmisión, cuyo refuerzo y modernización «son condiciones indispensables para canalizar adecuadamente la potencia renovable instalada» y el hidrógeno verde, en donde España «se posiciona como uno de los principales hubs europeos para la producción de hidrógeno verde». En conjunto, el panorama de inversión en renovables en España «está evolucionando hacia un enfoque más diversificado y tecnológico, que no solo busca ampliar la capacidad de generación, sino también garantizar la estabilidad, flexibilidad y sostenibilidad del sistema energético», puntualiza Sánchez Saguar.
A la hora de invertir en activos renovables, indica que los inversores deben considerar diversas variables clave que garanticen una inversión rentable y sostenible. Entre ellas destacan el marco legal y regulatorio, la disponibilidad de infraestructura y conexión a la red, así como la complejidad burocrática y los permisos necesarios. En lo que respecta al marco legal y regulatorio, «es fundamental comprenderlo en profundidad, ya que las políticas gubernamentales y los incentivos fiscales pueden influir significativamente en la viabilidad de los proyectos», subraya. En el caso de España, los cambios regulatorios del pasado han tenido un impacto considerable en los inversores, «por lo que es crucial mantenerse informado sobre posibles modificaciones futuras», añade.
Además de estos factores, también señala que deben evaluarse otros aspectos como la disponibilidad y calidad de los recursos naturales, los costes estimados, el rendimiento esperado, así como los riesgos tecnológicos y de desarrollo asociados a este tipo de activos. «Por último, en lo que se refiere a la financiación, los inversores pueden apoyarse en diversos instrumentos públicos, tanto en forma de subvenciones como en forma de créditos complementarios a los ofrecidos por la banca comercial», resalta.
Inversor minorista
«En un contexto donde el dinero busca propósito y las personas reclaman más control sobre su patrimonio, las inversiones en renovables se han convertido en una alternativa cada vez más relevante para el inversor minorista», comienza por resaltar Fernando Dávila, CEO y cofundador de Crowmie, la fintech española que busca democratizar el acceso a inversiones sostenibles en energías renovables. Fundada en 2022, cree que muchas personas están dejando atrás el modelo tradicional y entrando por primera vez en activos reales, tangibles y estratégicos como la energía «porque ofrecen tres elementos difíciles de encontrar juntos: estabilidad, rentabilidad y propósito».
Dávila cree que este tipo de inversiones pueden tener un papel decisivo en la transición energética. «Para descarbonizar la economía, necesitamos multiplicar la inversión en infraestructuras limpias. Y eso requiere más capital del que pueden movilizar los fondos institucionales», recuerda. Y es ahí donde el inversor particular cobra un protagonismo inédito. «Su dinero puede desbloquear proyectos que, de otro modo, tardarían años en ejecutarse. No es una participación simbólica: es una contribución real a la velocidad y escala del cambio», puntualiza. En el caso de Crowmie, cualquier persona puede invertir desde 5.000 euros en sistemas de autoconsumo industrial o almacenamiento energético (BESS).
En esta plataforma trabajan bajo un modelo de inversión adaptado al inversor individual. «No abrimos un proyecto si no pasa por nuestro filtro de seguridad, rentabilidad y trazabilidad», afirma su CEO y cofundador. Cada oportunidad es evaluada con una due diligence 360°: «Validamos el consumo energético del cliente, su solvencia, la viabilidad técnica y legal, se firman los contratos (PPA, EPC y O&M), y preparamos el modelo financiero», añade. Solo cuando el proyecto cumple todos los criterios, «lo tokenizamos y abrimos a inversión. El inversor accede a la documentación, a la posibilidad de invertir, a un ‘dashboard’ en nuestra plataforma y a la posibilidad de liquidez mediante nuestro mercado propio», puntualiza.
En Crowmie identifican dos tipos de activos que destacan por su capacidad de generar flujos estables, escalabilidad y alineación con las nuevas necesidades del sistema energético: el autoconsumo industrial y los sistemas de almacenamiento energético. «Ambos ofrecen una excelente combinación de rentabilidad, liquidez y seguridad, aunque con perfiles de riesgo diferentes», apunta Dávila.
Por su parte, Nacho Bautista, CEO y cofundador de Fundeen, cree necesario seguir fomentando la adopción de las inversiones en energías renovables entre el gran público inversor. «Su evolución está marcada por un creciente interés en modelos financieros más sostenibles, en los que el impacto ambiental positivo se combina con una rentabilidad atractiva», recalca y asegura que uno de los factores que más peso está adquiriendo es el binomio rentabilidad-riesgo. «Este tipo de proyectos ofrece rentabilidades estables y razonables en el medio-largo plazo, en un contexto regulado, previsible y tecnológicamente consolidado. Esa estabilidad, junto con la posibilidad de participar en proyectos tangibles vinculados a la producción de energía, los hace especialmente atractivos frente a activos más volátiles», afirma el cofundador de Fundeen. Este tipo de modelo de coinversión ciudadana han abierto la puerta a miles de pequeños y medianos inversores. «Lo que antes estaba reservado para grandes fondos institucionales, hoy está al alcance de cualquier persona que quiera invertir desde 500 euros en adelante en la transición energética», aclara.
Bautista apunta a la energía solar fotovoltaica como protagonista de las inversiones en renovables, «tanto en su modalidad en suelo como sobre cubierta. Los inversores valoran su madurez, predictibilidad y el marco regulatorio que la acompaña», resalta. También están creciendo en interés proyectos más innovadores, «como los de movilidad eléctrica, almacenamiento energético y comunidades energéticas locales, que responden a un nuevo paradigma de participación ciudadana y descentralización energética», añade. Indica también que existe una tendencia clara hacia la diversificación, tanto en el tipo de tecnología como en el modelo de inversión. «En este sentido, los inversores muestran especial atención a esquemas de ‘crowdfunding‘ (equity) y ‘crowdlending’ (deuda), que permiten adaptarse a distintos perfiles de riesgo y objetivos financieros».
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