El ambiente es de fiesta en el madrileño barrio de Villaverde. Faldas y vestidos de lentejuelas, sombreros de ‘cowboy’ o purpurina que decora las caras y el pelo de los fans que vienen de distintas partes de España y del mundo. Madrid recibe a su festival más internacional, el Mad Cool. Desde este jueves y hasta el este domingo, 13, las estrellas más escuchadas y que están más de moda alrededor del globo como Olivia Rodrigo, Gracie Abrams o Noah Kahan, que cantaron hace unos días en el potente Glastonbury, se suben a los escenarios impostados en un secarral cubierto de césped artificial, en un polígono pegado a la M-45.
El macrofestival vuelve a Madrid con una cartelera de artistas globales y unos 50.000 asistentes. Los residentes de Villaverde y Getafe denuncian por tercer año consecutivo ruido, caos circulatorio y abandono institucional
El ambiente es de fiesta en el madrileño barrio de Villaverde. Faldas y vestidos de lentejuelas, sombreros de ‘cowboy’ o purpurina que decora las caras y el pelo de los fans que vienen de distintas partes de España y del mundo. Madrid recibe a su festival más internacional, el Mad Cool. Desde este jueves y hasta el este domingo, 13, las estrellas más escuchadas y que están más de moda alrededor del globo como Olivia Rodrigo, Gracie Abrams o Noah Kahan, que cantaron hace unos días en el potente Glastonbury, se suben a los escenarios impostados en un secarral cubierto de césped artificial, en un polígono pegado a la M-45.
Al otro lado de la carretera el evento no es de celebración, sino todo lo contrario. Ruido “mortal”, transporte “colapsado” o accesos a viviendas cortados, son algunos de los problemas que denuncian desde 2023 ante la Comunidad de Madrid varias plataformas y asociaciones vecinales de Villaverde y Getafe, municipio que también queda afectado al ser colindante a la zona. Este año la protesta tiene más fuerza aún a consecuencia del plan de movilidad presentado por el Ayuntamiento de Madrid. “Se han incumplido todas las promesas. La situación es perversa”, asume Sara Hernández (PSOE), alcaldesa de Getafe.
En mayo, el Gobierno de Isabel Díaz Ayuso aprobó destinar 1.089.000 euros al patrocinio de Mad Cool, que tiene lugar en Villaverde por tercer año consecutivo. Anteriormente, se había celebrado en Valdebebas, donde también hubo protestas por parte de los vecinos. “No entendemos que sea en beneficio de la empresa privada este despliegue y que no se atiendan nuestras peticiones”, reclama en una llamada con EL PAÍS la portavoz de la Plataforma StopMadCoolVillaverde, quien ha preferido no dar su nombre por temor a las represalias. Según esta vecina, el Ejecutivo autonómico cortará varios accesos con la M-45. “Los vecinos de la Colonia Marconi quedan encerrados, solo tienen acceso por la Calle Resina. Les damos totalmente igual”, añade mientras recalca lo “cabreados” que están.
“Mucha gente se va del barrio estos días. Nos echan”, afirma por teléfono el representante de la Asociación de Vecinos de Getafe Norte, quien tampoco ha querido dar su nombre. Los asociados a esta agrupación lamentan que durante los días de festival el municipio del sur de la capital será “utilizado como aparcamiento”. “Madrid manda sobre Getafe”, manifiesta furioso este portavoz.
El plan de movilidad presentado para el denominado como recinto Iberdrola Music, donde se lleva a cabo el Mad Cool estos días, supone el cierre total de los accesos a Getafe Norte desde y hacia la A-4. “Esta decisión deja incomunicado a un barrio de casi 20.000 habitantes, sin vías de entrada ni salida hacia la autovía, trasladando todo el colapso a sus calles interiores y otras zonas, como por ejemplo la vía de acceso de los vecinos del barrio de Los Molinos”, escribe Hernández en una nota de prensa en la que solicita a Delegación del Gobierno, Policía Nacional y Guardia Civil el traslado de informes sobre la idoneidad del plan antes de que Madrid emita nuevas licencias para otros macroeventos que albergará el Iberdrola Music este verano, como el Reggaeton Beach Festival el 19 y 20 de julio o el Coca-Cola Music Experience, en septiembre.
“Si tiene que entrar una ambulancia no puede, además, el año pasado no tuvimos teléfonos móviles por los inhibidores. No podíamos llamar ni a urgencias, nos decían que las líneas estaban saturadas”, alerta el representante de los vecinos de Getafe Norte.
Borja Carabante, delegado del área de Urbanismo, Medio Ambiente y Movilidad del Ayuntamiento de Madrid, aseguró en unas declaraciones ofrecidas a la prensa esta semana que Hernández “se ha limitado a boicotear” el evento “que es un atractivo turístico y cultural para Madrid”. Además, insiste en que el Iberdrola Music tiene una “ubicación afortunada” y que “los vecinos están relativamente separados de él”. Carabante señala también que “no se espera polémica” con los próximos festivales que se harán en el recinto, puesto que tendrán menor afluencia: “No serán tan numerosos, la singularidad de Mad Cool es que puede recibir hasta 50.000 personas”.
La alcaldesa socialista recuerda que las propuestas para tratar de reconducir esta situación se han basado en apostar por el transporte público con la conexión de El Casar con Villaverde Bajo a través de la línea de Cercanías L3 o incluso lanzaderas desde Getafe en “unas ubicaciones que la organización rechazó”. También, para reducir los altos decibelios propulsados por los conciertos, la socialista sugirió la “instalación de pantallas acústicas para reducir el ruido”.
Ajenos a la polémica, los ‘fans’ disfrutan de sus ídolos
Entre el bullicio de los seis escenarios del festival y de las colas en las barras de bebida, miles de personas sí festejan la llegada de sus ídolos musicales al Mad Cool ajenos a las quejas de los vecinos de Villaverde y Getafe. Entre la multitud, dos amigos, un joven mexicano afincado en Madrid de 22 años y una madrileña de 19, se preparan para ver a sus artistas favoritas. Él espera impaciente a Olivia Rodrigo; ella no puede contener la ilusión por tener delante a Gracie Abrams. “Lo que más estamos disfrutando es el buen ambiente del festival”, coinciden.
Esa atmósfera festivalera también enamora a una madre e hija que esperan juntas el arranque del concierto de Abrams en el escenario principal. “La he convencido para venir”, dice la adolescente, señalando sonriente a su madre. “¡Me ha hecho vestirme del ‘dresscode’ de Gracie!”, comenta entre risas la mujer. Lo que más les ha sorprendido es la diversidad del público: “Hemos visto incluso abuelos con sus nietos pequeños”.
Entre el público se encuentran asistentes que representan a generaciones anteriores. Una pareja posa feliz junto a una figura de Superman. “Hemos venido por Muse”, cuentan. Tienen más edad. Son de la generación de los baby boomers y están encantados con la experiencia.
Más allá de los conciertos, el festival también reserva espacio para actividades alternativas y lúdicas. Maxi Bedoya, de 19 años, fue el ganador de una gincana en el espacio Mahou que emulaba los difíciles y desgarradores desafíos de la serie El Juego del Calamar, de Netflix. “De pequeño tenía el talento oculto de mover perfecto el hula hoop con las caderas, y resulta que en eso consistía la prueba final. “¡Por eso gané!”, cuenta emocionado. Su destreza le valió, entre otros premios, un lote de ‘merchandising’ de la producción coreana.
Tres amigos treintañeros, una chica de Valencia y dos madrileños, han venido atraídos por Benson Boone y Alanis Morissette. Para ellos, el valor diferencial de Mad Cool frente a otros festivales madrileños es claro porque “hay un gran número de público internacional”. “He notado que han venido muchas familias inglesas”, destaca uno.
Desde aún más lejos, cruzando el Atlántico, dos viejos amigos llegan desde Nueva York y Philadelphia. Han reservado sitio en el palco VIP, de nuevo, para ver a Gracie Abrams, aunque también esperan con muchas ganas a Noah Kahan. “Las barras de bebidas nos están salvando con este calor”, bromean, mientras reconocen que lo están pasando en grande.
Un distrito dividido a la espera de acuerdo
Aun con errores técnicos imperdonables, Mad Cool ha demostrado ser una cita anual para aplaudir la música, el verano o la diversidad de públicos y propuestas. Pero también es, otro año más, motivo de enfado y malestar para quienes ven cómo su barrio se transforma en un escenario gigante sin apenas diálogo ni compensaciones. Mientras los focos siguen iluminando a las estrellas que llegan al barrio, muchos vecinos esperan que se reduzca su parte del ruido mediante un acuerdo institucional que les libere, además, del trastorno de movilidad que padecen estos días.
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