No perder dinero

En las habituales encuestas a inversores una de las respuestas más habituales del ahorrador español es que su objetivo fundamental es no perder dinero. Algo que en principio podría sonar razonable. Bien mirado es una muestra clara de la falta de cultura financiera del español medio que en el fondo es lo que está detrás de muchos de los problemas que arrastra desde hace tiempo esta industria. El no querer perder dinero es la única justificación que actualmente en España haya en cuentas corrientes más de un billón de euros. Un billón de euros por los que los bancos prácticamente no pagan nada y que les sirve para financiar una parte importante de sus inversiones. Los bancos son de los que claramente se benefician de esta relación viciosa que tienen los seres humanos con el dinero y que en el caso de los españoles está mucho más acentuada . La respuesta del ser humano a las pérdidas o a las ganancias de una inversión no es simétrica. La aversión a las pérdidas es mucho mayor que la alegría que puedan proporcionar las eventuales ganancias. Y eso es lo que lleva a un porcentaje muy elevado de la población a no tener nada de exposición a activos considerados de riesgo. Este planteamiento limita los retornos a largo plazo del ahorro español y el desarrollo de los mercados de capitales. Quizá lo peor sea que muchos de los agentes financieros lejos de tratar de poner remedio a esta situación lo que tratan es de sacar tajada. El marketing del miedo en todo lo que tiene que ver con las inversiones es tremendamente eficaz . Se trata básicamente de aprovecharse de las emociones de los inversores. Como tienen miedo a perder, lejos de tratar de hacer pedagogía y explicar que para obtener tus objetivos financieros tienes que estar invertido estructuralmente en algunos productos que, aunque en el corto plazo puedan tener rentabilidades negativas, son lo que en largo te va a aportar esa rentabilidad diferencial tan necesaria. Muchas entidades se aprovechan y colocan productos que bajo la etiqueta «no vas a perder nada» no aportan absolutamente nada. Perder no perderás, pero tampoco optas a siquiera a una rentabilidad sobre la que construir algo. Se trata de un problema que se arregla con el tiempo a medida que la cultura financiera avance. Entretanto, el inversor es quien tiene que preocuparse de defender sus intereses que muchas veces vienen lastrados por sus propias emociones.El ser humano en el centroLa Inteligencia Artificial no va a sustituir nunca al ser humano . Es sin lugar a duda la mayor revolución de nuestros tiempos y comparable con muy pocos hitos de la historia de la humanidad, pero en ningún caso nos va a reemplazar. Esta es la pregunta que flota en el ambiente dados los enormes avances de esta tecnología en muy poco tiempo. Se trata de una herramienta que nos va a hacer la vida mucho más fácil, que va a permitir, ya lo está haciendo, un enorme salto en términos de productividad, pero eso es todo. La IA, aunque por momentos pueda parecer lo contrario, no tiene sentimientos. Y esa es su gran (¿única?) limitación. Y ese es precisamente nuestro gran superpoder. Es lo que nos ha diferenciado del resto de criaturas del universo y ahora, también, de la inteligencia artificial.Y esto no quiere decir que probablemente solo conocemos una parte muy pequeña de las aplicaciones prácticas de este invento absolutamente revolucionario. Va a ser algo esencial en nuestras vidas, ya lo es en la de muchos. Y la realidad seguro que supera las altísimas expectativas que actualmente se tienen. Pero en ningún caso por mucho y grande que sea el desarrollo el ser humano va a dejar de estar en el centro. La disrupción va a ser enorme en prácticamente todos los aspectos de la vida. Los trabajos cambiarán, pero en ese proceso de destrucción creativa en el que llevamos tanto tiempo inmersos será seguro para mejor.Básicamente no puede ser de otra manera porque detrás del desarrollo de esta tecnología está el hombre que es quien va a guiar cada uno de los pasos. Porque el ser humano es el que tiene eso tan valioso que ahora si cabe resulta más importante: el criterio. Por lo tanto, en tiempos en los que la inteligencia artificial va a tener cada vez mayor importancia en todos los aspectos de nuestra vida por lo que hay que abogar es por más inteligencia analógica que es la que nos proporciona el criterio. Más lecturas, más conocimientos, más interacciones con el resto de los seres humanos nos hacen más valiosos y absolutamente imprescindibles . Frente a lecturas distópicas de un mundo en el que las máquinas se hacen con el control, la visión más acertada es una mucho más optimista en la que como ha pasado siempre los avances tecnológicos redundarán en una mejora de la calidad de vida del ser humano en general que nunca dejará de ser el centro sobre lo que todo lo demás gravita.TACOLos medios anglosajones son muy aficionados a los acrónimos. El último que ha tenido mucho éxito ha sido con el que han tildado al presidente americano: TACO (‘Trump Always Chickens Out’) . Que viene a ser algo así como que el americano siempre se termina rajando. Sus planteamientos de máximos o sus amenazas terminan quedando en poco o directamente en nada. En cierta medida, a Trump se le ha visto el plumero. Probablemente en una nueva edición de su manual de negociación podría incluir un nuevo capítulo en el que abundará en las mejores formas de echarse para atrás sin perderle la cara al relato. Conociendo como ya conocemos al personaje, este tipo de insinuaciones no le harán la menor gracia. Y hasta podrían provocar alguna sobrerreacción que al final resultará contraproducente. Pero de lo que no hay duda es de que da en el clavo. Trump es un fullero y un fanfarrón que tiene unas formas lamentables pero que no está dispuesto a pasar a la historia como el responsable de ninguna crisis. Tiene demasiada buena opinión de sí mismo para dejar que un traspié o el no desdecirse a tiempo puedan llegar a empañarla. Un muy buen ejemplo de lo anterior son las negociaciones de los acuerdos comerciales. Este caso concreto constituye probablemente el mejor ejemplo porque en este tema Trump parece tener un alto convencimiento de que su postura es la acertada. En materia económica las ideas de Trump son pocas, pero una de ellas es la falacia de que Estados Unidos ha sido de los grandes perjudicados de la globalización. Un disparate que cae por su propio peso. Pues ni siquiera en este caso en el que el presidente americano tiene tan alto nivel de convencimiento va a mantenerse firme en sus planteamientos absolutamente descabellados. Al final se conformará con apuntarse el tanto de la victoria de la narrativa y no será necesaria una nueva dosis de jarabe de palo por parte del mercado. Aunque últimamente se haya venido un poco arriba. En las habituales encuestas a inversores una de las respuestas más habituales del ahorrador español es que su objetivo fundamental es no perder dinero. Algo que en principio podría sonar razonable. Bien mirado es una muestra clara de la falta de cultura financiera del español medio que en el fondo es lo que está detrás de muchos de los problemas que arrastra desde hace tiempo esta industria. El no querer perder dinero es la única justificación que actualmente en España haya en cuentas corrientes más de un billón de euros. Un billón de euros por los que los bancos prácticamente no pagan nada y que les sirve para financiar una parte importante de sus inversiones. Los bancos son de los que claramente se benefician de esta relación viciosa que tienen los seres humanos con el dinero y que en el caso de los españoles está mucho más acentuada . La respuesta del ser humano a las pérdidas o a las ganancias de una inversión no es simétrica. La aversión a las pérdidas es mucho mayor que la alegría que puedan proporcionar las eventuales ganancias. Y eso es lo que lleva a un porcentaje muy elevado de la población a no tener nada de exposición a activos considerados de riesgo. Este planteamiento limita los retornos a largo plazo del ahorro español y el desarrollo de los mercados de capitales. Quizá lo peor sea que muchos de los agentes financieros lejos de tratar de poner remedio a esta situación lo que tratan es de sacar tajada. El marketing del miedo en todo lo que tiene que ver con las inversiones es tremendamente eficaz . Se trata básicamente de aprovecharse de las emociones de los inversores. Como tienen miedo a perder, lejos de tratar de hacer pedagogía y explicar que para obtener tus objetivos financieros tienes que estar invertido estructuralmente en algunos productos que, aunque en el corto plazo puedan tener rentabilidades negativas, son lo que en largo te va a aportar esa rentabilidad diferencial tan necesaria. Muchas entidades se aprovechan y colocan productos que bajo la etiqueta «no vas a perder nada» no aportan absolutamente nada. Perder no perderás, pero tampoco optas a siquiera a una rentabilidad sobre la que construir algo. Se trata de un problema que se arregla con el tiempo a medida que la cultura financiera avance. Entretanto, el inversor es quien tiene que preocuparse de defender sus intereses que muchas veces vienen lastrados por sus propias emociones.El ser humano en el centroLa Inteligencia Artificial no va a sustituir nunca al ser humano . Es sin lugar a duda la mayor revolución de nuestros tiempos y comparable con muy pocos hitos de la historia de la humanidad, pero en ningún caso nos va a reemplazar. Esta es la pregunta que flota en el ambiente dados los enormes avances de esta tecnología en muy poco tiempo. Se trata de una herramienta que nos va a hacer la vida mucho más fácil, que va a permitir, ya lo está haciendo, un enorme salto en términos de productividad, pero eso es todo. La IA, aunque por momentos pueda parecer lo contrario, no tiene sentimientos. Y esa es su gran (¿única?) limitación. Y ese es precisamente nuestro gran superpoder. Es lo que nos ha diferenciado del resto de criaturas del universo y ahora, también, de la inteligencia artificial.Y esto no quiere decir que probablemente solo conocemos una parte muy pequeña de las aplicaciones prácticas de este invento absolutamente revolucionario. Va a ser algo esencial en nuestras vidas, ya lo es en la de muchos. Y la realidad seguro que supera las altísimas expectativas que actualmente se tienen. Pero en ningún caso por mucho y grande que sea el desarrollo el ser humano va a dejar de estar en el centro. La disrupción va a ser enorme en prácticamente todos los aspectos de la vida. Los trabajos cambiarán, pero en ese proceso de destrucción creativa en el que llevamos tanto tiempo inmersos será seguro para mejor.Básicamente no puede ser de otra manera porque detrás del desarrollo de esta tecnología está el hombre que es quien va a guiar cada uno de los pasos. Porque el ser humano es el que tiene eso tan valioso que ahora si cabe resulta más importante: el criterio. Por lo tanto, en tiempos en los que la inteligencia artificial va a tener cada vez mayor importancia en todos los aspectos de nuestra vida por lo que hay que abogar es por más inteligencia analógica que es la que nos proporciona el criterio. Más lecturas, más conocimientos, más interacciones con el resto de los seres humanos nos hacen más valiosos y absolutamente imprescindibles . Frente a lecturas distópicas de un mundo en el que las máquinas se hacen con el control, la visión más acertada es una mucho más optimista en la que como ha pasado siempre los avances tecnológicos redundarán en una mejora de la calidad de vida del ser humano en general que nunca dejará de ser el centro sobre lo que todo lo demás gravita.TACOLos medios anglosajones son muy aficionados a los acrónimos. El último que ha tenido mucho éxito ha sido con el que han tildado al presidente americano: TACO (‘Trump Always Chickens Out’) . Que viene a ser algo así como que el americano siempre se termina rajando. Sus planteamientos de máximos o sus amenazas terminan quedando en poco o directamente en nada. En cierta medida, a Trump se le ha visto el plumero. Probablemente en una nueva edición de su manual de negociación podría incluir un nuevo capítulo en el que abundará en las mejores formas de echarse para atrás sin perderle la cara al relato. Conociendo como ya conocemos al personaje, este tipo de insinuaciones no le harán la menor gracia. Y hasta podrían provocar alguna sobrerreacción que al final resultará contraproducente. Pero de lo que no hay duda es de que da en el clavo. Trump es un fullero y un fanfarrón que tiene unas formas lamentables pero que no está dispuesto a pasar a la historia como el responsable de ninguna crisis. Tiene demasiada buena opinión de sí mismo para dejar que un traspié o el no desdecirse a tiempo puedan llegar a empañarla. Un muy buen ejemplo de lo anterior son las negociaciones de los acuerdos comerciales. Este caso concreto constituye probablemente el mejor ejemplo porque en este tema Trump parece tener un alto convencimiento de que su postura es la acertada. En materia económica las ideas de Trump son pocas, pero una de ellas es la falacia de que Estados Unidos ha sido de los grandes perjudicados de la globalización. Un disparate que cae por su propio peso. Pues ni siquiera en este caso en el que el presidente americano tiene tan alto nivel de convencimiento va a mantenerse firme en sus planteamientos absolutamente descabellados. Al final se conformará con apuntarse el tanto de la victoria de la narrativa y no será necesaria una nueva dosis de jarabe de palo por parte del mercado. Aunque últimamente se haya venido un poco arriba.  

La respuesta del ser humano a las pérdidas o a las ganancias de una inversión no es simétrica

La irrupción de la IA ha llegado ABC

En las habituales encuestas a inversores una de las respuestas más habituales del ahorrador español es que su objetivo fundamental es no perder dinero. Algo que en principio podría sonar razonable. Bien mirado es una muestra clara de la falta de cultura financiera del español … medio que en el fondo es lo que está detrás de muchos de los problemas que arrastra desde hace tiempo esta industria. El no querer perder dinero es la única justificación que actualmente en España haya en cuentas corrientes más de un billón de euros. Un billón de euros por los que los bancos prácticamente no pagan nada y que les sirve para financiar una parte importante de sus inversiones.

Los bancos son de los que claramente se benefician de esta relación viciosa que tienen los seres humanos con el dinero y que en el caso de los españoles está mucho más acentuada. La respuesta del ser humano a las pérdidas o a las ganancias de una inversión no es simétrica. La aversión a las pérdidas es mucho mayor que la alegría que puedan proporcionar las eventuales ganancias. Y eso es lo que lleva a un porcentaje muy elevado de la población a no tener nada de exposición a activos considerados de riesgo. Este planteamiento limita los retornos a largo plazo del ahorro español y el desarrollo de los mercados de capitales.

Quizá lo peor sea que muchos de los agentes financieros lejos de tratar de poner remedio a esta situación lo que tratan es de sacar tajada.

El marketing del miedo en todo lo que tiene que ver con las inversiones es tremendamente eficaz. Se trata básicamente de aprovecharse de las emociones de los inversores. Como tienen miedo a perder, lejos de tratar de hacer pedagogía y explicar que para obtener tus objetivos financieros tienes que estar invertido estructuralmente en algunos productos que, aunque en el corto plazo puedan tener rentabilidades negativas, son lo que en largo te va a aportar esa rentabilidad diferencial tan necesaria.

Muchas entidades se aprovechan y colocan productos que bajo la etiqueta «no vas a perder nada» no aportan absolutamente nada. Perder no perderás, pero tampoco optas a siquiera a una rentabilidad sobre la que construir algo.

Se trata de un problema que se arregla con el tiempo a medida que la cultura financiera avance. Entretanto, el inversor es quien tiene que preocuparse de defender sus intereses que muchas veces vienen lastrados por sus propias emociones.

El ser humano en el centro

La Inteligencia Artificial no va a sustituir nunca al ser humano. Es sin lugar a duda la mayor revolución de nuestros tiempos y comparable con muy pocos hitos de la historia de la humanidad, pero en ningún caso nos va a reemplazar. Esta es la pregunta que flota en el ambiente dados los enormes avances de esta tecnología en muy poco tiempo. Se trata de una herramienta que nos va a hacer la vida mucho más fácil, que va a permitir, ya lo está haciendo, un enorme salto en términos de productividad, pero eso es todo.

La IA, aunque por momentos pueda parecer lo contrario, no tiene sentimientos. Y esa es su gran (¿única?) limitación. Y ese es precisamente nuestro gran superpoder. Es lo que nos ha diferenciado del resto de criaturas del universo y ahora, también, de la inteligencia artificial.

Y esto no quiere decir que probablemente solo conocemos una parte muy pequeña de las aplicaciones prácticas de este invento absolutamente revolucionario. Va a ser algo esencial en nuestras vidas, ya lo es en la de muchos. Y la realidad seguro que supera las altísimas expectativas que actualmente se tienen. Pero en ningún caso por mucho y grande que sea el desarrollo el ser humano va a dejar de estar en el centro.

La disrupción va a ser enorme en prácticamente todos los aspectos de la vida. Los trabajos cambiarán, pero en ese proceso de destrucción creativa en el que llevamos tanto tiempo inmersos será seguro para mejor.

Básicamente no puede ser de otra manera porque detrás del desarrollo de esta tecnología está el hombre que es quien va a guiar cada uno de los pasos. Porque el ser humano es el que tiene eso tan valioso que ahora si cabe resulta más importante: el criterio.

Por lo tanto, en tiempos en los que la inteligencia artificial va a tener cada vez mayor importancia en todos los aspectos de nuestra vida por lo que hay que abogar es por más inteligencia analógica que es la que nos proporciona el criterio. Más lecturas, más conocimientos, más interacciones con el resto de los seres humanos nos hacen más valiosos y absolutamente imprescindibles. Frente a lecturas distópicas de un mundo en el que las máquinas se hacen con el control, la visión más acertada es una mucho más optimista en la que como ha pasado siempre los avances tecnológicos redundarán en una mejora de la calidad de vida del ser humano en general que nunca dejará de ser el centro sobre lo que todo lo demás gravita.

TACO

Los medios anglosajones son muy aficionados a los acrónimos. El último que ha tenido mucho éxito ha sido con el que han tildado al presidente americano: TACO (‘Trump Always Chickens Out’). Que viene a ser algo así como que el americano siempre se termina rajando. Sus planteamientos de máximos o sus amenazas terminan quedando en poco o directamente en nada. En cierta medida, a Trump se le ha visto el plumero. Probablemente en una nueva edición de su manual de negociación podría incluir un nuevo capítulo en el que abundará en las mejores formas de echarse para atrás sin perderle la cara al relato.

Conociendo como ya conocemos al personaje, este tipo de insinuaciones no le harán la menor gracia. Y hasta podrían provocar alguna sobrerreacción que al final resultará contraproducente. Pero de lo que no hay duda es de que da en el clavo.

Trump es un fullero y un fanfarrón que tiene unas formas lamentables pero que no está dispuesto a pasar a la historia como el responsable de ninguna crisis. Tiene demasiada buena opinión de sí mismo para dejar que un traspié o el no desdecirse a tiempo puedan llegar a empañarla.

Un muy buen ejemplo de lo anterior son las negociaciones de los acuerdos comerciales. Este caso concreto constituye probablemente el mejor ejemplo porque en este tema Trump parece tener un alto convencimiento de que su postura es la acertada. En materia económica las ideas de Trump son pocas, pero una de ellas es la falacia de que Estados Unidos ha sido de los grandes perjudicados de la globalización. Un disparate que cae por su propio peso. Pues ni siquiera en este caso en el que el presidente americano tiene tan alto nivel de convencimiento va a mantenerse firme en sus planteamientos absolutamente descabellados. Al final se conformará con apuntarse el tanto de la victoria de la narrativa y no será necesaria una nueva dosis de jarabe de palo por parte del mercado. Aunque últimamente se haya venido un poco arriba.

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