¿Por qué no puede acoger Egipto a los millones de gazatíes que quieren huir de la guerra?

La emergencia humanitaria que ha exacerbado el comienzo de la ofensiva israelí sobre el núcleo de Gaza vuelve a plantear el interrogante de la salida –y no solo desplazamiento– de los civiles de la Franja. Es evidente, no hacen falta estadísticas, que la mayoría de los civiles gazatíes quieren dejar el escenario de la guerra junto a sus familias. El Gobierno de Netanyahu también lo desea por muchos motivos. Pero ningún país vecino está dispuesto a acogerles .Por varias razones, el país más adecuado para recibir a la masa de refugiados gazatíes es Egipto. Árabe, como los palestinos, de mayoría musulmana, y sobre todo fronterizo con la franja de Gaza.El régimen que preside el exgeneral Al Sisi ha dejado muy claro, desde el principio de la guerra –a la que siguió el cierre a cal y canto del paso fronterizo con Gaza– que no permitirá la llegada masiva de gazatíes, ni la constitución de campamentos de refugiados en la península del Sinaí. El argumento recurrente de El Cairo es que abrir la puerta a los dos millones de gazatíes que viven en la Franja sería «trasladar a Egipto el problema palestino», y enviar el mensaje de que no tienen derecho a un Estado propio en su territorio. Los países que en el pasado tuvieron ese gesto humanitario y crearon campamentos palestinos, en particular Jordania y el Líbano, pagaron un alto precio.Noticia Relacionada «Gaza está en llamas» estandar Si Israel comienza la operación militar terrestre en la Ciudad de Gaza Mikel AyestaranNo obstante, como antiguo jefe de la Inteligencia egipcia, el presidente Al Sisi sabe también que acoger a centenares de miles de palestinos sería encender la mecha del islamismo salafista egipcio, que está controlado pero no ha desaparecido de la tierra de los faraones.Fue precisamente en Egipto donde nació el salafismo, el islamismo militante del que bebió el movimiento radical palestino de Hamás desde el primer momento de su fundación. El gran ideólogo del movimiento salafista de Hermanos Musulmanes fue el egipcio Al Qutab , que murió en una cárcel de Nasser. Hermanos Musulmanes, ilegal desde el golpe de Estado del general Al Sisi en 2013, es el único partido islamista que ha ganado unas elecciones presidenciales en las urnas, las celebradas en Egipto en 2012. Con ellos llegó el caos, las protestas en las calles, y finalmente la asonada que devolvió –con matices– al país a la senda anterior a la Primavera Árabe.Por eso les teme tanto el régimen tutelado por los militares que ahora gobierna en el Cairo. Los islamistas de Hermanos Musulmanes ya no son la formidable estructura que se hizo con millones de mentes y la mayoría de votos cuando cayó Mubarak; y que alimentó a Hamás cuando los islamistas palestinos gobernaban en Gaza. Pero siguen teniendo un enorme poder de convocatoria entre las masas de desfavorecidos, y entre los que apoyan una versión radical del Corán. «El islam es el camino» es su máxima, simple y suficiente para encender el subconsciente de millones de musulmanes.¿Qué une a los líderes de los Hermanos Musulmanes de Egipto con los palestinos de Hamás? Un escritor orientalista lo describió con ironía. «No critican que el avión haya desplazado al camello, sino que no se les haya dejado subir al avión». Lo que une es la ambición de poder, y el intento de crear sociedades igualitarias presididas por la ley religiosa, la Sharía .Las grandes protestas populares de quienes no comulgaban con esa visión precipitaron el golpe militar de 2013 contra el régimen islamista, que encumbró al general Al Sisi y lanzó a Hermanos Musulmanes a la clandestinidad. Hoy, el régimen egipcio sigue considerándolo un ‘grupo terrorista’. Centenares de líderes están en el exilio –en particular en Turquía y Qatar– y decenas de miles de seguidores en las cárceles, entre ellos su líder Mohamed Badie . Desde el extranjero predican que el movimiento no aboga por la lucha armada sino por la política y la desobediencia cívica. Pero ese discurso no tranquiliza a los militares egipcios, ni a un porcentaje alto de la población que teme el regreso al poder de los ‘barbudos’.Aunque la ‘vía pacífica’ de Hermanos Musulmanes sigue siendo la doctrina oficial del grupo, sus lazos con los movimientos armados palestinos son innegables. Normalmente la relación se canaliza por una vía en apariencia humanitaria. El movimiento egipcio sigue teniendo una vasta red de organizaciones caritativas religiosas, con las que abastece de pan y de propaganda a su población islamista, y a los territorios ocupados palestinos.Uno de los hadices o dichos de Mahoma más conocidos pone en boca del fundador del islam la afirmación de que las mejores generaciones de musulmanes fueron la suya y –profetiza– las dos posteriores. Ese anhelo por regresar al ‘paraíso musulmán’, a la etapa idealizada por el islam de los siglos VII y VIII, preside el universo mental y emocional del ‘salafismo’ (del árabe salaf, antepasados), un estado de ánimo que hoy alimenta Hermanos Musulmanes desde la clandestinidad en Egipto, y que tiene ramas en otros países del norte de África. La emergencia humanitaria que ha exacerbado el comienzo de la ofensiva israelí sobre el núcleo de Gaza vuelve a plantear el interrogante de la salida –y no solo desplazamiento– de los civiles de la Franja. Es evidente, no hacen falta estadísticas, que la mayoría de los civiles gazatíes quieren dejar el escenario de la guerra junto a sus familias. El Gobierno de Netanyahu también lo desea por muchos motivos. Pero ningún país vecino está dispuesto a acogerles .Por varias razones, el país más adecuado para recibir a la masa de refugiados gazatíes es Egipto. Árabe, como los palestinos, de mayoría musulmana, y sobre todo fronterizo con la franja de Gaza.El régimen que preside el exgeneral Al Sisi ha dejado muy claro, desde el principio de la guerra –a la que siguió el cierre a cal y canto del paso fronterizo con Gaza– que no permitirá la llegada masiva de gazatíes, ni la constitución de campamentos de refugiados en la península del Sinaí. El argumento recurrente de El Cairo es que abrir la puerta a los dos millones de gazatíes que viven en la Franja sería «trasladar a Egipto el problema palestino», y enviar el mensaje de que no tienen derecho a un Estado propio en su territorio. Los países que en el pasado tuvieron ese gesto humanitario y crearon campamentos palestinos, en particular Jordania y el Líbano, pagaron un alto precio.Noticia Relacionada «Gaza está en llamas» estandar Si Israel comienza la operación militar terrestre en la Ciudad de Gaza Mikel AyestaranNo obstante, como antiguo jefe de la Inteligencia egipcia, el presidente Al Sisi sabe también que acoger a centenares de miles de palestinos sería encender la mecha del islamismo salafista egipcio, que está controlado pero no ha desaparecido de la tierra de los faraones.Fue precisamente en Egipto donde nació el salafismo, el islamismo militante del que bebió el movimiento radical palestino de Hamás desde el primer momento de su fundación. El gran ideólogo del movimiento salafista de Hermanos Musulmanes fue el egipcio Al Qutab , que murió en una cárcel de Nasser. Hermanos Musulmanes, ilegal desde el golpe de Estado del general Al Sisi en 2013, es el único partido islamista que ha ganado unas elecciones presidenciales en las urnas, las celebradas en Egipto en 2012. Con ellos llegó el caos, las protestas en las calles, y finalmente la asonada que devolvió –con matices– al país a la senda anterior a la Primavera Árabe.Por eso les teme tanto el régimen tutelado por los militares que ahora gobierna en el Cairo. Los islamistas de Hermanos Musulmanes ya no son la formidable estructura que se hizo con millones de mentes y la mayoría de votos cuando cayó Mubarak; y que alimentó a Hamás cuando los islamistas palestinos gobernaban en Gaza. Pero siguen teniendo un enorme poder de convocatoria entre las masas de desfavorecidos, y entre los que apoyan una versión radical del Corán. «El islam es el camino» es su máxima, simple y suficiente para encender el subconsciente de millones de musulmanes.¿Qué une a los líderes de los Hermanos Musulmanes de Egipto con los palestinos de Hamás? Un escritor orientalista lo describió con ironía. «No critican que el avión haya desplazado al camello, sino que no se les haya dejado subir al avión». Lo que une es la ambición de poder, y el intento de crear sociedades igualitarias presididas por la ley religiosa, la Sharía .Las grandes protestas populares de quienes no comulgaban con esa visión precipitaron el golpe militar de 2013 contra el régimen islamista, que encumbró al general Al Sisi y lanzó a Hermanos Musulmanes a la clandestinidad. Hoy, el régimen egipcio sigue considerándolo un ‘grupo terrorista’. Centenares de líderes están en el exilio –en particular en Turquía y Qatar– y decenas de miles de seguidores en las cárceles, entre ellos su líder Mohamed Badie . Desde el extranjero predican que el movimiento no aboga por la lucha armada sino por la política y la desobediencia cívica. Pero ese discurso no tranquiliza a los militares egipcios, ni a un porcentaje alto de la población que teme el regreso al poder de los ‘barbudos’.Aunque la ‘vía pacífica’ de Hermanos Musulmanes sigue siendo la doctrina oficial del grupo, sus lazos con los movimientos armados palestinos son innegables. Normalmente la relación se canaliza por una vía en apariencia humanitaria. El movimiento egipcio sigue teniendo una vasta red de organizaciones caritativas religiosas, con las que abastece de pan y de propaganda a su población islamista, y a los territorios ocupados palestinos.Uno de los hadices o dichos de Mahoma más conocidos pone en boca del fundador del islam la afirmación de que las mejores generaciones de musulmanes fueron la suya y –profetiza– las dos posteriores. Ese anhelo por regresar al ‘paraíso musulmán’, a la etapa idealizada por el islam de los siglos VII y VIII, preside el universo mental y emocional del ‘salafismo’ (del árabe salaf, antepasados), un estado de ánimo que hoy alimenta Hermanos Musulmanes desde la clandestinidad en Egipto, y que tiene ramas en otros países del norte de África.  

La emergencia humanitaria que ha exacerbado el comienzo de la ofensiva israelí sobre el núcleo de Gaza vuelve a plantear el interrogante de la salida –y no solo desplazamiento– de los civiles de la Franja. Es evidente, no hacen falta estadísticas, que la mayoría de … los civiles gazatíes quieren dejar el escenario de la guerra junto a sus familias. El Gobierno de Netanyahu también lo desea por muchos motivos. Pero ningún país vecino está dispuesto a acogerles.

Por varias razones, el país más adecuado para recibir a la masa de refugiados gazatíes es Egipto. Árabe, como los palestinos, de mayoría musulmana, y sobre todo fronterizo con la franja de Gaza.

El régimen que preside el exgeneral Al Sisi ha dejado muy claro, desde el principio de la guerra –a la que siguió el cierre a cal y canto del paso fronterizo con Gaza– que no permitirá la llegada masiva de gazatíes, ni la constitución de campamentos de refugiados en la península del Sinaí. El argumento recurrente de El Cairo es que abrir la puerta a los dos millones de gazatíes que viven en la Franja sería «trasladar a Egipto el problema palestino», y enviar el mensaje de que no tienen derecho a un Estado propio en su territorio. Los países que en el pasado tuvieron ese gesto humanitario y crearon campamentos palestinos, en particular Jordania y el Líbano, pagaron un alto precio.

No obstante, como antiguo jefe de la Inteligencia egipcia, el presidente Al Sisi sabe también que acoger a centenares de miles de palestinos sería encender la mecha del islamismo salafista egipcio, que está controlado pero no ha desaparecido de la tierra de los faraones.

Fue precisamente en Egipto donde nació el salafismo, el islamismo militante del que bebió el movimiento radical palestino de Hamás desde el primer momento de su fundación. El gran ideólogo del movimiento salafista de Hermanos Musulmanes fue el egipcio Al Qutab, que murió en una cárcel de Nasser. Hermanos Musulmanes, ilegal desde el golpe de Estado del general Al Sisi en 2013, es el único partido islamista que ha ganado unas elecciones presidenciales en las urnas, las celebradas en Egipto en 2012. Con ellos llegó el caos, las protestas en las calles, y finalmente la asonada que devolvió –con matices– al país a la senda anterior a la Primavera Árabe.

Por eso les teme tanto el régimen tutelado por los militares que ahora gobierna en el Cairo. Los islamistas de Hermanos Musulmanes ya no son la formidable estructura que se hizo con millones de mentes y la mayoría de votos cuando cayó Mubarak; y que alimentó a Hamás cuando los islamistas palestinos gobernaban en Gaza. Pero siguen teniendo un enorme poder de convocatoria entre las masas de desfavorecidos, y entre los que apoyan una versión radical del Corán. «El islam es el camino» es su máxima, simple y suficiente para encender el subconsciente de millones de musulmanes.

¿Qué une a los líderes de los Hermanos Musulmanes de Egipto con los palestinos de Hamás? Un escritor orientalista lo describió con ironía. «No critican que el avión haya desplazado al camello, sino que no se les haya dejado subir al avión». Lo que une es la ambición de poder, y el intento de crear sociedades igualitarias presididas por la ley religiosa, la Sharía.

Las grandes protestas populares de quienes no comulgaban con esa visión precipitaron el golpe militar de 2013 contra el régimen islamista, que encumbró al general Al Sisi y lanzó a Hermanos Musulmanes a la clandestinidad. Hoy, el régimen egipcio sigue considerándolo un ‘grupo terrorista’. Centenares de líderes están en el exilio –en particular en Turquía y Qatar– y decenas de miles de seguidores en las cárceles, entre ellos su líder Mohamed Badie. Desde el extranjero predican que el movimiento no aboga por la lucha armada sino por la política y la desobediencia cívica. Pero ese discurso no tranquiliza a los militares egipcios, ni a un porcentaje alto de la población que teme el regreso al poder de los ‘barbudos’.

Aunque la ‘vía pacífica’ de Hermanos Musulmanes sigue siendo la doctrina oficial del grupo, sus lazos con los movimientos armados palestinos son innegables. Normalmente la relación se canaliza por una vía en apariencia humanitaria. El movimiento egipcio sigue teniendo una vasta red de organizaciones caritativas religiosas, con las que abastece de pan y de propaganda a su población islamista, y a los territorios ocupados palestinos.

Uno de los hadices o dichos de Mahoma más conocidos pone en boca del fundador del islam la afirmación de que las mejores generaciones de musulmanes fueron la suya y –profetiza– las dos posteriores. Ese anhelo por regresar al ‘paraíso musulmán’, a la etapa idealizada por el islam de los siglos VII y VIII, preside el universo mental y emocional del ‘salafismo’ (del árabe salaf, antepasados), un estado de ánimo que hoy alimenta Hermanos Musulmanes desde la clandestinidad en Egipto, y que tiene ramas en otros países del norte de África.

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