<p>Decían que nos habíamos cansado. De la infinidad de opciones, de las interacciones superficiales, de la rueda expectativas-cita-decepción. Hasta le dieron un nombre en inglés, <i>Tinder fatigue</i>. Pero 50 millones de personas siguen en Tinder. Yo misma visito de vez en cuando la <i>app</i>. Por si acaso.</p>
¿Cuál es tu valor en el mercado de los solteros? La frialdad de buscar pareja hoy puede resultar desmoralizadora. Pero…
Decían que nos habíamos cansado. De la infinidad de opciones, de las interacciones superficiales, de la rueda expectativas-cita-decepción. Hasta le dieron un nombre en inglés, Tinder fatigue. Pero 50 millones de personas siguen en Tinder. Yo misma visito de vez en cuando la app. Por si acaso.
En todo esto pensaba tras ver Materialistas. El punto de partida es algo tan antiguo como una casamentera (Dakota Johnson), pero retrata a la perfección la frialdad de buscar pareja hoy. ¿Cuál es tu valor en el mercado de los solteros? Trabajo, físico, don de gentes… «15 centímetros más de altura pueden duplicar el valor de un hombre». Si puntúas alto en todo, puedes ser un unicornio (Pedro Pascal), un ser mitológico perfecto y deseable. Si tu calificación es buena, pero no sobresaliente, y tampoco tienes una cualidad valiosa para un nicho de solteros, serás solo una buena chica condenada a citas sin fin (Zoe Winters). Pura matemática.
«Es el cálculo que veo hacer a mis clientes cuando intentan determinar sus probabilidades en apps de citas», explicaba una sexóloga en un artículo de Time sobre la película. «Puede resultar desmoralizador, a menos que con el tiempo uno se insensibilice«.
A veces percibes ese cálculo, esa ansiedad, en muchas conversaciones. Que cuadre la matemática. Como si escuchar la misma música significase algo.
Cuando ligábamos en los bares, muchas veces la chispa no saltaba con el chico guapo-simpático-de-sonrisa-perfecta, sino con el amigo taciturno. Había más factores. Un gesto, una mirada, una frase.
Hoy hablas con una foto de WhatsApp, envías el mismo meme ocurrente, te construyes una imagen del otro con lo que ves en sus redes. «Al final no distingues ni con quién estás hablando«, asume mi hermana zeta.
Como dice Tamara Tenenbaum en El fin del amor, al desaparecer los cuerpos y solo tener delante un perfil «el proceso se intelectualiza» y la decisión se parece más a la de comprarte algo online, seleccionar personal o jugar a un videojuego. Ahí está lo que nos agota del mercado de citas. No es la gente, es la dinámica. La deshumanización del otro.
Y entonces, a veces, aparece el verdadero unicornio mitológico: algo bonito sale de Tinder. Hace unos días estuve con un amigo a punto de casarse. Conoció a su novia en la app cuando iba a borrarla. Dice la casamentera Dakota que el mundo de las citas requiere mucho esfuerzo, mucha prueba y error, pero el amor es fácil. Suena a frase facilona de Hollywood, pero por eso la gente no se marcha de Tinder. Seguimos en la mierda. Por si acaso.
Cultura