Lejos de amainar, la tormenta en el PSOE empeora cada día. La catarata de desastres en un mes catastrófico para los socialistas tuvo un nuevo episodio justo en el día que Pedro Sánchez y su equipo habían diseñado como el del resurgir en un Comité Federal decisivo. Un nuevo escándalo en el núcleo duro de Sánchez reventó la cita. Esta vez es Paco Salazar, un hombre clave en La Moncloa casi todos estos años -tuvo un breve lapso en el que salió tras la caída en desgracia de Iván Redondo, pero volvió poco después- el que ha tenido que apartarse tras la publicación en eldiario.es de la denuncia de varias mujeres socialistas que le acusan de comportamientos machistas inaceptables y más en un partido que ha hecho bandera del feminismo.
La explosión de un nuevo caso, el de Salazar por actitudes machistas, estalla en pleno comité federal que aun así fue un cierre de filas con Page aislado
Lejos de amainar, la tormenta en el PSOE empeora cada día. La catarata de desastres en un mes catastrófico para los socialistas tuvo un nuevo episodio justo en el día que Pedro Sánchez y su equipo habían diseñado como el del resurgir en un Comité Federal decisivo. Un nuevo escándalo en el núcleo duro de Sánchez reventó la cita. Esta vez es Paco Salazar, un hombre clave en La Moncloa casi todos estos años -tuvo un breve lapso en el que salió tras la caída en desgracia de Iván Redondo, pero volvió poco después- el que ha tenido que apartarse tras la publicación en eldiario.es de la denuncia de varias mujeres socialistas que le acusan de comportamientos machistas inaceptables y más en un partido que ha hecho bandera del feminismo.
Sánchez, por tanto, está aún muy lejos de controlar la crisis más grave que ha sufrido en siete años en La Moncloa, y ahora le espera otra prueba muy compleja: dos plenos el miércoles en el Congreso en los que anunciará más medidas anticorrupción para intentar mantener unida una mayoría cada vez más frágil. Varios dirigentes consultados coinciden en que Sánchez logró un claro apoyo del partido, pero queda mucho trecho para salir del agujero, sobre todo porque nadie sabe qué más puede salir. “Es clave lo que pase el miércoles en el Congreso, pero a esto aún le queda mucho recorrido político y judicial, vamos a seguir pasándolo mal un buen rato, no está controlado ni mucho menos”, sentencia un miembro del Comité Federal.
Salazar es una persona de máxima confianza de Sánchez al que había puesto en la nueva cúpula del PSOE precisamente para limpiar la mancha de Santos Cerdán, preso en la cárcel de Soto del Real, con el que tuvo una relación muy estrecha, hasta el punto de que compartieron piso en Madrid. Este personaje decisivo en el entorno del presidente, que viene del primer sanchismo, el que organizó un gran mitin en Dos Hermanas, su ciudad, para iniciar la campaña de las primarias de 2017, es otro más de esos hombres de la misma generación y estilo parecido que han sido claves en la trayectoria de Sánchez y a los que fue captando en las federaciones. Todos tenía un hilo conductor: estaban en contra de la candidatura de Susana Díaz a las primarias, y apostaron por un líder que en ese momento parecía tener muy pocas posibilidades de éxito frente a todo el establishment del PSOE.
Salazar era una pieza clave en la apuesta del líder socialista para salir adelante. Con él, que ha estado en la sombra detrás de casi todas las decisiones, diseñó una estructura dirigida por una mujer, Rebeca Torró, nueva secretaria de Organización, que precisamente es cercana al dirigente andaluz ahora apartado. El plan de resurrección quedó pues muy tocado antes incluso de nacer, sin que el nuevo equipo hubiera sido aún votado. “Les pido a las compañeras que utilicen los canales para denunciar el acoso”, se limitó a decir Sánchez sobre este caso, sin citar a Salazar.
Después de un viernes intenso en emociones, en el que el presidente se sinceró con un grupo de responsables de Igualdad del PSOE, ante las que reconoció el dolor que le había provocado escuchar conversaciones en las que José Luis Ábalos y Koldo García hablan de mujeres como si fueran ganado, e incluso admitió que si pensara que dimitiendo resolvería los problemas lo haría, la noche fue aún más intensa en la cúpula socialista cuando se publicó la denuncia contra Salazar.
Fuentes del Gobierno señalan que el dirigente andaluz le dijo a Sánchez que es inocente, que no cree haber tenido ningún comportamiento inapropiado, pero se aparta por el bien del Gobierno y del partido. Y que se lo comunicó esa misma noche y por eso no fue a la sede. Sin embargo, la decisión solo se anunció bien avanzada la mañana del sábado, con toda la cúpula en la sede de Ferraz esperando noticias. Ese silencio trasladó la imagen de un pulso dramático con un claro retraso del inicio del Comité Federal mientras algunas dirigentes como Pilar Alegría defendían a Salazar -después rectificó- y otras como Adriana Lastra, que tuvo varios enfrentamientos con él en el pasado, pedían su dimisión. El arranque del Comité Federal se vio así dominado por un nuevo error de Sánchez en la selección de su equipo, el tercero consecutivo.
A pesar de esta compleja situación, que sigue empeorando, Sánchez logró un claro respaldo de la cúpula del PSOE, con la excepción del presidente de Castilla La Mancha, Emiliano García Page, que fue muy criticado por varios compañeros por pedir una moción de confianza o elecciones anticipadas. “O se recupera la confianza parlamentaria que hemos perdido, y no a cambio de más chantajes independentistas o elecciones”, dijo Page. Solo le secundó la alcaldesa de Palencia, Miriam de Andrés.
Óscar López, otro miembro del núcleo duro del presidente, y líder del PSOE madrileño, se lanzó contra el manchego y recordó otro Comité Federal dramático, el que echó a Sánchez de la dirección en 2016 por rechazar la abstención para permitir la investidura de Mariano Rajoy, que ya entonces acumulaba graves escándalos de corrupción. Ya se había conocido el famoso “Luis, sé fuerte, hacemos lo que podemos” a su tesorero cuando se supo que tenía 50 millones de euros en Suiza cuando buena parte del PSOE apostó por permitir su investidura. “A mí no me entra en la cabeza que en esta sala se pueda defender la continuidad de un Gobierno de M punto Rajoy y ahora se pueda pedir el fin de un gobierno socialista”, soltó López. Óscar Puente, otro ministro cercano a Sánchez, fue aún más lejos y le llamó “hipócrita” porque en esa sala, frente a sus compañeros, Page no había repetido sus palabras duras frente a los medios, en las que dijo que hay dirigentes del PSOE que no saben si acabarán en la cárcel. La organización no permitió replicar a Page, alegando que nunca se hace.
Pero el más aplaudido, el discurso que varios de los presentes creen que resume mejor el ánimo mayoritario del partido, fue el de Salvador Illa. El president, una persona con mucha ascendencia en el PSOE, y un nombre que se repite en caso de una posible sucesión, hizo una arenga de defensa de la gestión del Gobierno, de los datos económicos, de las medidas progresistas, y pidió a su partido que lo reivindique pero no para resistir, sino para seguir transformando la sociedad en los dos años que quedan de legislatura.
Illa también destacó algo que está en todas las conversaciones de los socialistas: España es el único gran país de la UE con un Gobierno progresista, es un referente para toda la izquierda europea y también en América, donde Sánchez tiene una imagen de líder anti Trump, y mucho más después de oponerse a subir al 5% el gasto en defensa. Todo eso, explicó Illa, no se puede perder por tres corruptos contra los que ya se ha actuado. El líder del PSC reclamó, como Sánchez, “cabeza alta” y orgullo de lo realizado y de lo que queda por venir. Illa estuvo la semana pasada varias horas en La Moncloa con el presidente, en su momento más bajo, y le animó a seguir porque tiene el apoyo del PSOE y también porque los socios mantienen el respaldo porque no quieren elecciones para abrir la puerta ahora al PP y a Vox.
El PSOE, pues, apoya a Sánchez, aunque hubo muchos discursos que admitieron el duro golpe que ha recibido el partido. La apuesta por la dimisión de Sánchez para dejar paso a otro candidato del PSOE es muy minoritaria. Muchos dirigentes argumentan en privado, y así se lo han trasladado al presidente, que el partido aún recuerda que una operación similar ejecutada por José Luis Rodríguez Zapatero, que decidió no presentarse en 2011 y poner a Alfredo Pérez Rubalcaba como candidato, tuvo un resultado desastroso. El PP logró una mayoría absoluta aplastante y el PSOE se desangró en guerras internas hasta que la dimisión de Rubalcaba en 2014 llevó a una primarias que ganó Sánchez.
El discurso final del presidente también tuvo un mensaje para otro de los grandes referentes de la crítica interna: Felipe González. En la tradición del PSOE, ningún ex secretario general había llegado tan lejos como González, que asegura que no votará a su partido, del que fue líder durante casi 24 años, si se presenta Sánchez. El actual secretario general, que sí tiene el apoyo de José Luis Rodríguez Zapatero, el otro socialista que llegó a La Moncloa, remató con un dardo para González: “cuando deje de ser presidente del Gobierno, apoyaré al secretario general que dirija el PSOE”. Sánchez además reivindicó la ley de amnistía, que Page había rechazado, y la apuesta por la mayoría progresista y no por una gran coalición, porque gracias a esa decisión el PSOE está en el 30%, una cifra con la que ni siquiera sueñan la mayoría de los partidos socialdemócratas europeos.
Pero el problema político real de Sánchez no está en la batalla interna. Prácticamente no existe y García Page quedó claramente aislado en el Comité Federal. El agujero lo tiene el líder del PSOE fuera, con los votantes progresistas, con la opinión pública, con la sociedad en general, ante la evidencia de que defendió hasta el final a un hombre como Cerdán que ahora duerme todos los días en Soto del Real. “Quiero pedir perdón, me equivoqué al depositar mi confianza en personas que no la merecían. La traición sufrida es dolorosa, fui yo quien confió en ellos, pero la sombra de este error no puede hacernos renunciar a nuestra responsabilidad. Tengo el corazón tocado, pero la determinación intacta”, clamó el presidente para explicar por qué no dimite. “El capitán no se desentiende cuando viene mala mar, se queda a capear el temporal y a llevar la nave a puerto”, insistió.
Y el segundo gran problema, además del de sus votantes, que según las encuestas están empezando a bajar por la corrupción, lo tiene con los socios. De momento, todos parecen aguantar porque la alternativa es mucho peor, un Gobierno del PP y Vox que todos temen, porque creen que supondría enormes retrocesos sociales y de derechos ya consolidados. Pero también están expectantes, como todo el PSOE, ante nuevos escándalos que puedan salir y exigen a Sánchez más contundencia y más medidas. Por eso, casi más importante que esta cita en Ferraz, que salió mucho peor de lo esperado por el escándalo Salazar, es la que tiene el miércoles en el Congreso.
La oposición está muy crecida, como se pudo comprobar en el Congreso del PP, que fue un contraste absoluto con las caras largas que se veían en el PSOE. Todo era fiesta y aplausos a su presidente, Alberto Núñez Feijóo, dejando atrás las cuitas internas y las dudas con su liderazgo ante la convicción de que La Moncloa está cercana. Por eso es muy probable que la doble sesión sea un infierno para Sánchez, que tendrá mucha presión del PP y de Vox, que últimamente piden a gritos en los escaños su dimisión mientras los golpean.
Pero la gran pregunta es si Sánchez conserva una mayoría, y eso se verá en esa jornada parlamentaria en que la que el presidente planea llevar un extenso paquete de medidas anticorrupción que le han pedido los socios. Sánchez pretende seguir, y cree que tiene apoyos, pero el miércoles se verá la fotografía real del Congreso. El líder del PSOE, acosado por una secuencia de escándalos demoledora, sigue confiando en que podrá remontar y sobre todo encapsular la crisis. Pero de momento está muy lejos de tenerla controlada.
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