Trump y Xi acuerdan reducir los aranceles relacionados con el fentanilo y garantizar el suministro de tierras raras

Donald Trump y Xi Jinping han mantenido este jueves por la mañana (hora local), por fin, su esperado encuentro tras meses de expectación. La perspectiva de un supuesto gran acuerdo estructural anunciado con fanfarria ha quedado reducida a un apaño circunstancial para pasar del jaque mutuo a las tablas.Seis años después de su último cara a cara, el presidente estadounidense y el líder chino han vuelto a verse, de nuevo en un contexto de confrontación comercial, pero en esta ocasión como dos superpotencias cada vez más parejas. No en vano Trump ha tenido a bien caracterizar su reunión –mediante una publicación escrita en mayúsculas– como un «G2», retrato de un mundo cada vez menos regido por el multilateralismo y más por la fuerza, en el que Estados Unidos y China se hablan, he aquí la novedad, de tú a tú. Como en tantas ocasiones, el saludo inicial ha ofrecido las lecturas, por humanas, más genuinas. Trump le ha recibido con la sonrisa impostada, la mano extendida y un intenso contacto visual que después del apretón Xi ha evitado. «Es un placer verte de nuevo», ha musitado este en tono grave y desganado, con la mirada fija en las cámaras. Noticia Relacionada estandar Si La Fed vuelve a rebajar tipos, entre la ausencia del dato de empleo y con la mirada puesta en diciembre Javier Ansorena La institución recorta el precio del dinero a la horquilla del 3,75-4%«Es un placer verte de nuevo a ti», ha respondido el estadounidense. «Vamos a tener una reunión muy exitosa, no tengo ninguna duda. Pero es un negociador muy duro, eso no está bien», ha añadido jocoso, una broma seguida de dos sonoras palmaditas en la espalda ante las que el chino se ha mantenido impasible, si acaso esbozando una mínima sonrisa sardónica frente a la carcajada de su acompañante. «Nos conocemos bien», insistía Trump, liberando por fin su mano.«¿Van a firmar un acuerdo hoy?», preguntaba una periodista. «Puede ser», contestaba. «Tendremos un buen entendimiento. Tenemos una relación fantástica, siempre hemos tenido una relación fantástica». Xi no ha hablado hasta que no se ha sentado a la mesa de negociación, dispuesta en una pequeña sala de la base militar de la fuerza aérea surcoreana en el Aeropuerto Internacional de Gimhae, en la ciudad de Busan, con siete sillas a cada lado.«Dadas nuestras diferentes condiciones nacionales, no siempre vemos las cosas del mismo modo, y es normal que las dos principales economías del mundo tengan fricciones de vez en cuando», ha asegurado, conciliador, flanqueado por Cai Qi , su jefe de Gabinete y mano derecha, y Wang Yi , ministro de Exteriores. «Frente al viento, las olas y los desafíos, usted y yo al timón, debemos mantener el rumbo correcto y garantizar la navegación estable del gran barco que son las relaciones entre China y EE.UU.».Es más: «Siempre he creído que el desarrollo de China va de la mano de su visión de hacer a América grande otra vez». Semejante merced ha supuesto música para los oídos de Trump, quien ha alabado a su homólogo como «el gran líder de un gran país». «Tendremos algunas conversaciones. Creo que ya estamos de acuerdo en muchas cosas, y ahora mismo acordaremos algunas más», ha dispuesto, rodeado del secretario del Tesoro Scott Bessent y el secretario de Estado Marco Rubio .Negocie usted mañanaLa cumbre ha resultado tan esperada como breve . Apenas hora y media después ambos mandatarios han abandonado juntos la base tras estrecharse la mano una última vez. Al cabo de unos pocos minutos Trump se despedía con el puño en alto desde lo alto del Air Force One antes de poner rumbo de vuelta a EE.UU. Xi, por su parte, se ha dirigido hacia la vecina ciudad de Gyeongju para participar en el Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC), donde departirá, entre otros, con el presidente surcoreano Lee Jae-myung y la recién elegida primera ministra nipona Sanae Takaichi.Los primeros detalles específicos se han revelado ya a bordo del avión presidencial. «En la escala del cero al diez, diría que el encuentro ha sido un doce. La relación es muy, muy importante y creo que ha ido muy bien», ha afirmado Trump, antes de conceder que, en realidad, el acuerdo todavía está por hacer. «Creo que [llegará] bastante pronto, no nos quedan demasiados obstáculos […]. Tenemos un acuerdo, que renegociaremos cada año, pero creo que durará durante mucho tiempo».El bagaje tangible se resume en que EE.UU. reducirá del 20 al 10% los aranceles derivados del tráfico de fentanilo –lo que deja el tipo general para las importaciones chinas alrededor del 45%–, mientras que China incrementará las adquisiciones de soja estadounidense.Además, el gigante asiático pausará sus restricciones a la exportación de tierras raras, materiales críticos para la industria global cuya producción controla, y convertidos en su principal arma durante el conflicto comercial. «Todo lo de las tierras raras se ha solucionado, para todo el mundo», ha garantizado Trump. El presidente también ha señalado que él y Xi han hablado sobre Ucrania «durante largo tiempo» para tratar de «poner fin a la guerra».Xi, por su parte, ha celebrado «el consenso sobre soluciones a los problemas». «Las relaciones económicas y comerciales deben seguir siendo el pilar y el motor de las relaciones, no obstáculos ni fuente de conflictos, y ambas partes deben centrarse en los beneficios a largo plazo que aporta la cooperación, en lugar de caer en un círculo vicioso de represalias», ha señalado a posteriori, según declaraciones recogidas por la agencia oficial de noticias Xinhua. Estas medidas menores en modo alguno ofrecen una solución a la tensión estructural entre ambas superpotencias –como demuestra la orden de Trump de retomar los ensayos nucleares justo antes de saludar a Xi–, de hecho ni siquiera recuperan el statu quo anterior a los aranceles universales lanzados por Trump el pasado mes de abril, antes de que el intercambio de golpes elevara los sobrecostes estadounidenses al 145% y los chinos al 125%, un embargo oficioso que amenazaba con aniquilar los intercambios entre las dos primeras economías del mundo.Sin embargo, estas sí rectifican la dinámica y sientan las bases de una nueva interacción continuada. En ese sentido, el presidente ha confirmado que realizará una visita de Estado a China en abril del año que viene, la cual Xi devolverá ese mismo año, «ya sea a Florida o a Washington ». Un diálogo, pues, para seguir dialogando, hasta que uno de los dos jugadores, cada vez más parejos, acabe por llevarse la partida. Donald Trump y Xi Jinping han mantenido este jueves por la mañana (hora local), por fin, su esperado encuentro tras meses de expectación. La perspectiva de un supuesto gran acuerdo estructural anunciado con fanfarria ha quedado reducida a un apaño circunstancial para pasar del jaque mutuo a las tablas.Seis años después de su último cara a cara, el presidente estadounidense y el líder chino han vuelto a verse, de nuevo en un contexto de confrontación comercial, pero en esta ocasión como dos superpotencias cada vez más parejas. No en vano Trump ha tenido a bien caracterizar su reunión –mediante una publicación escrita en mayúsculas– como un «G2», retrato de un mundo cada vez menos regido por el multilateralismo y más por la fuerza, en el que Estados Unidos y China se hablan, he aquí la novedad, de tú a tú. Como en tantas ocasiones, el saludo inicial ha ofrecido las lecturas, por humanas, más genuinas. Trump le ha recibido con la sonrisa impostada, la mano extendida y un intenso contacto visual que después del apretón Xi ha evitado. «Es un placer verte de nuevo», ha musitado este en tono grave y desganado, con la mirada fija en las cámaras. Noticia Relacionada estandar Si La Fed vuelve a rebajar tipos, entre la ausencia del dato de empleo y con la mirada puesta en diciembre Javier Ansorena La institución recorta el precio del dinero a la horquilla del 3,75-4%«Es un placer verte de nuevo a ti», ha respondido el estadounidense. «Vamos a tener una reunión muy exitosa, no tengo ninguna duda. Pero es un negociador muy duro, eso no está bien», ha añadido jocoso, una broma seguida de dos sonoras palmaditas en la espalda ante las que el chino se ha mantenido impasible, si acaso esbozando una mínima sonrisa sardónica frente a la carcajada de su acompañante. «Nos conocemos bien», insistía Trump, liberando por fin su mano.«¿Van a firmar un acuerdo hoy?», preguntaba una periodista. «Puede ser», contestaba. «Tendremos un buen entendimiento. Tenemos una relación fantástica, siempre hemos tenido una relación fantástica». Xi no ha hablado hasta que no se ha sentado a la mesa de negociación, dispuesta en una pequeña sala de la base militar de la fuerza aérea surcoreana en el Aeropuerto Internacional de Gimhae, en la ciudad de Busan, con siete sillas a cada lado.«Dadas nuestras diferentes condiciones nacionales, no siempre vemos las cosas del mismo modo, y es normal que las dos principales economías del mundo tengan fricciones de vez en cuando», ha asegurado, conciliador, flanqueado por Cai Qi , su jefe de Gabinete y mano derecha, y Wang Yi , ministro de Exteriores. «Frente al viento, las olas y los desafíos, usted y yo al timón, debemos mantener el rumbo correcto y garantizar la navegación estable del gran barco que son las relaciones entre China y EE.UU.».Es más: «Siempre he creído que el desarrollo de China va de la mano de su visión de hacer a América grande otra vez». Semejante merced ha supuesto música para los oídos de Trump, quien ha alabado a su homólogo como «el gran líder de un gran país». «Tendremos algunas conversaciones. Creo que ya estamos de acuerdo en muchas cosas, y ahora mismo acordaremos algunas más», ha dispuesto, rodeado del secretario del Tesoro Scott Bessent y el secretario de Estado Marco Rubio .Negocie usted mañanaLa cumbre ha resultado tan esperada como breve . Apenas hora y media después ambos mandatarios han abandonado juntos la base tras estrecharse la mano una última vez. Al cabo de unos pocos minutos Trump se despedía con el puño en alto desde lo alto del Air Force One antes de poner rumbo de vuelta a EE.UU. Xi, por su parte, se ha dirigido hacia la vecina ciudad de Gyeongju para participar en el Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC), donde departirá, entre otros, con el presidente surcoreano Lee Jae-myung y la recién elegida primera ministra nipona Sanae Takaichi.Los primeros detalles específicos se han revelado ya a bordo del avión presidencial. «En la escala del cero al diez, diría que el encuentro ha sido un doce. La relación es muy, muy importante y creo que ha ido muy bien», ha afirmado Trump, antes de conceder que, en realidad, el acuerdo todavía está por hacer. «Creo que [llegará] bastante pronto, no nos quedan demasiados obstáculos . Tenemos un acuerdo, que renegociaremos cada año, pero creo que durará durante mucho tiempo».El bagaje tangible se resume en que EE.UU. reducirá del 20 al 10% los aranceles derivados del tráfico de fentanilo –lo que deja el tipo general para las importaciones chinas alrededor del 45%–, mientras que China incrementará las adquisiciones de soja estadounidense.Además, el gigante asiático pausará sus restricciones a la exportación de tierras raras, materiales críticos para la industria global cuya producción controla, y convertidos en su principal arma durante el conflicto comercial. «Todo lo de las tierras raras se ha solucionado, para todo el mundo», ha garantizado Trump. El presidente también ha señalado que él y Xi han hablado sobre Ucrania «durante largo tiempo» para tratar de «poner fin a la guerra».Xi, por su parte, ha celebrado «el consenso sobre soluciones a los problemas». «Las relaciones económicas y comerciales deben seguir siendo el pilar y el motor de las relaciones, no obstáculos ni fuente de conflictos, y ambas partes deben centrarse en los beneficios a largo plazo que aporta la cooperación, en lugar de caer en un círculo vicioso de represalias», ha señalado a posteriori, según declaraciones recogidas por la agencia oficial de noticias Xinhua. Estas medidas menores en modo alguno ofrecen una solución a la tensión estructural entre ambas superpotencias –como demuestra la orden de Trump de retomar los ensayos nucleares justo antes de saludar a Xi–, de hecho ni siquiera recuperan el statu quo anterior a los aranceles universales lanzados por Trump el pasado mes de abril, antes de que el intercambio de golpes elevara los sobrecostes estadounidenses al 145% y los chinos al 125%, un embargo oficioso que amenazaba con aniquilar los intercambios entre las dos primeras economías del mundo.Sin embargo, estas sí rectifican la dinámica y sientan las bases de una nueva interacción continuada. En ese sentido, el presidente ha confirmado que realizará una visita de Estado a China en abril del año que viene, la cual Xi devolverá ese mismo año, «ya sea a Florida o a Washington ». Un diálogo, pues, para seguir dialogando, hasta que uno de los dos jugadores, cada vez más parejos, acabe por llevarse la partida.  

Donald Trumpy Xi Jinping han mantenido este jueves por la mañana (hora local), por fin, su esperado encuentro tras meses de expectación. La perspectiva de un supuesto gran acuerdo estructural anunciado con fanfarria ha quedado reducida a un apaño circunstancial para pasar del jaque … mutuo a las tablas.

Seis años después de su último cara a cara, el presidente estadounidense y el líder chino han vuelto a verse, de nuevo en un contexto de confrontación comercial, pero en esta ocasión como dos superpotencias cada vez más parejas. No en vano Trump ha tenido a bien caracterizar su reunión –mediante una publicación escrita en mayúsculas– como un «G2», retrato de un mundo cada vez menos regido por el multilateralismo y más por la fuerza, en el que Estados Unidos y China se hablan, he aquí la novedad, de tú a tú.

Como en tantas ocasiones, el saludo inicial ha ofrecido las lecturas, por humanas, más genuinas. Trump le ha recibido con la sonrisa impostada, la mano extendida y un intenso contacto visual que después del apretón Xi ha evitado. «Es un placer verte de nuevo», ha musitado este en tono grave y desganado, con la mirada fija en las cámaras.

«Es un placer verte de nuevo a ti», ha respondido el estadounidense. «Vamos a tener una reunión muy exitosa, no tengo ninguna duda. Pero es un negociador muy duro, eso no está bien», ha añadido jocoso, una broma seguida de dos sonoras palmaditas en la espalda ante las que el chino se ha mantenido impasible, si acaso esbozando una mínima sonrisa sardónica frente a la carcajada de su acompañante. «Nos conocemos bien», insistía Trump, liberando por fin su mano.

«¿Van a firmar un acuerdo hoy?», preguntaba una periodista. «Puede ser», contestaba. «Tendremos un buen entendimiento. Tenemos una relación fantástica, siempre hemos tenido una relación fantástica». Xi no ha hablado hasta que no se ha sentado a la mesa de negociación, dispuesta en una pequeña sala de la base militar de la fuerza aérea surcoreana en el Aeropuerto Internacional de Gimhae, en la ciudad de Busan, con siete sillas a cada lado.

«Dadas nuestras diferentes condiciones nacionales, no siempre vemos las cosas del mismo modo, y es normal que las dos principales economías del mundo tengan fricciones de vez en cuando», ha asegurado, conciliador, flanqueado por Cai Qi, su jefe de Gabinete y mano derecha, y Wang Yi, ministro de Exteriores. «Frente al viento, las olas y los desafíos, usted y yo al timón, debemos mantener el rumbo correcto y garantizar la navegación estable del gran barco que son las relaciones entre China y EE.UU.».

Es más: «Siempre he creído que el desarrollo de China va de la mano de su visión de hacer a América grande otra vez». Semejante merced ha supuesto música para los oídos de Trump, quien ha alabado a su homólogo como «el gran líder de un gran país». «Tendremos algunas conversaciones. Creo que ya estamos de acuerdo en muchas cosas, y ahora mismo acordaremos algunas más», ha dispuesto, rodeado del secretario del Tesoro Scott Bessent y el secretario de Estado Marco Rubio.

Negocie usted mañana

La cumbre ha resultado tan esperada como breve. Apenas hora y media después ambos mandatarios han abandonado juntos la base tras estrecharse la mano una última vez. Al cabo de unos pocos minutos Trump se despedía con el puño en alto desde lo alto del Air Force One antes de poner rumbo de vuelta a EE.UU. Xi, por su parte, se ha dirigido hacia la vecina ciudad de Gyeongju para participar en el Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC), donde departirá, entre otros, con el presidente surcoreano Lee Jae-myung y la recién elegida primera ministra nipona Sanae Takaichi.

Los primeros detalles específicos se han revelado ya a bordo del avión presidencial. «En la escala del cero al diez, diría que el encuentro ha sido un doce. La relación es muy, muy importante y creo que ha ido muy bien», ha afirmado Trump, antes de conceder que, en realidad, el acuerdo todavía está por hacer. «Creo que [llegará] bastante pronto, no nos quedan demasiados obstáculos […]. Tenemos un acuerdo, que renegociaremos cada año, pero creo que durará durante mucho tiempo».

El bagaje tangible se resume en que EE.UU. reducirá del 20 al 10% los aranceles derivados del tráfico de fentanilo –lo que deja el tipo general para las importaciones chinas alrededor del 45%–, mientras que China incrementará las adquisiciones de soja estadounidense.

Además, el gigante asiático pausará sus restricciones a la exportación de tierras raras, materiales críticos para la industria global cuya producción controla, y convertidos en su principal arma durante el conflicto comercial. «Todo lo de las tierras raras se ha solucionado, para todo el mundo», ha garantizado Trump. El presidente también ha señalado que él y Xi han hablado sobre Ucrania «durante largo tiempo» para tratar de «poner fin a la guerra».

Xi, por su parte, ha celebrado «el consenso sobre soluciones a los problemas». «Las relaciones económicas y comerciales deben seguir siendo el pilar y el motor de las relaciones, no obstáculos ni fuente de conflictos, y ambas partes deben centrarse en los beneficios a largo plazo que aporta la cooperación, en lugar de caer en un círculo vicioso de represalias», ha señalado a posteriori, según declaraciones recogidas por la agencia oficial de noticias Xinhua.

Estas medidas menores en modo alguno ofrecen una solución a la tensión estructural entre ambas superpotencias –como demuestra la orden de Trump de retomar los ensayos nucleares justo antes de saludar a Xi–, de hecho ni siquiera recuperan el statu quo anterior a los aranceles universales lanzados por Trump el pasado mes de abril, antes de que el intercambio de golpes elevara los sobrecostes estadounidenses al 145% y los chinos al 125%, un embargo oficioso que amenazaba con aniquilar los intercambios entre las dos primeras economías del mundo.

Sin embargo, estas sí rectifican la dinámica y sientan las bases de una nueva interacción continuada. En ese sentido, el presidente ha confirmado que realizará una visita de Estado a China en abril del año que viene, la cual Xi devolverá ese mismo año, «ya sea a Florida o a Washington». Un diálogo, pues, para seguir dialogando, hasta que uno de los dos jugadores, cada vez más parejos, acabe por llevarse la partida.

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