Las bacterias han modificado la microbiota en el ensayo y han logrado degradar moléculas de oxalato, una causa de piedras recurrentes en el riñón.
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Un equipo de la Escuela de Medicina de la Universidad de Stanford (EEUU) ha desarrollado una terapia para tratar las piedras en el riñón manipulando la bacteria Phocaeicola vulgatus para que degrade moléculas de oxalato, una causa habitual de cálculos renales. Para permitir su proliferación en la microbiota intestinal de ratones de laboratorio y pacientes humanos, fueron alimentadas con porfirano, un nutriente extraído de algas, según explican en la revista Science.
Las dietas ricas en oxalato, los problemas congénitos o las cirugías intestinales pueden causar hiperoxaluria, que puede producir un fracaso renal agudo y enfermedad renal crónica, explica María Dolores Sánchez Niño, investigadora de la Facultad de Medicina de la Universidad Autónoma de Madrid y el Laboratorio de Nefrología e Hipertensión del Instituto de Investigación Sanitaria-Fundación Jiménez Díaz en declaraciones a Science Media Centre.
El ensayo con ratones con hiperoxaluria inducida y con pacientes que sufrían esta enfermedad ha demostrado la capacidad de las bacterias para reducir el nivel de oxalato, aunque no se ha podido acreditar como solución completa a la formación de cálculos. «No obstante sí han demostrado la viabilidad de un nuevo método con posibles aplicaciones terapéuticas en otras enfermedades metabólicas«, destaca Sánchez Niño.
Así, la modificación genética de las bacterias intestinales puede conseguir un doble objetivo según la experta. El primero consiste en «establecer y mantener una colonia de la bacteria intestinal de interés al hacerla dependiente de un alimento concreto (porfirano), lo que permitirá eliminarla si se la deja de alimentar». En segundo lugar, dota a esta colonia de «propiedades metabólicas específicas de interés terapéutico», para «destruir metabolitos indeseados (oxalato) y producir los deseados».
Sánchez Niño recuerda que ya se intentaron desarrollar tratamientos con Oxalobacter formigenes, una bacteria que se alimenta del oxalato, pero no se obtuvieron resultados concluyentes. «El estudio actual demuestra que es posible generar nuevas bacterias que destruyan oxalato y además es controlar su permanencia, al hacerlas dependientes de un nutriente que se administra oralmente y se puede suspender cuando queramos eliminar estas bacterias».
Uno de los retos pendientes para perfeccionar esta terapia, manifiesta la especialista, es que a menudo quienes toman probióticos (bacterias) para mantener la microbiota intestinal sana no la alimentan a continuación. «No comen suficientes frutas y verduras, que son la base de la alimentación de la microbiota sana», lamenta. Así, estos suplementos probióticos mueren de hambre.
«Este trabajo aporta la novedad de hacer dependientes de un alimento concreto a ciertas bacterias terapéuticas, lo que permite mantenerlas vivas mientras se desee», celebra.Aunque a corto plazo no tenga aplicación, hay «múltiples potenciales aplicaciones si se corrigen los problemas identificados». El tratamiento de la hiperoxaluria, las enfermedades metabólicas, la producción de moléculas antiinflamatorias y supresoras de la senescencia celular son algunos ejemplos.
«Los autores identifican bien las barreras, en parte dependientes del exceso de oxalato intestinal objetivo del tratamiento, por lo que la traslación a la clínica ameritaría futuros estudios», concluye la investigadora. «Tras esta prueba de concepto, hay que caracterizar y corregir los factores que disminuyeron la eficacia de la intervención en pacientes, cuando había sido eficaz en voluntarios sanos».
elespanol – Salud