El nuevo panorama mundial: de la interdependencia a la autonomía

El abogado y economista español Juan María Nin afirma que la situación en Oriente Medio es «el mayor riesgo» a día de hoy para la estabilidad global.En una entrevista con ABC, el presidente del Círculo de Empresarios se ha pronunciado también respecto a los principales desafíos que enfrenta la Unión Europea para este año. Los resume en dos: la formulación de una estrategia de coherencia para afrontar el resto de la presidencia de Trump y el desarrollo de los mecanismos necesarios para mantener su apoyo a Ucrania sin perjuicio de su propia seguridad. ¿Qué regiones o conflictos representan hoy los mayores riesgos para la estabilidad global?El conflicto de Oriente Medio constituye actualmente el mayor riesgo para la estabilidad global debido a su intensidad y alcance internacional. La extensión del conflicto a una confrontación directa entre Israel e Irán, así como la participación de Estados Unidos mantiene abierta la posibilidad de una escalada adicional. Además, este conflicto afecta directamente a rutas comerciales críticas, como son el estrecho de Bab el-Mandeb en el Mar Rojo y el estrecho de Ormuz en el Golfo Pérsico, con importantes implicaciones para los mercados. La tensión entre China y Taiwán representa otro foco de riesgo latente con potencial de escalada global, dado el respaldo militar estadounidense a la isla. Un conflicto en esta región tendría severas consecuencias económicas, teniendo en cuenta que Taiwán es fundamental en la producción de semiconductores avanzados. Una nueva zona de tensión geopolítica emergente es el Ártico. El progresivo deshielo del Mar Ártico abre oportunidades para nuevas rutas comerciales marítimas y la explotación de grandes recursos naturales, con cerca del 30% de las reservas de gas natural inexploradas ubicadas en la región, y potencias hegemónicas como China, Rusia y Estados Unidos están compitiendo por establecer su influencia sobre este territorio. Un último conflicto que hay que destacar es la Guerra de Ucrania, sobre todo por su importancia para la seguridad de la UE, aunque el potencial de convertirse en un conflicto global parece bajo y cada vez menor. ¿Cómo están afectando las tensiones entre EE.UU. y China al comercio global y a la gobernanza multilateral? Las tensiones entre China y Estados Unidos están provocando una reconfiguración fundamental de las cadenas de suministro globales, mediante el desarrollo estrategias de ‘nearshoring’ y ‘friendshoring’, y este proceso implica sacrificar la eficiencia del sistema de comercio internacional a cambio de mayor resiliencia y autonomía estratégica. El Fondo Monetario Internacional habla de ‘peak globalization’ para describir cómo la integración económica global ha alcanzado su punto máximo. Tras décadas de crecimiento sostenido, el peso de los flujos comerciales en el PIB mundial se ha estancado en torno al 55% y desde la pandemia descendió hacia el 50%. Paralelamente, según el Global Trade Alert de la Universidad de St. Gallen, las medidas restrictivas del comercio se han multiplicado por cinco respecto al período prepandémico, con más de 1.500 medidas adoptadas solo en 2024.El impacto sobre el multilateralismo es claramente negativo. Aunque se enfatiza el papel de la Administración Trump en este retroceso, China tampoco ha mostrado un comportamiento ejemplar: la Organización Mundial del Comercio ha registrado 43 disputas contra el país asiático por sus prácticas comerciales. En adelante, es razonable esperar que proliferen los acuerdos bilaterales o multilaterales de menor alcance entre bloques regionales, como el acuerdo comercial UE-Mercosur o las negociaciones entre China y los países de ASEAN, en lugar de iniciativas de escala verdaderamente global. ¿Qué papel está jugando América Latina en el nuevo orden geopolítico?Lo primero: América Latina no existe como unidad geopolítica. Es una región diversa con múltiples actores relevantes que tienen intereses frecuentemente divergentes. Los desafíos económicos y políticos a los que se enfrentan países como Brasil o México son muy distintos, al igual que el rol que cada uno de ellos intenta ejercer sobre sus vecinos. Ahora bien, la región desempeña un papel crucial en las dinámicas geopolíticas actuales, especialmente en la rivalidad China-Estados Unidos. Por un lado, América Latina es el principal proveedor mundial de materias primas críticas para la transición energética, como litio y cobre, además de de recursos agroalimentarios esenciales, como soja y cereales. Esta posición estratégica convierte a la región en un «insumo» esencial para las grandes potencias, que buscan mantener a estos países dentro de sus respectivas esferas de influencia mediante inversiones significativas. China, por ejemplo, ha destinado más de 73.000 millones de dólares al sector extractivo latinoamericano entre 2000 y 2018. Por otro lado, varios países latinoamericanos podrían beneficiarse de la fragmentación del comercio global y las estrategias de ‘de-risking’ respecto a China. México, antes de los aranceles anunciados por Trump, se consideraba un claro destino de inversión extranjera directa de las corporaciones que buscan abandonar China. España tiene una oportunidad única para participar en este proceso, actuando como intermediario entre la Unión Europea y estos países. ¿Cómo puede un país pequeño o mediano posicionarse estratégicamente sin quedar atrapado entre potencias? Por separado, será muy difícil –por no decir imposible– evitar posicionarse junto a alguna de las grandes potencias. La única estrategia que nos da una probabilidad de velar por nuestros propios intereses es asociarnos con otros países. Digo «nos» porque España es uno de esos países más pequeños. En el caso europeo, la Unión Europea cumple parcialmente esta función, aunque carece de herramientas esenciales para convertirse en un verdadero actor geopolítico global. La UE necesita consolidar un mercado genuinamente único, completando la unión de mercados de capitales y la unión bancaria, así como desarrollar una auténtica unión política efectiva. Esto permitiría desarrollar, además, una política de seguridad y defensa unificada. Para países no europeos, resulta imprescindible desarrollar mecanismos multilaterales de ámbito regional, lo que podría generar una nueva versión de los «países no alineados» de la Guerra Fría, coincidiendo en muchos casos con los mismos actores de entonces. ¿Qué impacto tendrá el auge del proteccionismo y el desacoplamiento económico en los mercados emergentes? El impacto sobre los mercados emergentes no es uniforme y dependerá de la estructura económica de cada país y las relaciones que tienen estos con Estados Unidos y China, los principales actores en la geopolítica global. En algunos casos, podrá ser positivo para estos países: en la medida que el desacoplamiento entre Estados Unidos y China se traduzca en mayores flujos comerciales o en nuevas inversiones extranjeras directas en el mercado emergente, se podría ver beneficiado. Este era el caso de Vietnam, por ejemplo, a donde se ha desplazado capacidad productiva desde China. Sin embargo, para muchos un mundo más fragmentado significará menor acceso a los mercados globales y, por tanto, mayores dificultades para acceder a la inversión, la tecnología y los suministros necesarios para impulsar sus economías nacionales. Menos comercio implica un bienestar menor. ¿Cuáles son los principales desafíos geopolíticos y económicos que enfrenta Europa en 2025, especialmente ante la creciente presión de EE.UU. y China, el conflicto en Ucrania y la fragmentación interna dentro de la UE?En 2025, los retos más inmediatos para la UE se pueden resumir en dos: primero, debe formular una estrategia de coherencia para afrontar el resto de la presidencia de Trump; segundo, debe desarrollar los mecanismos necesarios para mantener su apoyo a Ucrania sin perjuicio de su propia seguridad. En relación con Estados Unidos, parece que la UE ha perdido su aval incondicional en materia de defensa. A su vez, el país que dirige Trump ha puesto a Europa en el punto de mira de sus políticas económicas coercitivas, como los aranceles. Todo esto ha llevado a la Unión a reconocer la necesidad de velar por su propia seguridad y defensa, incrementando su gasto en esto último, pero sin definir una estrategia común. Respecto a la guerra en Ucrania, la UE tiene mucho que perder en el caso de una victoria militar de Rusia y los líderes europeos son conscientes. Sin embargo, aunque la Unión ha contribuído con recursos financieros al conflicto, sus aportaciones de material se han visto limitadas por sus escasos stocks y poca capacidad productiva. De continuar la contienda más allá de 2025, los 27 deben encontrar el modo de convertir el apoyo moral en apoyo material, sin que ello deje sin cubrir la nueva demanda europea. El abogado y economista español Juan María Nin afirma que la situación en Oriente Medio es «el mayor riesgo» a día de hoy para la estabilidad global.En una entrevista con ABC, el presidente del Círculo de Empresarios se ha pronunciado también respecto a los principales desafíos que enfrenta la Unión Europea para este año. Los resume en dos: la formulación de una estrategia de coherencia para afrontar el resto de la presidencia de Trump y el desarrollo de los mecanismos necesarios para mantener su apoyo a Ucrania sin perjuicio de su propia seguridad. ¿Qué regiones o conflictos representan hoy los mayores riesgos para la estabilidad global?El conflicto de Oriente Medio constituye actualmente el mayor riesgo para la estabilidad global debido a su intensidad y alcance internacional. La extensión del conflicto a una confrontación directa entre Israel e Irán, así como la participación de Estados Unidos mantiene abierta la posibilidad de una escalada adicional. Además, este conflicto afecta directamente a rutas comerciales críticas, como son el estrecho de Bab el-Mandeb en el Mar Rojo y el estrecho de Ormuz en el Golfo Pérsico, con importantes implicaciones para los mercados. La tensión entre China y Taiwán representa otro foco de riesgo latente con potencial de escalada global, dado el respaldo militar estadounidense a la isla. Un conflicto en esta región tendría severas consecuencias económicas, teniendo en cuenta que Taiwán es fundamental en la producción de semiconductores avanzados. Una nueva zona de tensión geopolítica emergente es el Ártico. El progresivo deshielo del Mar Ártico abre oportunidades para nuevas rutas comerciales marítimas y la explotación de grandes recursos naturales, con cerca del 30% de las reservas de gas natural inexploradas ubicadas en la región, y potencias hegemónicas como China, Rusia y Estados Unidos están compitiendo por establecer su influencia sobre este territorio. Un último conflicto que hay que destacar es la Guerra de Ucrania, sobre todo por su importancia para la seguridad de la UE, aunque el potencial de convertirse en un conflicto global parece bajo y cada vez menor. ¿Cómo están afectando las tensiones entre EE.UU. y China al comercio global y a la gobernanza multilateral? Las tensiones entre China y Estados Unidos están provocando una reconfiguración fundamental de las cadenas de suministro globales, mediante el desarrollo estrategias de ‘nearshoring’ y ‘friendshoring’, y este proceso implica sacrificar la eficiencia del sistema de comercio internacional a cambio de mayor resiliencia y autonomía estratégica. El Fondo Monetario Internacional habla de ‘peak globalization’ para describir cómo la integración económica global ha alcanzado su punto máximo. Tras décadas de crecimiento sostenido, el peso de los flujos comerciales en el PIB mundial se ha estancado en torno al 55% y desde la pandemia descendió hacia el 50%. Paralelamente, según el Global Trade Alert de la Universidad de St. Gallen, las medidas restrictivas del comercio se han multiplicado por cinco respecto al período prepandémico, con más de 1.500 medidas adoptadas solo en 2024.El impacto sobre el multilateralismo es claramente negativo. Aunque se enfatiza el papel de la Administración Trump en este retroceso, China tampoco ha mostrado un comportamiento ejemplar: la Organización Mundial del Comercio ha registrado 43 disputas contra el país asiático por sus prácticas comerciales. En adelante, es razonable esperar que proliferen los acuerdos bilaterales o multilaterales de menor alcance entre bloques regionales, como el acuerdo comercial UE-Mercosur o las negociaciones entre China y los países de ASEAN, en lugar de iniciativas de escala verdaderamente global. ¿Qué papel está jugando América Latina en el nuevo orden geopolítico?Lo primero: América Latina no existe como unidad geopolítica. Es una región diversa con múltiples actores relevantes que tienen intereses frecuentemente divergentes. Los desafíos económicos y políticos a los que se enfrentan países como Brasil o México son muy distintos, al igual que el rol que cada uno de ellos intenta ejercer sobre sus vecinos. Ahora bien, la región desempeña un papel crucial en las dinámicas geopolíticas actuales, especialmente en la rivalidad China-Estados Unidos. Por un lado, América Latina es el principal proveedor mundial de materias primas críticas para la transición energética, como litio y cobre, además de de recursos agroalimentarios esenciales, como soja y cereales. Esta posición estratégica convierte a la región en un «insumo» esencial para las grandes potencias, que buscan mantener a estos países dentro de sus respectivas esferas de influencia mediante inversiones significativas. China, por ejemplo, ha destinado más de 73.000 millones de dólares al sector extractivo latinoamericano entre 2000 y 2018. Por otro lado, varios países latinoamericanos podrían beneficiarse de la fragmentación del comercio global y las estrategias de ‘de-risking’ respecto a China. México, antes de los aranceles anunciados por Trump, se consideraba un claro destino de inversión extranjera directa de las corporaciones que buscan abandonar China. España tiene una oportunidad única para participar en este proceso, actuando como intermediario entre la Unión Europea y estos países. ¿Cómo puede un país pequeño o mediano posicionarse estratégicamente sin quedar atrapado entre potencias? Por separado, será muy difícil –por no decir imposible– evitar posicionarse junto a alguna de las grandes potencias. La única estrategia que nos da una probabilidad de velar por nuestros propios intereses es asociarnos con otros países. Digo «nos» porque España es uno de esos países más pequeños. En el caso europeo, la Unión Europea cumple parcialmente esta función, aunque carece de herramientas esenciales para convertirse en un verdadero actor geopolítico global. La UE necesita consolidar un mercado genuinamente único, completando la unión de mercados de capitales y la unión bancaria, así como desarrollar una auténtica unión política efectiva. Esto permitiría desarrollar, además, una política de seguridad y defensa unificada. Para países no europeos, resulta imprescindible desarrollar mecanismos multilaterales de ámbito regional, lo que podría generar una nueva versión de los «países no alineados» de la Guerra Fría, coincidiendo en muchos casos con los mismos actores de entonces. ¿Qué impacto tendrá el auge del proteccionismo y el desacoplamiento económico en los mercados emergentes? El impacto sobre los mercados emergentes no es uniforme y dependerá de la estructura económica de cada país y las relaciones que tienen estos con Estados Unidos y China, los principales actores en la geopolítica global. En algunos casos, podrá ser positivo para estos países: en la medida que el desacoplamiento entre Estados Unidos y China se traduzca en mayores flujos comerciales o en nuevas inversiones extranjeras directas en el mercado emergente, se podría ver beneficiado. Este era el caso de Vietnam, por ejemplo, a donde se ha desplazado capacidad productiva desde China. Sin embargo, para muchos un mundo más fragmentado significará menor acceso a los mercados globales y, por tanto, mayores dificultades para acceder a la inversión, la tecnología y los suministros necesarios para impulsar sus economías nacionales. Menos comercio implica un bienestar menor. ¿Cuáles son los principales desafíos geopolíticos y económicos que enfrenta Europa en 2025, especialmente ante la creciente presión de EE.UU. y China, el conflicto en Ucrania y la fragmentación interna dentro de la UE?En 2025, los retos más inmediatos para la UE se pueden resumir en dos: primero, debe formular una estrategia de coherencia para afrontar el resto de la presidencia de Trump; segundo, debe desarrollar los mecanismos necesarios para mantener su apoyo a Ucrania sin perjuicio de su propia seguridad. En relación con Estados Unidos, parece que la UE ha perdido su aval incondicional en materia de defensa. A su vez, el país que dirige Trump ha puesto a Europa en el punto de mira de sus políticas económicas coercitivas, como los aranceles. Todo esto ha llevado a la Unión a reconocer la necesidad de velar por su propia seguridad y defensa, incrementando su gasto en esto último, pero sin definir una estrategia común. Respecto a la guerra en Ucrania, la UE tiene mucho que perder en el caso de una victoria militar de Rusia y los líderes europeos son conscientes. Sin embargo, aunque la Unión ha contribuído con recursos financieros al conflicto, sus aportaciones de material se han visto limitadas por sus escasos stocks y poca capacidad productiva. De continuar la contienda más allá de 2025, los 27 deben encontrar el modo de convertir el apoyo moral en apoyo material, sin que ello deje sin cubrir la nueva demanda europea.  

El abogado y economista español Juan María Nin afirma que la situación en Oriente Próximoes «el mayor riesgo» a día de hoy para la estabilidad global.

En una entrevista con ABC, el presidente del Círculo de Empresarios se ha pronunciado también respecto a los … principales desafíos que enfrenta la Unión Europea para este año. Los resume en dos: la formulación de una estrategia de coherencia para afrontar el resto de la presidencia de Trump y el desarrollo de los mecanismos necesarios para mantener su apoyo a Ucrania sin perjuicio de su propia seguridad.

¿Qué regiones o conflictos representan hoy los mayores riesgos para la estabilidad global?

El conflicto de Oriente Próximo constituye actualmente el mayor riesgo para la estabilidad global debido a su intensidad y alcance internacional. La extensión del conflicto a una confrontación directa entre Israel e Irán, así como la participación de Estados Unidos mantiene abierta la posibilidad de una escalada adicional. Además, este conflicto afecta directamente a rutas comerciales críticas, como son el estrecho de Bab el-Mandeb en el Mar Rojo y el estrecho de Ormuz en el Golfo Pérsico, con importantes implicaciones para los mercados.

La tensión entre China y Taiwán representa otro foco de riesgo latente con potencial de escalada global, dado el respaldo militar estadounidense a la isla. Un conflicto en esta región tendría severas consecuencias económicas, teniendo en cuenta que Taiwán es fundamental en la producción de semiconductores avanzados.

Una nueva zona de tensión geopolítica emergente es el Ártico. El progresivo deshielo del Mar Ártico abre oportunidades para nuevas rutas comerciales marítimas y la explotación de grandes recursos naturales, con cerca del 30% de las reservas de gas natural inexploradas ubicadas en la región, y potencias hegemónicas como China, Rusia y Estados Unidos están compitiendo por establecer su influencia sobre este territorio.

Un último conflicto que hay que destacar es la Guerra de Ucrania, sobre todo por su importancia para la seguridad de la UE, aunque el potencial de convertirse en un conflicto global parece bajo y cada vez menor.

¿Cómo están afectando las tensiones entre EE.UU. y China al comercio global y a la gobernanza multilateral?

Las tensiones entre China y Estados Unidos están provocando una reconfiguración fundamental de las cadenas de suministro globales, mediante el desarrollo estrategias de ‘nearshoring’ y ‘friendshoring’, y este proceso implica sacrificar la eficiencia del sistema de comercio internacional a cambio de mayor resiliencia y autonomía estratégica.

El Fondo Monetario Internacional habla de ‘peak globalization’ para describir cómo la integración económica global ha alcanzado su punto máximo. Tras décadas de crecimiento sostenido, el peso de los flujos comerciales en el PIB mundial se ha estancado en torno al 55% y desde la pandemia descendió hacia el 50%. Paralelamente, según el Global Trade Alert de la Universidad de St. Gallen, las medidas restrictivas del comercio se han multiplicado por cinco respecto al período prepandémico, con más de 1.500 medidas adoptadas solo en 2024.

El impacto sobre el multilateralismo es claramente negativo. Aunque se enfatiza el papel de la Administración Trump en este retroceso, China tampoco ha mostrado un comportamiento ejemplar: la Organización Mundial del Comercio ha registrado 43 disputas contra el país asiático por sus prácticas comerciales. En adelante, es razonable esperar que proliferen los acuerdos bilaterales o multilaterales de menor alcance entre bloques regionales, como el acuerdo comercial UE-Mercosur o las negociaciones entre China y los países de ASEAN, en lugar de iniciativas de escala verdaderamente global.

¿Qué papel está jugando América Latina en el nuevo orden geopolítico?

Lo primero: América Latina no existe como unidad geopolítica. Es una región diversa con múltiples actores relevantes que tienen intereses frecuentemente divergentes. Los desafíos económicos y políticos a los que se enfrentan países como Brasil o México son muy distintos, al igual que el rol que cada uno de ellos intenta ejercer sobre sus vecinos.

Ahora bien, la región desempeña un papel crucial en las dinámicas geopolíticas actuales, especialmente en la rivalidad China-Estados Unidos. Por un lado, América Latina es el principal proveedor mundial de materias primas críticas para la transición energética, como litio y cobre, además de de recursos agroalimentarios esenciales, como soja y cereales. Esta posición estratégica convierte a la región en un «insumo» esencial para las grandes potencias, que buscan mantener a estos países dentro de sus respectivas esferas de influencia mediante inversiones significativas. China, por ejemplo, ha destinado más de 73.000 millones de dólares al sector extractivo latinoamericano entre 2000 y 2018. Por otro lado, varios países latinoamericanos podrían beneficiarse de la fragmentación del comercio global y las estrategias de ‘de-risking’ respecto a China. México, antes de los aranceles anunciados por Trump, se consideraba un claro destino de inversión extranjera directa de las corporaciones que buscan abandonar China.

España tiene una oportunidad única para participar en este proceso, actuando como intermediario entre la Unión Europea y estos países.

¿Cómo puede un país pequeño o mediano posicionarse estratégicamente sin quedar atrapado entre potencias?

Por separado, será muy difícil –por no decir imposible– evitar posicionarse junto a alguna de las grandes potencias. La única estrategia que nos da una probabilidad de velar por nuestros propios intereses es asociarnos con otros países. Digo «nos» porque España es uno de esos países más pequeños.

En el caso europeo, la Unión Europea cumple parcialmente esta función, aunque carece de herramientas esenciales para convertirse en un verdadero actor geopolítico global. La UE necesita consolidar un mercado genuinamente único, completando la unión de mercados de capitales y la unión bancaria, así como desarrollar una auténtica unión política efectiva. Esto permitiría desarrollar, además, una política de seguridad y defensa unificada.

Para países no europeos, resulta imprescindible desarrollar mecanismos multilaterales de ámbito regional, lo que podría generar una nueva versión de los «países no alineados» de la Guerra Fría, coincidiendo en muchos casos con los mismos actores de entonces.

¿Qué impacto tendrá el auge del proteccionismo y el desacoplamiento económico en los mercados emergentes?

El impacto sobre los mercados emergentes no es uniforme y dependerá de la estructura económica de cada país y las relaciones que tienen estos con Estados Unidos y China, los principales actores en la geopolítica global.

En algunos casos, podrá ser positivo para estos países: en la medida que el desacoplamiento entre Estados Unidos y China se traduzca en mayores flujos comerciales o en nuevas inversiones extranjeras directas en el mercado emergente, se podría ver beneficiado. Este era el caso de Vietnam, por ejemplo, a donde se ha desplazado capacidad productiva desde China.

Sin embargo, para muchos un mundo más fragmentado significará menor acceso a los mercados globales y, por tanto, mayores dificultades para acceder a la inversión, la tecnología y los suministros necesarios para impulsar sus economías nacionales. Menos comercio implica un bienestar menor.

¿Cuáles son los principales desafíos geopolíticos y económicos que enfrenta Europa en 2025, especialmente ante la creciente presión de EE.UU. y China, el conflicto en Ucrania y la fragmentación interna dentro de la UE?

En 2025, los retos más inmediatos para la UE se pueden resumir en dos: primero, debe formular una estrategia de coherencia para afrontar el resto de la presidencia de Trump; segundo, debe desarrollar los mecanismos necesarios para mantener su apoyo a Ucrania sin perjuicio de su propia seguridad.

En relación con Estados Unidos, parece que la UE ha perdido su aval incondicional en materia de defensa. A su vez, el país que dirige Trump ha puesto a Europa en el punto de mira de sus políticas económicas coercitivas, como los aranceles. Todo esto ha llevado a la Unión a reconocer la necesidad de velar por su propia seguridad y defensa, incrementando su gasto en esto último, pero sin definir una estrategia común.

Respecto a la guerra en Ucrania, la UE tiene mucho que perder en el caso de una victoria militar de Rusia y los líderes europeos son conscientes. Sin embargo, aunque la Unión ha contribuído con recursos financieros al conflicto, sus aportaciones de material se han visto limitadas por sus escasos stocks y poca capacidad productiva. De continuar la contienda más allá de 2025, los 27 deben encontrar el modo de convertir el apoyo moral en apoyo material, sin que ello deje sin cubrir la nueva demanda europea.

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